Por Ti

CAPITULO 15

Hace un día maravilloso, con el sol brillando en lo alto, la leve brisa refrescando nuestros cuerpos mientras avanzamos por la acera, antes de llegar a nuestro destino.

Cuando finalmente culminamos el recorrido, entramos a la linda tienda y, a diferencia de otras veces, vamos directamente al departamento de bebés para empezar nuestra búsqueda.

Recientemente acabo de cumplir el séptimo mes de embarazo y me gustaría tener, al menos, la mayoría de cosas para mi pequeño vampirito, temiendo que el cansancio y mis hinchados pies empeoren de ahora en adelante, imposibilitándome venir y comprar por mí misma, los artículos necesarios para él.

Y, por cómo han estado últimamente, mi suposición es más que acertada.

—¿Has visto esta monada? —pregunta Ana a mi izquierda, luego de un tiempo escarbando entre los hermosos percheritos— ¡Es precioso!

Tomo en mis manos el pequeño overol y, sí, definitivamente lo es. Casi lo dejo en el carrito, junto a las otras cosas que hemos encontrado, cuando Ana me lo arrebata de las manos.

—Oh, no. No, no, no. Este lo he visto yo, así que será el primer regalo que le haré a mi pequeño niño —sonríe de oreja a oreja— Oh... todo este departamento hace que quiera darle un nieto a mi padre —suspira, soñadora, mientras estruja el conjunto contra su pecho.

—¡Ya quieres que a nuestro viejito le dé un infarto! —suelta Gisela junto a una carcajada— Sabes bien que ese hombre todavía nos visualiza como pequeñas y regordetas bebitas en pañales. Ni se te ocurra decir eso delante de él, que se nos muere. ¡Se nos muere! —exclama de una manera tan dramática que no puedo evitar soltar una enorme carcajada.

—Es cierto, es cierto —admite Ana, a la vez que adopta una expresión malévola en su rostro—. Mucho tiene nuestro padre contigo estando de novia con Alexander —ríe cuando Gisela trata de callarle—, casi le da un infarto cuando les encontró en una de las caballerizas metiéndose mano de a duro.

El rostro de Gisela se vuelve tan rojo como un tomate y Ana y yo reímos a carcajadas mientras ella se siente avergonzada. Gisela se ha vuelto muy vergonzosa últimamente.

Oh... esto no es bueno. Gracias al ataque de risa, es muy posible que termine siendo yo la avergonzada, pues me encuentro a punto de hacerme pis en mis leggins.

—Oh por Dios, ahora tengo que ir al baño —les digo, aun entre carcajadas, mientras camino lo más rápido que puedo hacia mi destino.

Aún dos pasillos más adelante puedo escuchar sus risas divertidas y no puedo evitar que la mía se reactive. Acción que casi me lleva a orinarme en medio del camino.

 Minutos más tarde, ya con la vejiga despejada y los ataques de risa controlados, nos dedicamos en lleno a buscar todo lo necesario para la llegada de mi bebé. Tomando cada cosa que creo pertinente.

El carrito está repleto y si no fuese por los ahorros que hasta ahora he hecho, sinceramente no podría haber comprado ni la mitad de todo esto. Una gran cantidad de conjuntitos en varios colores, toallas de baño, pañitos, mantas, biberones, mediecitas, pañales; en fin, bastantes cosas.

Llegamos a la caja después de la ardua búsqueda y pronto terminamos colocando todo para que la cajera se encargue de cobrar todo y, al terminar, como recompensa por la gran ayuda que me han dado las chicas, sugiero que vayamos a la cafetería que hay en frente y así comer unos deliciosos cruasanes, de los que ellas tanto han hablado.

Las dos aceptan, encantadas, y luego de dejar las bolsas de compra en la camioneta, caminamos unos pocos metros hasta la cafetería. Al llegar, abrimos la puerta y observo el lugar, fijándome en su pintoresca decoración.

Desde que llegué al pueblo hemos ido a muchos lugares pero este es uno de los pocos que me faltaba visitar. Y debo decir que es asombroso. Las tres tomamos asiento en una cómoda mesa con vista al exterior y no puedo evitar pensar en como últimamente hemos sido solo nosotras.

Génesis ha estado un tanto distanciada, por lo general no desea acompañarnos en nuestras salidas y me entristece pensar que sea por mí y por como William y yo nos estamos llevando.

En verdad no me cabe en la cabeza como ella puede pensar que él está interesado en mí o que podría haber algo entre nosotros, nunca ha pasado nada que pueda darle esa impresión y me parece simplemente absurda su actitud…

—Aquí hacen los mejores cruasán —comenta Ana, sacándome de mis pensamientos, mientras Gisela asiente, de acuerdo— Ya lo verás cuando los pruebes.

Por algunos minutos, nos encontramos envueltas en una divertida conversación, hasta que una señora, con libreta en mano, se acerca a nosotras.

—Buenos días, ¿Cómo están mis chicas favoritas? —saluda, con una acogedora sonrisa en el rostro.

—Buenos días, Dennis, estamos muy bien, gracias —responden las chicas—. Esta es Lyane —me presenta Ana—, es la primera vez que va a probar uno de tus fabulosos cruasanes.

—Encantada de conocerte, hija. Espero te gusten y vuelvas por más luego de probarlos —dice, situando su libreta en posición para apuntar nuestras órdenes— ustedes querrán lo mismo de siempre ¿verdad? —las gemelas asienten y luego Dennis mira en mi dirección esperando mi orden.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.