Treinta y uno de marzo.
El reloj desde mi teléfono marca cinco minutos después de la medianoche, por lo que significa que debo sentarme en la cama a esperar. Mi mente sigue atormentada por esa extraña conexión con el otro Jev, encerrado en una especie de cárcel junto a una pobre niña. No se me ocurre alguna forma de conectarme nuevamente a él sin que sea entre sueños, ya que, según lo que he hablado con Emma, las conexiones es un tema aún en desarrollo de descubrimiento por parte de los faireers y de todo el multiverso en sí. Cuando comencé a sentir esos pequeños recuerdos, hace no más de 16 días, sabía que eran algo más allá de mis conocimientos, ¿pero más lejanos de lo que todos creemos? Eso es una locura.
La presencia de Emma interrumpe de pronto mis pensamientos. Me levanto para poder teletransportarnos a nuestra temporal base de entrenamiento.
—Mintaka, teletransportación a Base De Entrenamiento Secundario.
—Teletransportación iniciada.
Unos segundos más tarde nos encontramos dentro del cubo de realidad, al cual Emma le ha creado un ambiente más serio que el anterior. Observo con detenimiento que la habitación parece un búnker de metal azul, con grandes luces led blancas iluminando desde el techo. En cada esquina se encuentran diferentes zonas para hacer ejercicios específicos (ataque, defensa, ataque ciego y fortalecimiento de músculos). Y en el centro existe un círculo dibujado con pintura, el cual podría decirse que es "la arena" para poner en práctica mis habilidades en conjunto.
—Hace varios días que estamos entrenando acá y siempre observás este lugar como si fuera la primera vez que venís —dice la pelirroja con una sonrisa, parece como si le diera ternura mi acción. Luego se acerca hacia el centro del círculo para sentarse. Me pide que vaya a su lado y yo obedezco sin chistar.
—En esta sesión no vas a pelear como hemos estado haciendo en las anteriores —explica serena mientras se cruza de piernas y junta sus manos, a la altura de su ombligo, de una peculiar forma que me recuerda una serie animada sobre gemas mágicas—, hoy vamos a tratar de que te conectes con Jev, tanto contigo mismo como con el otro Jev. Espero que no se te dificulte tanto como los ejercicios físicos, porque ahí sí que sos un desastre.
Me limito a sonreír por el comentario respecto a mis desastres físicos, decidiendo así aceptar su propuesta para el día de hoy.
Para comenzar, Emma me pide que me acomode en la misma posición que ella se encuentra y que, luego de lograrlo, cierre los ojos.
—Ahora respira profundo varias veces —me indica con una dulzura inusual y sin una pizca de su típico acento; es como si fuese otra persona diferente. Aunque me estremezco al escucharla hablar de esta forma, decido concentrarme y seguir sus instrucciones—: solo escucha mi voz, ¿sí? Debes primero confiar sincera y completamente en mí...
Y ya lo hago, digo para mí mismo.
—...debes encontrar calma dentro de ti para ir más allá. Ahora, poco a poco, deja que aquellos sentimientos ocultos, esos que están en el fondo de tu mente, salgan a la luz. Deja salir todos tus temores, porque ellos son los que te impiden avanzar.
Repentinamente la chica deja de hablar por un instante. Y antes de siquiera reaccionar, ella comienza a cantar una melodía que siento vagamente familiar. Todos aquellos sentimientos que, al parecer, son ocultos de forma perspicaz en mi mente, ceden con lentitud para salir a la superficie. El constante miedo a morir, el rechazo de mis compañeros, las dudas sobre mi padre, la muerte de mi abuelo, la fragilidad de mamá, los acontecimientos sobre el otro universo; todo se refleja en una cascada de lágrimas, llenas de dolor y miedo que podrían ser interminables. Casi quince años de dudas, temores y sentimientos resguardados en la profundidad de mi mente, salen a borbotones sin ningún tipo de interrupción por mi parte. Parecen pasar horas en vez de minutos, hasta que por fin me siento vacío.
—Jev, puedes abrir los ojos.
Los abro con gran dificultad, tal vez con miedo, pero se disipa ese sentimiento cuando veo a la pelirroja sonreír. Ella, de esa forma, me transmite seguridad.
—Ya terminamos la primera parte, ¿querés un descanso antes de comenzar la segunda?
Siento un nudo en la garganta que me impide hablar, por lo que respondo negando con la cabeza. Ella no insiste en hacerme cambiar de opinión, por lo que se mueve para quedar sentada frente a mí y luego me pide nuevamente que cierre los ojos.
—Muy bien... Respira profundo unas cuantas veces, tranquilo —dice, envolviéndome con su dulce voz y dejo que su corriente me lleve—: ahora que tienes tu alma purificada, necesito que dejes en blanco tu mente. Abre las puertas para que esos restos de pensamientos precisos se alejen por un tiempo.
Al principio se me dificulta, pero luego, poco a poco, dejo de sentir algo específico y solamente escucho la placentera voz de la pelirroja.
—No te preocupes si dejo de hablar, ¿está bien? Va a comenzar la siguiente etapa de relajación, por lo que necesitaremos un poco de música para abordarla.