Por Sus Alas [sin editar]

5 - Duras Verdades.

Veintitrés de marzo.

     El sol brilla con intensidad al ser mediodía, pero el ambiente alrededor no refleja lo mismo; la tristeza y melancolía que transmite estar frente a la reciente lápida del abuelo, no es exactamente lo que podría describirse como algo bonito o alegre.
     Mamá tiene puesto el mismo vestido negro desde hace varios días. Ya no puede contener las lágrimas y comienza a llorar otra vez. La he visto hacer esto tantas veces en la semana que se volvió parte de la nueva y temporal rutina. 
     Me mantengo rígido, sin terminar aún de digerir lo ocurrido. No me ha caído ni una mísera lágrima, es como si fuese una simple estatua de piedra: sin vida, sin sentimientos, solamente clavada en el suelo sin hacer nada más que decorar un lugar.
     De pronto estornudo (maldito resfriado que sigo teniendo desde el lunes) y mamá pone atención en mí por unos instantes, para luego perderse otra vez en sus pensamientos (me recordó mucho a lo que ocurría en el cuento que trabajamos en Literatura, "Los Buques Suicidantes"). Una parte de mí se rompe al verla con los ojos hinchados, su rostro lleno de maquillaje corrido y el cabello apenas peinado. Pero me destruyo aún más al darme cuenta que está mil veces más afectada que yo, que por alguna razón sigo allí sin nada conveniente que decir para ayudar a mamá. Además, ha muerto mi abuelo, la persona que me ha enseñado a reír sin importar el motivo, que me ha llevado a entender un poco más el pasado y las cosas del presente; él ha sido el padre que nunca he tenido, ¿entonces por qué rayos no reacciono como cualquier otro humano ante esta atrocidad?

     —Señorita Luisa, debería ir a casa —dice de repente Eliana, la enfermera, acercándose a ella y ayudando a mamá a levantarse—. Hay que almorzar, ¿sabe? —La sonrisa amable de la mujer convence a mamá finalmente. 
     El camino hacia el auto es silencioso, a pesar de que estornudo cada tanto. Observo las flores marchitas que descansan sobre lápidas antiguas, esas que ya nadie visita pero siguen allí, deseando, esperando que alguien las vuelva a recordar y les dé un poco del cariño que solían recibir de otros. No reconozco ninguno de los nombres que aparecen grabados en los mármoles. De pronto me percato que, detrás de una de las altas figuras con la forma de alguna virgen, alguien me está observando. Me acerco sin alejarme mucho de Eliana (la cual está animando a mamá con chistes pésimos de "toc, toc") para descubrir que son otra vez esos ojos rosas que me están mirando. Doy un paso más en su dirección, pero soy detenido.
     —Señorito Dickens, no se pierda por favor —habla Eliana a mis espaldas. Sin decir nada, comienzo a seguirla.

 

     Estamos de nuevo en casa, en nuestra verdadera casa. Tomo dos o tres paquetes de pañuelos, voy directo hacia mi dormitorio y me siento en el borde de la cama a pensar cuál es el siguiente paso para recuperar a mamá, ya que, como es notorio, ella no está en las mejores condiciones. Es entonces cuando, buscando mi teléfono, dentro del cajón de mi mesa de luz descubro la muñequera verde. Lo tomo y lo dejo en mi regazo, sin saber realmente qué hacer con él. Mi única alternativa es ponérmelo, pero, ¿cómo se abre esto? Y allí estoy, como si a un cavernícola le hubiesen regalado un encendedor, trato de abrirlo para poder colocármelo. Pero nada. Absolutamente ninguna idea.
     —¿Puedes abrirte? —digo en voz baja hacia el objeto luego de varios minutos. Y de pronto éste se abre de alguna forma extraña y se ajusta a mi muñeca derecha, apretando sin llegar a ser algo molesto. Cuando el óvalo más grande proyecta una pantalla como un holograma, mi sorpresa e incertidumbre crecen.
     —Reconocimiento de voz confirmado, bienvenido Jev T3 —dice la pantalla con una voz robótica, típica de películas de ficción—. ¿Desea comenzar el tutorial rápido de funcionamientos básicos? —En la pantalla aparecen dos opciones. Decido apretar, con cierta duda, el que dice "aceptar".
     La voz sigue hablando, explicando las opciones para enviar mensajes, escribir notas, agregar contactos...era como un teléfono celular pero más futurista; con esa ventaja, aprendo rápidamente todos los usos que, según la voz robótica que llamaré Cortana, se definen como básicos. 
     —El botón físico que contiene la PMF2000 código 2709 —dice mientras brilla con más intensidad el óvalo verde más pequeño en la muñequera—, es el "acceso rápido": éste es definido por el portador para acceder a contactos, mensajes o ajustes del sistema. Usted tiene de acceso rápido el contacto de "Emma Mattens", ¿desea probar el acceso rápido llamando a " Emma Mattens"?
     Mi cuerpo se tensa al escuchar el nombre de la pelirroja de nuevo. Claramente recuerdo lo que pasó por mi cabeza cuando vi el cronómetro del abuelo. Siento vergüenza de mí mismo, a pesar de no estar seguro por qué rayos imaginé eso. Decido entonces rechazar la pregunta de Cortana.
     Me equivoco.
     Puse mi dedo sobre la opción "aceptar" y comienza a llamar. 
     —¿Cómo lo detengo? ¡Cortana, por favor! ¡Cancela la llam...! —Y soy interrumpido por las risas de la pelirroja. Veo que parte de ella está proyectada en un holograma.
     —¿No querías llamarme? ¿De verdad? —es lo primero que pregunta.
     Prefiero quedarme callado por unos cuantos segundos, hasta descubrir que puedo aprovechar mi error para desahogarme algunas dudas: 
     —Dime... ¿Qué es esta muñequera? ¿Por qué me la has dado? ¿Por qué quisiste buscarme? ¿De dónde rayos eres? Mejor, ¿quién eres y por qué me conoces? ¿Por qué supe tu nombre, el de Malena, me pregunté si Henry estaba muerto e imaginé que alguna vez nos besamos? ¿Eh? Tengo derecho a ser un poco aclarado de todo esto, ¿no?



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En el texto hay: misterio y accion, multiverso, amistad y humor

Editado: 02.04.2020

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