—Pero si es el señor que se ha dejado cazar —se burla Michael mientras se acerca a la tina decorativa que han llenado de hielo y bebidas—. ¿Ya te han abandonado?
—Ya quisieras —respondo mientras destapo una cerveza y converso con él.
Toda la celebración ha ido de maravilla. Todos y cada uno de los presentes lo hemos estado pasando genial con todas las actividades que prepararon para este gran día, sin embargo, no puedo evitar que los nervios me ganen al pensar en lo que estoy a punto de hacer.
Es un paso demasiado serio y temo que ella lo rechace.
Las manos me sudan y, luego de que Michael se retire, observo a todos lados esperando ver a Frederick pero es en vano, no lo encuentro, y eso está complicando cada vez más mi situación.
Trato de pensar en otras cosas, como en lo hermosa que está mi esposa el día de hoy, con aquel hermoso vestido blanco y las sorprendentes botas vaqueras que lleva debajo de este.
Fue una gran elección, mucho más si me deja verla llevando solo esas botas esta noche cuando la tenga solo para mí.
Por unos minutos logro distraerme, perdido en mis lujuriosos pensamientos, hasta que mis ojos al fin se encuentran con la persona que he estado esperando.
—Lamento haber tardado tanto —dice Frederick, cuando llego hasta donde está—. A mi abogado le ha cogido el tráfico.
—Lo importante es que ya están aquí ¿cierto? —me impaciento, ya que no veo ningún sobre, ni papeles, en sus manos.
—Sí, no te preocupes —sonríe y da unas palmadas a mi hombro—. Ya deja de preocuparte por nada, hijo. Ella lo aceptará y estará bastante encantada con tu propuesta.
—Eso espero, señor —respondo, no tan seguro como él.
Lo que voy a hacer es demasiado grande y serio como para pensar que ella aceptará así sin más. Ella ama demasiado a ese pequeño y sé que toma todas las precauciones posibles para que él no se vea perjudicado por nada. Pero también debe saber que estoy bastante comprometido con esta familia y sé perfectamente que no es algo con lo que se debe jugar, es un asunto bastante importante para mí y espero que entienda que mi más profundo deseo es hacer toda nuestra relación, nuestra familia, formal.
—¿Dónde están? —pregunto, refiriéndome a los papeles.
—Alicia los está preparando —sacude la cabeza y niega, divertido—. Según ella no debes entregarlo en ese horrible sobre manila, por lo que está resguardándolos en una caja de regalo o no sé qué. Ya sabes, cosas de mujeres... —detiene lo que está diciendo y su mirada va más allá de mí.
Su rostro toma un matiz azucarado y deja ver lo perdidamente enamorado que está de Alicia. Bienvenido a mi mundo, suegro… Pienso, divertido.
—Aquí está —dice ella, entregándome la caja cuadrada que lleva un lazo azul alrededor.
—¿Era necesario? —le pregunto, elevando mí ceja derecha.
—Si es una sorpresa, entonces tienes que hacerla bien —se cruza de brazos y rueda los ojos—. Ella no sabrá lo que es hasta que destape la caja —suspira soñadoramente—. Así será más emocionante.
—Sí, más emocionante... y tal vez yo muera de un infarto ante la expectativa.
—Sería divertido... —se ríe y ahora soy yo quien debe rodar los ojos, aunque no puedo evitar reír con ellos.
Ella se abraza a Frederick quien, luego de decirme nuevamente lo orgulloso que está de que tomara esta decisión, toma de la mano a Alicia y dirige el camino hacia la mesa que tienen asignada.
Inhalo y exhalo profundo varias veces y me armo de valor, antes de dirigirme a donde está mi esposa, que ha pasado de estar con mi madre a bailar en la improvisada pista de baile acompañada de su trío de amigos.
Las chicas logran verme primero y, antes de que pueda protestar, toman la caja de mi mano y me empujan contra ella que, sorprendida, se aferra a mis brazos.
—¿Ya dejarás de evitarme? —pregunta, mientras hace hermosos pucheros.
Ya veo de donde Austin ha sacado esa vena manipuladora...
—Sabes que para mí evitarte es imposible... —le susurro al odio y la aprieto contra mi pecho, inundándome de confianza con su dulce aroma— Nunca podría hacerlo, mucho menos cuando lo único que se me antoja es todo lo contrario —le digo, elevando mi ceja derecha.
Sus mejillas se sonrojan y sonrío ladeadamente.
—¿Aun te sonrojas? —pregunto y aferro mis manos a su cintura— eso es buena señal...
Suelta aquella hermosa risa que me encanta y mi pecho se aprieta.
—Contigo siempre me voy a sonrojar, tus palabras siempre van a tener un efecto demoledor en mí —sonríe abiertamente y me desafía con la mirada, con sus movimientos.
Mi ‘‘amigo’’, felizmente, salta a la vida y tengo que concentrarme bastante en lo mi objetivo principal, para no sucumbir ante su dulce encanto de bruja y empezar la luna de miel antes de tiempo.
—Por más que quiera sucumbir ante tus encantos, pequeña bruja... —la tomo del brazo y beso sus labios— Temo que hay algo más que debo hacer antes de que suceda.
Editado: 16.08.2020