—No pienso dejar que me alejes de ti, amor —declara nuevamente luego de cerrar la puerta— Necesito que entiendas que no quise que ella viniera ¿sí?
—No lo sé, Will —susurro—. Lo único que sé es que necesito espacio, necesito… pensar.
Me doy la vuelta para ocultar mis estúpidas lágrimas y trato de concentrarme en todo lo que hay en la habitación para no llorar descontroladamente, pero es peor, porque justo frente al sofá observo el espacio que creer para que pasaremos una tarde tranquila viendo películas.
Él también lo nota, pero no hace mención de ello, simplemente me abraza por la espalda y no me resisto, no tengo fuerzas para hacerlo.
—No puedo dejarte sola y que pienses un millón de cosas sobre lo que viste, porque podrías alejarme por completo y eso me mataría —regala un beso a mi cuello, haciendo que tiemble por un momento—, necesito saber que estás consciente de lo mucho que te quiero. Necesito que estés completamente segura de que yo jamás haría algo para lastimarte, Lyane.
Las lágrimas siguen cayendo por mi rostro y lo odio. No quiero llorar.
William suspira y al acariciar mis mejillas las nota mojadas.
—No llores, por favor —me da la vuelta, levanta mi rostro hacia el suyo y sus ojos destellan, suplicantes— ¿Realmente crees que podría estar con otra mujer? —junta su frente con la mía— Tú eres mi todo Lyane, no te cambiaría por nada, ni nadie —me abraza más fuerte y entierro mi rostro en su pecho.
Está claro en mi mente que él no quería que esa mujer se subiera a su regazo y lo besara, su reacción lo confirmó pero, aun así, no puedo olvidar lo que vi. Desde ese momento he sido una montaña rusa de emociones. Primero el dolor, el corazón roto y comprimido, luego la rabia al ver el descaro de la rubia esa y ahora la desolación por haber presenciado ese momento, porque aunque él no haya sido el culpable ese hecho no quita que mi corazón se haya destrozado por completo en el primer momento.
—No sabes lo que eso le hizo a mi corazón, Will. No lo sabes… —sorbo mi nariz— estuve buscándote para pasar tiempo a solas contigo, las gemelas y Julián se llevaron a Austin y en lo único que pensé fue en pasar el tiempo junto a ti —me aprieta más fuerte a medida que mis palabras salen—. Preparé todo esto, tu tarta favorita y… y encontrarte ahí con esa mujer me destrozó por completo.
—Y me encanta que hayas pensado en mí, que prepararas esto. Lo amo, en serio —dice—. Debes entender que no fue mi intensión que esto pasara, arruinando tus planes, haciéndote sentir de esta forma, juro que no quise —besa mi pelo—. Yo jamás querría a alguien más que a ti en cualquier parte cerca de mí.
—Lo sé… —susurro.
— ¿Realmente lo sabes? —pregunta— No pareces muy segura… —dice e intenta darme un beso pero no lo dejo, volteo mi rostro— ¿Por qué no quieres besarme? —pregunta y parece realmente dolido por mi reacción.
Diablos, que lío tengo en mi cabeza. Pienso, porque todo es muy contradictorio, si lo quiero, mucho, pero simplemente no puedo…
—No puedo olvidarlo… No sale de mi mente el hecho de que hace poco ella estaba encima de ti con sus labios contra los tuyos, moviendo sus caderas como si fuera tu dueña y señora.
—Pero no lo es, te pertenezco a ti y si tanto te atormenta esa imagen, no te rindas, borrarlo de mí… —suplica— elimina con tus caricias cada toque que ella haya podido hacerme…
Me aprieto más contra su pecho e inspiro su aroma mientras los pensamientos invaden mi mente y suspiro de forma temblorosa.
Sé que tiene razón y por ello concentro todas mis fuerzas en recordar que no ha sido su culpa, que él la rechazó, en varias ocasiones, que esa mujer es una arpía, que él me quiere solo a mí, que mis pensamientos están completamente herrados.
Impulsada por este hilo de pensamientos, levando mi rostro hacia el suyo y observo sus tormentosos ojos que me devuelven la mirada, suplicantes, su boca entreabierta y expectante y aquella lengua que sale a mojar esos labios carnosos que fueron besados por la persona equivocada, por los segundos más largos de mi vida.
Nuevamente me alzo en puntillas y él se queda completamente quieto, excepto cuando por un momento baja un poco su cabeza, para que pueda alcanzarle y hacer con él lo que desee. Admiro aquellos hermosos ojos azules por última vez antes de cerrar los míos y dar el primer toque, de forma tentativa, esperando que de alguna forma lo recuerde para siempre.
La humedad de sus labios me recibe y él inspira, al tiempo que gruñe un tanto, de forma pesada, por el contacto, sin embargo, no se mueve de su lugar, permanece allí, suprimiendo sus impulsos, dejando que sea yo quien decida lo que quiero hacer.
Sin poder evitarlo, profundizo más el beso, fundiendo con pasión mis labios contra los suyos, aventurando mi lengua en su boca, esperando que la suya me reciba con gusto. Lo hace y esta vez soy yo la que suspiro, queriendo más.
Nuestras lenguas emprenden un baile de necesidad y deseo, y luego de varios minutos allí, saboreándonos el uno al otro, él por fin hace un movimiento, apretándome fuerte entre sus brazos, levantándome por mis muslos, haciendo que enrede mis piernas en su cintura, para luego sostenerme aferrando sus largos dedos en mis muslos desnudos, expuestos por la falda de mi vestido.
Editado: 16.08.2020