No me estoy enamorando de ti, ya estoy completamente enamorado.
Sus palabras resuenan en mi cabeza aun cuando ya han pasado horas desde que fueron dichas y me hacen sentir que, después de todo, las cosas pasan por una razón. Haber quedado embarazada, de tan estúpida forma, ser llevada a esa clínica de abortos, que mi doctora fuera Alicia, llegar a este pueblo y conocer a toda esta gente maravillosa que ha estado ahí para mí.
—¿En qué piensas? —pregunta William, notando que por un tiempo he estado perdida en mis pensamientos.
Nos encontramos acurrucados en el sofá, observando a través de la ventana como cae la lluvia afuera. Nos hemos mantenido en silencio, admirando la belleza de nuestro alrededor y disfrutando de la calidez proporcionada por nuestros cuerpos juntos…
—Estaba pensando que todo lo que he pasado, me ha proporcionado una mejor vida, un futuro muy diferente al que pensé tendría y la verdad, me encanta —respondo, adueñándome de sus dulces labios, pues él es parte de mi felicidad—. No puedo negar que hubiese preferido tener el apoyo de mi padre cuando me enteré sobre mi embarazo, sin embargo, si las cosas se hubiesen dado de esa forma, no habría podido llegar aquí, a ti. Conocerte —sonrío—, encontrar al hombre más guapo y especial de todos.
No puedo evitar sonrojarme al dejar salir esas palabras de mi corazón.
— ¿Eso crees? —sonríe y esta vez, es él quien besa, acercándome aún más, manteniéndonos tan cerca, el uno del otro, que casi podríamos fusionarnos en un solo ser.
Sus manos recorren cada parte de mi cuerpo, haciendo que me estremezca, mientras sus besos roban mi aliento. El deseo de llegar a más, se apodera de mí y mi cuerpo se calienta, exigiendo su atención. Demandando su toque sobre mí, reclamando que sus dedos se adueñen de mis pechos, caderas, muslos y demás.
Lo quiero tanto, tanto, tanto…
Chupo su labio inferior, sentándome esta vez en su regazo, comenzando a recorrer cada uno de sus músculos y partes del cuerpo. Acaricio su espalda, pecho, rostro y pelo, y no puedo evitar moverme contra sus caderas al notar su excitación.
Sí, estoy a punto de volverme loca.
Para mi disgusto, él se aparta, tomando una profunda respiración y hundiendo su cabeza en el hueco de mi cuello, sin saber la excitación que desata en mí, cuando su cálida respiración me azota allí.
—Debes dejar de hacerme esto… —murmura, acompañado de un sexy gruñido.
—¿Por qué? —pregunto, con mis mejillas sonrojadas— ¿no te gusta?
Siento su sonrisa contra mi piel.
—Ese es el problema, Lyane. Me gusta demasiado y, si seguimos con esto, no creo que sea capaz de detenerme —dice, dejando un beso en mi cuello—. No quiero arruinarlo todo cuando apenas empieza…
— ¿Qué te hace pensar que lo vas a arruinar, qué quiero que te detengas? —pregunto, mordiendo mi labio.
Levanta su cabeza, posando su exótica mirada en mí.
—No juegues conmigo de esa manera, nena.
—Jamás jugaría con algo tan delicado —sonrío, de forma traviesa.
Y es allí, cuando su rostro se transforma completamente, desinhibiéndose, dejando ver el ardiente deseo que ha tratado de contener. Se levanta del sofá, conmigo rodeándole la cintura y aferrándome a su cuello, y nos lleva a la habitación.
Al entrar, me deja recostada contra las almohadas de la cama, para luego dirigirse a una esquina de la habitación, donde toca un pequeño botón. Entonces quedo deslumbrada.
El techo empieza a abrirse en secciones dejando ver unas ventanas transparentes que nos dejan apreciar la tormenta que cae sobre nosotros.
—Tenía que compartir la vista contigo… —sonríe al ver mi cara de fascinación— aunque te aseguro que cuando no está lloviendo es mucho mejor.
—De igual manera es impresionante —respondo, maravillada.
Se une a mí en la cama, colocándose encima de mí, entre mis piernas, de inmediato sus dulces labios se adueñan de los míos, haciendo que gima bajo su peso. Poco a poco el ambiente se hace más pesado, cargado de deseo, pasión, lujuria… Cada parte de mi cuerpo hormiguea y la satisfacción se apodera de mi cuando sus manos se hacen espacio por debajo de mi camiseta, explorando mi piel desnuda, hasta que se deshace de ella por completo, pasándola por mi cabeza, dejando la parte de arriba de mi cuerpo, cubierta únicamente por mi sostén.
No puedo evitar que mis manos hagan lo mismo y quedo embobada al ver nuevamente sus marcados músculos. Con mi mano derecha trazo cada línea de sus abdominales y escucho cuando gime por lo bajo.
—Son… demasiado perfectos —confieso, disfrutando de la vista. Disfrutando de él.
Toma mi mano y respira profundamente.
—¿Estás segura de esto? —pregunta una vez más, mientras un rayo surca el cielo, iluminándonos por un breve momento.
—Más segura de lo que nunca he estado —respondo, porque es cierto, lo estoy, lo deseo y esta vez no hay ninguna presión social en medio. Es genuinamente mi decisión.
Acaricia mi rostro, fijando su profunda mirada en mí. Sus ojos claros, ahora un tanto oscurecidos, me analizan antes de que su boca empiece a dejar una cadena de besos desde mis labios hasta mi pecho.
Editado: 16.08.2020