—No. Puede. Ser. —grita Anastasia mientras se cubre los ojos con las manos— Oh, Dios mío... Oh, Dios mío —reza y Will se carcajea a mi lado.
Me levanto de la cama, con Austin en brazos, quien ya terminó su biberón, y siento mi cara arder como nunca antes.
— ¡Esto no es gracioso, William! ¡Cámbiate! —le grito y él, aun riendo, toma su ropa del suelo y se mete al baño.
Inmediatamente la puerta es cerrada, Ana me arrastra hasta el pequeño sofá, donde de inmediato, y sin compasión alguna, soy acribillada con preguntas y suposiciones que salen apresuradas de su boca.
—No puedo creer que lo hayas ocultado. ¿Cuánto tiempo han estado juntos, juntitos? Oh, claro… debe ser desde el día en el rio. Que picarona, Lyane —se ríe para luego continuar con su trabalenguas— Te lo tenías bien guardadito ¿Eh? ¿Acaso no somos amigas? —hace pucheros.
Ruedo los ojos, intentando controlar la vergüenza que siento en este momento al haber sido descubierta. Y agradezco a los cielos que solo estuviésemos besándonos y no haciendo algo más…
Definitivamente la cerradura tendrá que ser cambiada.
—Ya para —suplico, esperando que ella lo deje y me saque de mi agonía.
—No lo creo, amiga —vuelve a reír—. Deberías agradecerme y alzar tus plegarias al cielo, porque fui yo quien vine y no Gisela o Julián.
—Sí, gracias al cielo —digo, sarcásticamente—. Porque si tú eres un dolor en el culo… —encuentro mi risa cuando ella se cruza de brazos— ¿Podrías por favor no hacer un escándalo sobre esto y mantenerlo en secreto?
—¿Por qué debería? Soy un dolor en el culo —se mofa—. Los dolores en el culo hacemos lo que nos da la gana y siento inmensos deseos de revelarle esto a mi hermana y a Juli.
Dejo salir un gruñido, molesta de que use mis palabras en mi contra.
—No seas un bebé —digo, mientras le saco los gases a Austin.
—No lo soy, solo no entiendo por qué quieres ocultarlo.
Suspiro, cambiando a mi chiquito de posición cuando ha expulsado sus gasecitos.
—No quiero incomodar a Luna… —confieso y ella explota en carcajadas, sobresaltando un poco a mi pequeñín que había comenzado a quedarse dormido otra vez— ¿Qué es lo gracioso? —pregunto, con mi frente ceñuda.
—Es gracioso que digas eso —dice, mientras llevo al pequeño a su cuna, cuando ha caído rendido—, Luna te adora y está encantada con la hermosa relación que tienen ustedes.
—¿Estás segura? —pregunto, un tanto dudosa, cuando estoy de vuelta.
—Completamente —asiente—. No veo porque le iría a molestar que estén durmiendo juntos ¡Los dos son adultos!
—Si tú lo dices… —me encojo de hombros y en ese momento William sale del baño, completamente vestido y luciendo demasiado sexy.
No me canso de verlo.
Llega hasta mí para despedirse con un beso, como hace cada mañana, causando los silbidos de Ana, quien termina toda desgreñada porque Will estruja su cabeza ante su reacción.
— ¡Noo! —se queja— has dejado mi cabello hecho un lio —culmina, molesta.
—Ha sido todo un placer —responde él, riendo, antes de marcharse, dejándonos solas.
Ella trata de acomodar su pelo por un momento mientras me rio por el desastre que ha dejado mi sexy vaquero en su pelo.
Luego de esto nos quedamos charlamos por unos minutos más hasta que ella se marcha, para preparar el desayuno junto a su hermana, y yo prometo bajar después de alistarme y de que Austin descanse al menos un poco más.
[…]
Hace quince minutos que he estado buscando a Will, súper emocionada, por cada rincón del rancho, sin embargo, me ha sido imposible dar con él y es una decepción.
Luego de que Ana no cumpliera su promesa de no contarle a nadie, ella, Gisela y Julián, ahora enterados de las noches que William y yo pasamos juntos, se empeñaron en llevarse a Austin con la intención pasar tiempo con él.
Y aunque en parte sé que es cierto, pues los tres aman a mi pequeño, también estoy consciente de lo mucho que les encanta andar de cupidos y bueno, tampoco me cae nada mal cuando se ponen en ese modo. Rio un poco.
Con ellos cuidándolo desde hace una hora, decidí preparar algo en el aparta-estudio para pasar la tarde con mi chico sexy, si no se encuentra muy ocupado, por supuesto, pues últimamente haba estado muy atareado con los quehaceres en el rancho.
Pero ajá… al parecer tendrá que ser otro día o quizás en la noche cuando él llegue.
Suspiro y, derrotada, entro nuevamente a la casa por la puerta de la cocina para echar un último vistazo y ver si esta vez tengo suerte en encontrarlo.
—¿Dónde has dejado a mi pequeño? —pregunta Luna, sonriendo cariñosamente al verme entrar.
—Lo tienen las chicas y Julián —respondo.
—Pobrecito, ha de estar volviéndose loco en manos de esos desquiciados —ríe.
Editado: 16.08.2020