Por Ti

CAPITULO 19

Cualquiera pensaría, o tal vez solo soy yo, que después de la inmensa oscuridad habría, no sé, alguna luz resplandeciente y cegadora que se presentaría delante de mí y que, en medio de esta, estaría una enorme escalera de roca sin fin que desaparecería entre las nubes.

Adivinen qué... nada de eso sucedió.

Solo me quede allí, a veces flotando en la nada y otras sintiéndome pesada, anclada a alguna parte. Lo único que me hacía diferenciar estas nuevas sensaciones es que cuando floto, me desvanezco, y cuando me siento pesada puedo escuchar lo que pasa a mí alrededor.

Parte de ese tiempo he estado escuchando las conversaciones de los médicos y enfermeras que me atendían... y déjenme decirles que no hablan de medicamentos y esas mierdas. En montones de ocasiones hablaron de sexo, romances, aventuras y desamores, conmigo allí, queriendo reír con tanta fuerza pero sin poder hacerlo.

¿Quién iba a saber que los del personal de salud son unos diablillos?

También pude escuchar a las gemelas cuando me reprochaban el no despertar ¿A caso creen que lo hago a propósito? ¿Qué no deseo con todas mis fuerzas despertar y tomar a mi pequeño en brazos? ¿Qué no me duele estar perdiéndome de tanto? Pero sé que no lo hacen con saña, simplemente tienen una extraña forma de expresar sus sentimientos. A otro que le pasa lo mismo es a Julián, que me reprocha, con una profunda tristeza, preocupación y palabras entrecortadas, el haberlo dejado con una enorme carga de trabajo.

Las palabras que más me conmueven son las de Luna y creo que si hubiese estado totalmente consciente, conectada a mi cuerpo, hubiese llorado como niña las veces que me ha hablado, expresando lo apreciada que soy, las ganas que tienen de que vuelva al rancho, recuperada por completo y de cómo han estado cuidando del pequeño angelito que es mi bebé, de las pequeñas cosas que estaba logrando, desarrollando. Cosas simples, pero importantes, que debería estar viendo por mí misma.

Esas visitas, y los sentimientos expresados en ellas, han afianzado mis pensamientos sobre lo maravillosas que son estas personas que, sin conocerme, abrieron su corazón a mí, cuando tanto lo necesitaba.

Aunque, debo admitir, que de todas las visitas hay una persona en particular que no he podido distinguir y es extraño, porque se ha presentado aquí de manera regular pero sin pronunciar palabra alguna, simplemente dejándose caer en el sillón a mi lado, tomado mi mano y llorado desconsoladamente, para luego salir, dejándome realmente confundida. Debatiéndome en quien podría ser.

A la única conclusión que he podido llegar es que definitivamente se trata de un hombre, pero no un doctor, ni Julián, tampoco William… mí querido William.

Pensar en él me hace olvidar aquella persona que me ha estado intrigando, mis pensamientos cambiando completamente a como él ha estado viniendo cada día, sin falta, siendo mi ancla, compartiendo sus días conmigo como en estos momentos está a punto de hacer.

Y ¿Cómo sé que es él?

Simple, por sus pasos, siempre pausados hasta detenerse por unos segundos ante mí, y luego, como hace ahora, arrastrar el sillón hasta mi lado, sentándose junto a mí, tomando mi mano entre las suyas y empezando mi parte favorita del día, la noche, o lo que sea.

Ya ni siquiera sé qué día es, mucho menos que parte de él.

—Hola, futura esposa —saluda y mi corazón se infla, recordando aquellas primeras veces que me llamó así, cuando aún no nos veíamos en persona—. Debo reprocharte nuevamente lo abandonados que nos tienes y no me complace informarte que en este momento, por primera vez, tenemos un conflicto, estoy realmente molesto contigo —continua, sus palabras impregnadas de nostalgia—. He pasado más de un mes en esta angustia y, poco a poco, estoy llegando a pensar que te has quedado a gusto en este estado para no salir conmigo, ¿Tan malo es? —no, al contrario— En verdad quiero que despiertes, nos tienes bastante preocupados, todos estamos cuidando muy bien del bebé, pero las gemelas me tienen harto diciendo que te haga despertar urgentemente porque quieren saber cuál es el nombre del vampirito. ¡Ya ves tú por lo que se preocupan! —ríe un poco y deseos de acompañarlo no me faltan. Lamentablemente no puedo— Aunque… estamos hablando de Ana y Gisela, unas locas sin remedio.

Acerca su mano a mi rostro, tratando de hacer a un lado uno de mis rizos y cuando lo logra, su dulce y cálido toque vuelve a mí.

— ¿Vas a permitir que le llamen vampirito toda la vida? Yo creo que el pobre niño hasta se lo está creyendo, porque el muy travieso se ha empeñado en pegarse a mi brazo y babear todas mis camisas —Dios... mi bebé, necesito tanto estar con él— No es que me esté quejando, ni nada por el estilo, pero tu deberías estar viendo esas cosas —su voz se hace más dulce—. No deberías estar aquí en esta cama perdiéndote los primeros y más importantes momentos de su vida. Debes despertar y cuidar al pobrecito de sus tías, quienes le hacen cambio de ropa cada diez segundos, porque sinceramente ya está un poco agotado de sus locuras —suspira—. Sueño cada noche con que despiertas, con que finalmente puedo emplear mis encantos, tratando de conquistarte —ríe nuevamente—, y como luego, si es lo que deseas, empezamos a vivir nuestras vidas, juntos —voy a morir de amor por este hombre—. Yo... te quiero, ¿sabes? —¿En serio ha dicho que me quiere? No lo puedo creer, no puedo creerlo…— Deseo tanto ver tu sonrisa, escuchar tus elocuentes comentarios, observarte bajo el enorme roble o simplemente volver a escuchar tu dulce y melodiosa voz… deseo que te levantes de esta cama, que salgas de esa bruma que te tiene atrapada, pero definitivamente no por mí, no por las gemelas, no por mi madre, por Julián o por cualquiera de los que te extrañamos. Quiero que lo hagas por el pequeño bebé que tiene a todo el rancho babeando por él. Un pequeño siempre necesita de su madre, no lo abandones, por favor —culmina.




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