No puedo creer que me obliguen a hacer esto.
—Si no puedo ir con Austin, entonces no iré —hago un puchero y sé perfectamente que me estoy comportando como una tonta.
Pero es que no puedo evitarlo, no quiero alejarme de él…
— ¡Oh, por favor, Lyane! —ríe Luna, frente a mí— haz el favor y pasa al pequeño a mis brazos para que puedas ir y disfrutar del rio con mi hijo.
—Sí —concuerda Ana, asintiendo— ¿Acaso crees que no nos hemos dado cuenta de lo agotada que has estado?
Suspiro, porque tienen razón, realmente he estado muy cansada.
—Además…—agrega Gisela en mi oído— todos aquí sabemos que no te vendría nada mal pasar un tiempo a solas con Will. Si sabes a lo que me refiero.
Me sonrojo, ella es totalmente una descarada.
Sí, es cierto. No me vendría nada mal un tiempo a solas con William porque aunque hemos tenido varias citas en los últimos meses, citas maravillosas, siempre son interrumpidas por mi instinto maternal que no me deja estar alejada de Austin.
Bastante alejada de él estuve en mis días en el hospital, y en los cuatro meses que tengo desde que salí de allí, no me he alejado mucho de mi pequeño. Tengo la necesidad de estar con él a cada instante, no quiero perderme más de lo que me perdí en su primer mes de vida.
Después de resabiar y discutir sobre el tema por algunos cinco minutos, decido que una tarde fuera no me vendría mal, ni tampoco me hará una mala madre.
—Bueno... —suspiro— Está bien —concuerdo.
—Al fin dice algo coherente —ríe Luna tomando al bebé de mis brazos—. Ahora ve y alista tus cosas ¡Te va a encantar el lugar!
Le doy un enorme beso al amor de mi vida, aquel pedacito de cielo salido de mí, que se queda bastante tranquilo en brazos de Luna, y voy al aparta-estudio a empacar las cosas que necesitaré y algunas otras que tal vez no, antes de reunirme con William.
Mientras empaco no puedo evitar pensar en el cambio radical que ha dado mi padre. Ciertamente parece otro hombre. Su ánimo es otro, sonríe constantemente, ¡hace chistes!, y es un completo amor conmigo y con Austin.
Se ha estado comportando como el padre que siempre quise. Dándome aquel amor que tanto desee a lo largo de mi vida. Aunque de vez en cuando tengo que regañarle por lo mucho que consiente a su pequeño nieto, comprándole una excesiva cantidad de juguetes y ropitas.
—Perdona, es que no puedo evitarlo —es su única respuesta y bueno, lo sigue haciendo.
Aun es surrealista para mí el hecho de que salgamos, conversemos y seamos reales el uno para el otro. Pero amo que las cosas hayan cambiado, para bien, aunque las circunstancias no fueron las más predilectas.
Un ruido en la puerta me sobresalta y me dirijo hacia allí a ver quién ha entrado. Unos pocos pasos después encuentro a William a punto de cerrar la puerta con él dentro.
No puedo evitar recordar la primera vez que esto pasó.
—¿Retomando viejos hábitos? —sonrío.
Voltea hacia mí y frunce el ceño, confundido por mis palabras, hasta que poco a poco entiende a que me estoy refiriendo.
—Puede que así sea —me dedica su hermosa sonrisa—, lo único que agradezco es que hoy estés completamente vestida, porque si no, podría terminar haciendo unas cosas un tanto pecaminosas justo en este instante…
¿Acaso dijo lo que creo que dijo?
Se acerca, envuelve sus brazos en mi cintura y luego da un casto beso a mis labios, el cual me deja deseando más.
—Mi madre ya me dijo que por fin te has dejado de negar —vuelve a besarme— han pasado meses desde que te lo propuse por primera vez y no quisiste entender que ellas estarían de acuerdo en cuidar de Austin. Lo adoran.
—Sí, lo hiciste, y sé que lo aman, pero aun así no creo que deba dejarlo con nadie, ya que él es únicamente mi responsabilidad.
—Se perfectamente que eso es lo que crees, sin embargo, debes darte cuenta que para ellas Austin no es una carga, al contrario, están completamente encantadas de cuidarlo porque el rompe corazones las tiene enamoradas —sonríe y luego ladea su cabeza— ¿Es que acaso estoy conociendo tu lado egoísta?
—No soy egoísta —cruzo mis brazos.
Aunque sí, quizás no me guste compartir tanto a mi hermoso niño…
Ay Dios, soy una mala persona.
—Entonces demuéstramelo —sonríe y empieza a caminar hacia la puerta.
Es un jodido estratega, sabe perfectamente que no me resisto a un desafío.
Sonriendo, tomo mi bulto y camino detrás de él, que suelta una enorme carcajada cuando me escucha bajar las escaleras consigo.
Cuando estamos abajo, dejo mis cosas en la parte trasera de la camioneta y, antes de emprender el camino hacia el rio, voy nuevamente donde mi hermoso pequeño para llenarlo de besos y que así no olvide lo mucho que su mami lo ama.
Me despido de las chicas y de Luna y vuelvo a donde esta William. Montamos en la camioneta y justo cuando salimos de la propiedad mi teléfono me alerta de un nuevo mensaje.
Editado: 16.08.2020