El viaje por carretera ha aliviado mi estado de ánimo. Salir del yugo de mi padre, aunque es aterrador, a medida que nos alejamos de la gran ciudad cada vez trae más esperanza a mí.
Aunque en un principio no paraba de llorar, Alicia, ese es el nombre de la doctora, se encargó de distraerme con buena música y cantando sobre ella como una desquiciada. Haciendo que riera a más no poder y que, en su momento, la acompañara en la locura.
Ella parece muy seria pero en realidad, es bastante divertida y despreocupada.
Me relajé por completo, olvidando que en un principio sopesé la posibilidad de que fuera una psicópata, sin embargo, solamente era un ángel enviado para ayudarme en mi momento más difícil.
Cuando emprendimos el camino a Rivertown, no pude obviar lo mal que me sentía por mentir sobre ayudar a los más necesitados, por lo que fuimos a un refugio cercano y dejé una pequeña donación del efectivo que tenía conmigo para luego retornar a la carretera, no sin antes parar en un cajero y sacar la mayor cantidad de dinero que pude.
Definitivamente lo necesitaría, aunque también sabía, que ese retiro dejaría un rastro para mi padre. Pero debía arriesgarme, mi futuro dependía de ello.
En el camino, Alicia me ha hablado un poco acerca del lugar al que nos dirigimos y estoy muy agradecida por ello, pues necesito toda la información posible sobre el sitio en el que estaré viviendo y ya que había tirado mi teléfono en el mismo basurero del cajero, después de formatearlo, por supuesto, para no ser rastreada, no podría hacer mis averiguaciones por mí misma.
Según sus palabras es un pueblo muy hermoso y antiguo, alejado del bullicio de la ciudad, con habitantes reservados que prefieren no ser conocidos pues para ellos así es más tranquilo. Aunque es antiguo no es para nada atrasado, posee la mayoría de las tecnologías, y hay mucha oportunidad de desarrollo. La mayoría de sus habitantes han permanecido allí por generaciones y trabajan arduamente para que su pueblo no decaiga y permanezca en el tiempo.
Ha comentado que por lo general los que deciden salir del pueblo son jóvenes que desean estudiar una carrera especifica que no les puede proveer la universidad comunitaria y otros, que como ella, se ven en la obligación de salir a buscar mejores empleos para poder ayudar a sus familias. Sin embargo, son esos mismos jóvenes los que regresan a aportar su granito de arena para el desarrollo de su amado pueblo.
Entre historia, música y risas mis dudas sobre Alicia y su generosidad e intenciones se disiparon por completo, dejando atrás el estrés que me estaba volviendo loca.
A través de los kilómetros hemos implementado una estrategia para hacer que el camino se nos haga más corto. Conocernos.
Ella apenas tiene treinta y dos años, le encantan las canciones de mi artista británica preferida, el arte y leer. Lo único que me desanimó un poco fue enterarme de lo poco que ha podido disfrutar su vida al tener que encargarse de su madre desde el primer momento en que se enteró de su enfermedad. Es una persona tan alegre que nadie se entera de la gran carga que lleva en sus hombros hasta que ella misma se sincera.
También abrí mi caja de pandora para ella y pudo conocerme mejor. Hasta llegué a contarle sobre como llegué a esta situación, asunto que le entristeció. Pues muchas jóvenes, al igual que yo, han cometido errores por la presión que ejerce su entorno en ellas.
El anochecer apenas se cierne sobre nosotras cuando, después de varios kilómetros de llanuras, Alicia da un giro y poco después se empiezan a divisar pequeñas casas que, por lo que se puede ver entre la noche, son bastante rusticas y un tanto coloridas.
No es algo que me sorprenda, ya que Alicia me comentó que era un pueblo campestre que se dedicaba mayormente a la cría de caballos y ganado, aunque también a la agricultura. Y que su evento más preciado era el campeonato ecuestre que se realiza cada año.
La singularidad y belleza de la pequeña parte del pueblo que he podido ver me ha dejado deslumbrada. Casi todas las estructuras son iguales, construidas con madera, pero se nota que los lugareños se esfuerzan por diferenciarlas unas de otras y hacer a cada una de ellas especial.
Unos cinco minutos después volvemos a desviarnos, esta vez hacia la izquierda, y nos encaminamos por un camino estrecho y sin asfaltar, hasta que al fin llegamos a una gran entrada que posee un enorme letrero colgante.
BIENVENIDOS AL RANCHO ECUESTRE DE LA
FAMILIA RODRIGUEZ
Las puertas de hierro permanecen cerradas hasta que un hombre mayor se acerca a la ventanilla de Alicia y la reconoce. Él se quita el sombrero de la cabeza, la saluda con una enorme sonrisa en el rostro y procede a dejarnos el camino libre para que avancemos.
Las ruedas crujen cuando el motor arranca nuevamente y el auto se balancea de un lado a otro mientras nos acercamos a nuestro destino. Al concluir la travesía, estacionamos detrás de una camioneta azul y, cuando la realidad de que realmente hemos llegado me golpea, mis nervios vuelven a aparecer, esta vez intensificados.
Salimos del auto al mismo tiempo y trato de controlar el temblor en mis manos cuando cierro la puerta.
Al levantar mis ojos a la enorme casa de dos niveles que tengo en frente de mí, encuentro a una mujer alta, de pelo largo y negro, que quizás tenga algunos cuarenta años, de pie en el pórtico, bajo la luz de una bombilla amarilla.
Editado: 16.08.2020