—Jev... Jev, ¿estás bien? —pregunta Emma del otro lado del holograma (o como se deba decir).
—No sé... —contesto con sinceridad—. ¿Cómo se supone que deba sentirme?
Queda en silencio por unos segundos, pensando la respuesta correcta. Finalmente dice:
—Tal vez confundido, porque es algo fuera de lo común en tu Tierra. O enojado, porque no te lo expliqué de la mejor forma. También, como última opción, podrías sentirte decepcionado ya que no te lo dije antes, cuando apenas nos conocimos.
Reflexiono lo último al saber que es cierto, ¿por qué no me lo dijo cuando apenas nos habíamos conocido en el monte? Entonces hallo solo la respuesta.
—No confiabas aún en mí, ¿cierto?
—No, no es eso. Es que yo no podí... —Sin darle tiempo a terminar, apreté el óvalo pequeño y la llamada se acabó.
¿Por qué no probaste eso antes?, me reprocho mientras trato de quitarme la muñequera.
—Cortana, ¿cómo rayos me quito esto? —pregunto al artefacto, pero soy olímpicamente ignorado. Genial—. ¿Podrías, al menos, bajar el brillo? Es bastante notorio —Termino la oración y Cortana baja el color hasta quedar casi como una muñequera normal.
Respiro hondo y decido levantarme. Abro la puerta para poder salir a la habitación de mamá, pero entonces me encuentro con Eliana a punto de tocar.
—¡Oh, señorito Dickens! —dice sorprendida al verme—, estaba por llamarlo para preguntarle si deseaba ver a la señorita Luisa mientras preparo su almuerzo.
Asiento con amabilidad. Ella, pidiendo permiso, se retira a la cocina.
Como siempre dudo si entrar o no. Respiro profundo, una, dos, tres veces. Con sumo cuidado, giro el pestillo y entro.
—Permiso, mamá... —hablo casi en un susurro. Y verla allí, acostada en la cama, aún con el vestido negro que usó en el funeral y esa misma mirada perdida, me quiebra por dentro. Suelto un estornudo.
—Jev... —sonríe al armario que tiene enfrente. Yo ya estoy sentado a su lado, tomando su mano sin saber realmente qué hacer. De pronto descubro el plato de comida casi intacto en los pies de la cama, ¿eso significa que...?
—Mamá, debes comer, por favor... —Mi voz suena más quebrada y desesperada de lo que esperaba. Ella sigue en el mismo estado de encierro sobre sus sentimientos.
—Mamá... —insisto. De pronto algunas lágrimas se me escapan y un ataque de sinceridad le acompaña—: mamá...por favor, te necesito conmigo. No podría perder a alguien más. Estoy tan confundido, ¿qué hago si me quedo solo, sin las dos personas que tanto amo, huh? Ya se ha ido el abuelo, no quisiera que tú también te fueras con él. Por favor, mamá... —La abrazo con todas mis fuerzas. Mi oreja queda cerca de su corazón y comienzo a escuchar sus latidos, al igual que un niño pequeño me tranquilizo. Limpio mi nariz con la muñeca izquierda, mientras más lágrimas recorren mis mejillas.
Entonces siento sus brazos rodearme, me acaricia. Luego posa un dulce beso en mi cuero cabelludo.
—Lo siento tanto, cariño... —Por su voz, puedo deducir que ella también está dolida. Se aferra a mí con mayor fuerza y yo hago lo mismo; una especie de protección se forma entre los dos. Pero ésta se rompe al escuchar tres golpes provenientes de la puerta.
—Permiso... —entra con timidez Eliana—, solamente venía a decirle al señ... —se detiene al vernos y sonríe. Sus ojos parecen brillar de emoción, contenta de la escena que recién nota.
Luego de un pequeño intercambio de palabras entre ambas mujeres, decido retirarme al comedor junto a la enfermera, no sin antes decirle a mi madre que trate de terminar su almuerzo.
El resto del día se pasa volando entre tareas pendientes del Instituto (ya que no fui en toda la semana debido a lo ocurrido) y algo de música, calmando la tormenta de emociones dentro de mí.
Veinticuatro de marzo.
Despierto de pronto, agitado. Prendo la lámpara verde que se encuentra en mi vieja mesita de noche. Observo que la muñequera no para de brillar, como cuando te llega una notificación importante en el celular.
—Cortana, ignora las notificaciones —pido en voz baja. En cuestión de segundos, el incesante brillo se detiene.
Unos minutos más tarde, mientras miro el techo ya que no consigo dormirme, una sombra se proyecta entre las cortinas verdosas del otro lado de la ventana. Se escuchan unos pequeños golpes, como si alguien estuviese tocando. Salgo de mi cama sin hacer ruido y me acerco, dudando en realidad si es lo correcto. Abro la cortina de par en par para tomar por sorpresa al individuo...lástima que el sorprendido termino siendo yo.
Quito la tranca de la ventana con esfuerzo, ya que está un poco oxidada y no parece querer ceder. Luego de lograrlo, observo con incredulidad a la chica pelirroja.
—Sé que no debería estar acá... —Antes de que la interrumpa, ella coloca su dedo índice en mis labios—, pero necesito advertirte sobre la mujer o hada o como le deba llamar. No contestaste mis mensajes, así que te lo voy a decir cara a cara: ella está cerca de nuestra ubicación, no podemos escapar porque eso sería altamente sospechoso para tu familia y cuantos menos se enteren, mejor. Por lo que he tomado la decisión de enseñarte a luchar con una espada Faireer —ve mi expresión confundida, por lo que enseguida aclara—: son espadas hechas con un material especial contra hadas, tienen una bonita frase en latín grabada en el filo y detalles en el mango. Además, es solamente en caso de autodefensa por si no estoy cerca de vos cuando ella intente atacarte —Finalmente retira su mano de mí.
Quedo perplejo, sin nada que decir luego de esto último. Solamente...
—Gracias por avisarme. Y lamento haberte tratado tan mal ayer, de verdad no sé qué rayos ocurre últimamente en mí.
Ella sonríe.
—No te preocupes, tengo un poco de culpa por no haberte avisado esto antes. En fin... ¿Alguna pregunta antes de que me vaya?
—¿Cómo puedo identificar a nuestra enemiga entre tanta gente? Podría ser cualquier persona...
De pronto toma mi mano derecha y revisa mi muñequera. Entra en algunos archivos, configura un par de opciones y luego me suelta.
—Acabo de activar en tu muñequera un sensor de hadas, cuando ella esté aproximadamente a cinco metros de distancia de vos, se activará una alarma para notificarte y también a mí. Me dará tu ubicación para ir a tu encuentro. ¿Algo más?
Niego con la cabeza. Rápidamente se despide y sale corriendo, igual que la primera vez que nos encontramos.
Me siento en el marco de la ventana y respiro profundo. Luego de unos cuantos estornudos, comienzo a reflexionar sobre todos los hechos ocurridos con Emma, tratando así de ponerle un orden a las cosas en mi cabeza. Poco a poco mis ojos desean cerrarse, por lo que me levanto, tranco la ventana y vuelvo a mi cama. No recuerdo más nada después de apagar la lámpara.