Por Ti

CAPITULO 37

Los nervios me ganan mientras observo mi reflejo en el gran espejo de la habitación que prepararon para mí. Abanico mis ojos para retener las lágrimas que tanto quien derramarse y así no arruinar el maquillaje que con tanto esmero me ha hecho Julián.

Esto es tan emocionante.

Doy una última ojeada a mi vestido blanco, a la banda plateada que se ajusta debajo de mi escote en forma de corazón y observo el fluir de la tela blanca cuando me muevo de un lado a otro para verme desde todos los ángulos.

Definitivamente ha sido una gran elección…

Sonrío y saco de debajo del vestido una de las botas vaqueras marrones que he comprado para la ocasión. Tal vez no sean de lo más elegantes pero… ¿Quién en su sano juicio caminaría por los campos de este rancho en elegantes tacones de aguja?

Solo alguien que estuviese dispuesto a romperse el cuello en el proceso.

El tiempo ha pasado bastante rápido y me hace pensar en muchísimas cosas.

Estoy segura de que si alguien me hubiese mencionado, el día que descubrí mi embarazo, el mismo día que mi padre me llevó a esa clínica de abortos, que estaría hoy uniéndome en matrimonio con el hombre más excepcional del mundo, me habría reído fuertemente en su cara.

Tampoco creí jamás que podría conocer a una persona tan maravillosa, especial y pura como Alicia y volverme tan cercana a ella como lo somos hoy en día.

Aquel día en que subí a su auto, dejando todo atrás, ni siquiera me pasó por la mente que encontraría el amor. No pensé que sería bendecida con personas tan maravillosas que me apoyarían con los ojos cerrados.

Nunca llegué a imaginar que mi padre se reivindicaría, que cambiaría de una manera tan sorprendente, que me amaría como siempre debió hacerlo. Que él estaría allí el día de mi boda para llevarme del brazo hasta el altar. Hacia mi futuro esposo.

Nunca imaginé que podría llegar a experimentar el amor que solo una madre puede expresar, por otra persona que no fuera la mía, pero con Luna fue justo lo que sucedió. Porque desde que pisé este rancho ella me ha tratado como una más de su familia, integrándome en cualquier actividad y amándome incondicionalmente. Brindándome un techo cuando más lo necesitaba, aun sin conocerme.

No pensé que conocería la verdadera amistad que me brindan Anastasia, Gisela y Julián. Con ellas y él me he dado cuenta de que, en realidad, antes nunca tuve una amistad sincera. Los tres me han mostrado que cuando eres amiga de alguien, en realidad, se vuelve tu familia.

Y es un sueño el tener a mi pequeño Austin, el niño que alumbra cada uno de mis días, el que coloca una sonrisa en mi rostro sin hacer el mínimo esfuerzo. Pero sobre todas esas cosas, nunca pensé que conocería el verdadero amor.

Sin embargo aquí estoy, a punto de ser la esposa de William Rodríguez, teniendo a mi padre a mi lado, acompañándome, contando con amigos que me apoyan en verdad y a una maravillosa mujer como Luna que siempre está cuando la necesito…

Salgo de mis pensamientos cuando tocan la puerta y después veo a mi padre entrar.

—Oh, Dios mío… —susurra, paralizado, examinándome— Eres idéntica a ella… —contiene un sollozo y limpia las lágrimas de su rostro con su pañuelo— Estás preciosa, cariño.

Abanico mucho más mis ojos y sonrío temblorosamente.

—¡Papá! —le reprendo, juguetonamente— ¡Me vas a hacer llorar…!

El ríe un poco, recomponiéndose, y acercándose para envolverme en un fuerte abrazo. Luego se separa y mira fijamente a mis ojos.

—Estoy muy orgulloso de ti, hija. Has demostrado ser todo lo que yo no he sido, has sido más fuerte que yo en todos mis años —acaricia mi pelo y esta vez dejo que una lágrima ruede por mi mejilla—. No veo mejor hombre para ti que William —concuerdo—. Es un hombre valiente, honorable, respetuoso, pero lo más importante es que te ama y que tú lo amas a él. Te deseo toda la felicidad del mundo, pequeña Maddie.

Lo abrazo fuertemente y siento mi corazón encogerse por sus palabras.

—Tu madre estaría muy orgullosa de ti… —susurra y sonríe— pero ya dejemos de llorar, estoy seguro que ella me estaría reprendiendo en este justo momento por estar a punto de arruinar tu maquillaje. Me daría una paliza por hacerte llorar el día de tu boda, aun sea de emoción —ríe.

Lo acompaño y cuidadosamente limpio las lágrimas de mi rostro.

¡Si llego a dañar este maquillaje, Julián me va a matar!

—¿Estas lista? —pregunta— Tus amigos tienen miedo de que te hayas arrepentido.

—Solo están exagerando, como siempre —sigo riendo y él me sigue—. Sí, estoy lista.

Respiro profundo y salgo de la habitación del brazo de mi padre. Al salir de inmediato mis trío de amigos me reside y tanto las chicas como Julián sueltan un suspiro aliviado cuando me ven salir.

—Ciertamente el dramatismo es su fuerte… —digo, rodando los ojos y sacándoles la lengua, antes de dirigirnos a donde se realiza la ceremonia.

A medida que nos acercamos puedo escuchar el murmullo de algunas de las personas reunidas cuando una de las organizadoras del evento anuncia el comienzo de la ceremonia, dando paso a la banda sonora y al desfile de mi dama de honor, Alicia, y mis demás damas, Ana, Gisela y Julián.




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