Por Ti

CAPITULO 2

Dos semanas han trascurrido desde aquel fatídico día en que mi padre descubrió mi embarazo y me llevó a esa clínica para que abortara.

Había pensado tanto en aquello que, en algún punto, mi cabeza estuvo muy próxima a explotarme de tanto procesar mis opciones y alternativas…

Al final, decidí seguir adelante con el embarazo, pero no fue fácil, fueron muchas las ocasiones que estuve tentada a tomar la pastilla y acabar con la vida que crece dentro de mí, sin embargo, no lo hice, a pesar de que la situación con mi padre no mejoró, al menos no en ese aspecto.

Él había vuelto a ser el mismo de antes,  inmerso en sus negocios, pero proveyéndome de todo lo que necesitaba. Creyendo firmemente que había abortado y en los síntomas que fingí tener, se había encargado de checarme ciertas veces y otras simplemente enviaba a la dulce Marie, nuestra ama de llaves, a llevarme comida, libros, etc.

Era extraño, nunca se disculpó por haberme llevado allí, ni tampoco explicó por qué estar embarazada se convertía en un problema para él, pero en sus ojos podía ver algo, de ¿dolor, quizás?

A lo largo de su vida él nunca estuvo ausente pero, que estuviera o no, a ella le parecía lo mismo.

En un principio, de niña, vivía añorando su contacto, conversar, sonreír, pasarla bien con él, al igual que sus diversas compañeras hacían con sus padres, pero tuvo que aprender, por las malas, a través de sus desaires, que su padre no era muy bueno para manifestar sus sentimientos, a tal punto que las muestras de amor que él había tenido hacia ella, las podía contar con una sola mano.

Por eso no le extrañaba su silencio, aunque sí le dolía.

Y en esos momentos es cuando más extraño a mi difunta madre.

Recuerdo poco de ella, murió cuando apenas tenía cinco años, pero esos recuerdos me llenan de calor. Recordar sus besos, su risa, su amor, su cariño.

Además, Romina, la mejor amiga de mi madre, se encargó por largo tiempo de contarme todo aquello que no podía recordar. Incluso, llegó a relatarme anécdotas de mi padre que, sinceramente, me eran difíciles de creer, hasta que él le prohibió estar en contacto conmigo.

Desde entonces habíamos sido solo él y yo, los que conformamos esta familia, pues los padres de mi madre fallecieron en un accidente cuando ella tenía unos veintiséis años de edad y los padres de mi papá viven demasiado lejos como para contar con ellos y cuando los veía, en cenas caritativas, permanecían igual de estoicos que su padre. Siempre demasiado serios y para nada cariñosos. Lo que a menudo me ha llevado a pensar que, quizás, la forma de mi padre se deba a la crianza que estos le dieron.

Por esto, aunque Romina fue apartada de mí, me dio uno de los regalos más grandes que había recibido. Aquellos recuerdos. Los mismos que me sacaron de la oscuridad que en ocasiones llegaba a mí, haciendo que, muy a mi pesar, deseara acabar con mi vida de una vez por todas.

Aunque la verdad es que nada fue más duro que tener que integrarme nuevamente a la escuela y fingir que nada andaba mal conmigo.

Disimular y ocultar mis sentimientos era demasiado agotador y en ocasiones dejaba entrever mi decaimiento, por lo que recibí un montón de preguntas de mis ‘‘amigas’’ que no se habían creído del todo que había desaparecido debido a un pequeño viaje de negocios donde debía acompañar a mi padre.

Pero por supuesto, ellas lo dejaron ir con solo unas pocas veces afirmando que no pasaba nada pues, si era verdad o no, no les importaba, mientras estuviera a su lado podrían mantener su estatus y jactarse de pasar increíbles tardes en los hoteles Marshall.

Por otro lado, estar embarazada y no tener el apoyo de nadie, me hizo poner bruscamente los pies sobre la tierra y en los últimos días, sentada con ellas en el almuerzo, escuchado atentamente sus conversaciones, me he dado cuenta de lo superficiales que son... de lo superficial que he sido en todo este tiempo. Y me siento tan tonta al recordar que hace solo unos meses yo misma me burlé de una chica de nuestro salón por salir embarazada en su último año.

Aunque su situación es diferente a la mía, pues al menos el padre de su hijo no es un cobarde como lo es el padre del mío.

Lo que nos lleva a Nolan, que se enfrascó en sus juegos de baseball y abandonó todas las clases que teníamos juntos, evitando cualquier contacto conmigo. Demostrándome con hechos que no está interesado ni en ayudarme, ni en hacerse cargo del bebé.

Ah, pero no se conformó con eso. Cuando lo confronté, ni siquiera me dejó terminar lo que tenía planeado decir, me insultó y prácticamente me gritó en la cara que ese niño no era suyo y que si me atrevía a decirle a alguien sobre mi embarazo, esparciría el rumor de que soy una puta, que estoy mintiendo y que me acuesto con cualquiera. Sí, el muy cobarde se atrevió a decirme tal cosa. Después de respirar hondo varias veces le dije que no tenía de qué preocuparse, que lo único que quería decirle era que todo había sido una equivocación y que no estaba embarazada.

No imaginan la cara de felicidad que puso el muy imbécil…

Aunque mi ropa es más holgada de lo común, hasta ahora a nadie se le ha cruzado por la mente que el embarazo es la razón, pero aun así me observan y señalan cada vez que voy por los pasillos, ya que Nolan ha pasado de mí para estar manoseando a toda mujer que le pasa por el frente.




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