Por Ti

CAPITULO 22

Estoy nerviosa.

Realmente nerviosa.

Trato de pensar una y otra vez que si él está aquí, si me ha estado buscando, si ha durado tanto tiempo sin presentarse ante mí solo para no alterarme, entonces ha venido con buenas intenciones. Sin embargo, no puedo olvidar lo que quiso obligarme a hacer, su falta de disculpas o arrepentimiento, sus palabras... Pues puede que no haya llegado a abortar, pero no por decisión de él, él quería que lo hiciera. Y aun después de todos estos meses, puedo sentir el escozor en mi corazón causado por todas las palabras hirientes que me dedicó.

—No tienes por qué ir allí —dice Will, a mi lado.

Él no está de acuerdo con mi decisión, es uno de los primeros que no quería decirme nada sobre la presencia de mi padre en el pueblo, de cómo él me había estado visitando, que él era aquella persona que a menudo se presentó en mi habitación de hospital y lloró, a solas y de forma desconsolada, sin pronunciar palabra alguna, y como, sin consultar a nadie, pagó la totalidad de la cuenta de hospital.

Por eso había estado callado cuando mencioné lo de pagar la cuenta a Luna, antes.

La verdad es que no puedo negarme. No después de tanto tiempo queriendo su atención, deseando que él se exprese, que hable conmigo sobre sus razones para siempre haber estado tan alejado de mí, sobre sus razones para llevarme a esa clínica de abortos en vez de apoyarme con la decisión que por mi cuenta tomase en cuanto a mi embarazo…

—Yo... solo... tengo que darle la oportunidad ¿sabes? —le miro a los ojos— Sé que lo que hizo fue terrible y que en todos estos años no ha sido el mejor padre, pero si ha venido y se ha tomado el tiempo de haber estado aquí cada día hasta que desperté, pienso que realmente necesita que, al menos, le deje hablar conmigo. Tiene dos meses ya en este pueblo, uno esperando a que despertara y otro a que yo esté lista, eso debe significar algo...

Realmente significa bastante, mi padre, nunca, NUNCA, descuida sus empresas y que haya estado aquí por este largo periodo, dice bastante.

William solo suspira y luego deja un casto beso en mi frente.

—Eres demasiado buena… —sonríe— entonces ve, te esperaré justo aquí.

Devolviéndole la sonrisa, me tomo la libertad de besar sus labios, esperando dejarlo más tranquilo, antes de bajar de la camioneta y entrar al pequeño hotel donde se está hospedando mi padre.

El lugar definitivamente dista mucho de la apariencia de uno de la gama ‘‘Marshall’’, no es para nada lujoso, ni elegante, tampoco irradia ese brillo glamuroso por todos lados…

¿Quién diría que mi padre llegaría a hospedarse en un hotel como este por dos largos meses?

No estoy juzgando, es lindo, acorde con el maravilloso pueblo de RiverTown, pero definitivamente no pensé jamás que mi padre tendría la fortaleza de permanecer por tan largo periodo en un lugar sin lujos.

Luego de saludar al dueño del hotel y preguntarle dónde se encuentra la habitación número nueve, subo las escaleras, dirigiéndome hacia el segundo piso como me han indicado, y al llegar emprendo el camino por un estrecho pasillo observando los números en las puertas. Seis, siete, ocho, nueve…

He llegado... es tiempo.

Con los nervios a flor de piel, me debato en si debo o no hacerlo, en si esto me traerá más dolor que alivio… pero, antes de que mis pensamientos lleguen más lejos y me hagan marchar, decido enviar las dudas al lugar más recóndito de mi mente y tomo el valor de levantar mi brazo tembloroso para tocar la puerta, sin embargo, antes de que llegue a hacerlo, esta se abre de golpe y me encuentro ante una versión irreconocible y demacrada de mi progenitor.

Jamás lo he visto así, ni siquiera parece el mismo. Pienso, aun sorprendida con su apariencia.

—Papá... —hablo, nerviosa.

—Hija... —responde, su voz rasgada.

Cae de rodillas en el suelo, abrazando mis piernas y sollozando duramente.

Dios... esto no me lo esperaba…

No puedo verle así, su aspecto, sus sollozos me parten el corazón y me revelan lo que tanto había deseado. Él ha venido con buenas intenciones, con la esperanza de arreglar nuestra relación.

Aquello me desborda y no puedo evitar romper en llanto, apoyándome en su hombro, ya a su altura. Hacía tanto tiempo que no teníamos un contacto real, uno que no fuera fingido al público, que ni siquiera puedo recordarlo, pero puedo decir que es sumamente gratificante.

—Lo siento tanto —susurra contra mi pelo—. Lamento tanto haber sido un cobarde, haberte provocado tanto dolor durante todos estos años… siento muchísimo no haber cumplido la promesa que le hice a tu madre —vuelve a sollozar y su sola mención destruye mi alma.

Es la primera vez, en años, que menciona a mamá.

Luego de unos minutos él se calma, nos levanta del suelo y, ya de pie, se limpia el rostro, invitándome a pasar, para así dejar de dar el penoso espectáculo que hemos protagonizado, a cada uno de los que se hospedan aquí.

Al entrar, mis ojos vagan por todo el lugar y es un completo desastre.




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