Ha pasado un mes desde aquel día en la cabaña del río y desde ese momento Lyane y yo no hemos dormido separados. Hemos terminado uniéndonos más que nunca, ella al fin confiando en que mis sentimientos son verdaderos, en lo mucho que le quiero, a ella y a Austin; aunque ciertamente nadie está al tanto de que pasamos nuestras noches juntos y no por mí, sino por ella, que no deja de creer que a mi madre le dará un infarto si se llega a enterar.
Nada más lejos de la realidad...
Sonrío entrando al aparta-estudio, luego de un arduo día de trabajo, feliz de llegar aquí, a estar con ella y Austin, es lo mejor en todo el mundo.
—Pensé que te habías cansado de dormir a mi lado —sonríe Lyane alzando la mirada del libro que está leyendo.
—Nada más lejos de la realidad. Estaba esperando a que mamá cerrara la puerta de su habitación —me deshago de mi ropa, tomo mi toalla y me acuesto a su lado por unos minutos— ¿Hace cuánto se durmió el pequeño? —pregunto, observando su pequeña figura en la cuna.
—Hace unos pocos minutos, así que recomiendo que nos acomodemos y durmamos rápido, así aprovecho y descanso al menos unas horas antes de que despierte con hambre.
—Cierto... —doy un casto beso a sus labios— Sin embargo, esta vez te quedarás dormida, estuviste muy ocupada el día de hoy.
—¿Y tú no? —alza una ceja— esta mañana estabas cargando la madera para las nuevas caballerizas y luego te pasaste el día completo haciéndole exámenes a los animales.
—Tú no te preocupes por mí, te juro que no me importa levantarme y cuidar de él. Además, solo es darle el biberón, prácticamente se duerme con él en la boca —ella ríe, pero asiente, agradecida por la ayuda.
Le doy un último beso a sus labios y la dejo acurrucada en la cama para darme una ducha y luego volver a dormir junto a ella.
[…]
—Amor... —susurran en mi oído, sacándome de la densa bruma del sueño— cariño, tienes que despertar —suelta una risilla— ¿No que estabas preparado para cuidar del pequeñín? —pregunta, divertida— Te ha dejado nocaut.
Sonrío, estirándome en la cama, volteándome hacia ella, y soy recibido por el toque de sus dulces labios contra los míos.
—Mhmmm —disfruto, para luego abrir mis ojos y ver al hermoso ángel que sonríe en mi dirección— no me ha dejado nocaut, es todo un santo.
Me levanto un poco, solo lo suficiente como para colocarla encima de mí y abrazarla, sin poder evitar inhalar su pelo y suspirar.
—Amanecer contigo cada día es mejor... —confieso, maravillado con ella.
—Sí, es perfecto… hasta que tenemos que levantarnos —hace pucheros y es sumamente adorable.
Junto mis labios con los suyos, en un principio de forma suave, dulce, pero pronto el beso se transforma, convirtiéndose en uno lleno de pasión, a la vez que la temperatura de nuestros cuerpos empieza a elevarse pero no dura mucho, pues un leve llanto nos devuelve a la realidad y reímos.
Muy oportuno. Pienso, divertido.
Lyane regala un casto beso a mis labios antes de bajar de la cama para calmar al pequeñín, quien seguramente está muerto de hambre y demanda su biberón. Pronto ella lo toma en brazos y no saben, o siquiera imaginan, lo que aquella hermosa vista le hace a mi corazón.
Es la mejor en todo el mundo.
—¿Por qué nos miras así? —Pregunta y sus mejillas se tornan de un leve color rosa.
Me encanta cuando se sonroja.
—Por nada, ¿acaso no puedo apreciar a los amores de mi vida? —pregunto.
—¿Los amores de tu vida? —pregunta de vuelta, sonriendo.
—Claro —me siento al borde de la cama— y lamento que esto te pueda poner un tanto celosa pero Austin robó mi corazón desde el primer instante.
Sus ojos se ponen llorosos y se sienta junto a mí. Los envuelvo en mis brazos, para luego limpiar sus mejillas y besar sus labios, luego la pequeña cabecita de Austin.
—No pensé que los celos llegarían a tal punto de sacar tus lágrimas… —bromeo, tratando de subir su ánimo.
—Estás loco —ríe un poco y estoy satisfecho de haber desaparecido sus lágrimas. No me gusta verle llorar—. Es que... cuando me enteré que esperaba a Austin y luego el padre... bueno, después de que él y mi padre quisieron hacerme abortar, nunca pensé que llegaría a este lugar y mucho menos que me enamoraría de alguien que correspondería mis sentimientos y me aceptara junto a mi bebé de la forma en que tú lo haces...
—Solo un tonto no caería embobado por ustedes —afirmo—. Los amo, mucho, en verdad.
Los acerco a mí y estoy a punto de besar nuevamente los labios de mi hermosa Lyane cuando Anastasia abre la puerta de repente, sorprendiéndonos.
—No. Puede. Ser. —grita y cubre sus ojos con sus manos. Lyane se levanta de la cama y su rostro de inmediato adopta aquel color rojizo que siempre le acompaña cuando la vergüenza le invade— Oh, Dios mío... Oh, Dios mío —reza Ana y yo no puedo evitar echarme a reír por la situación.
Editado: 16.08.2020