HANNAH
Mi despertador sonó a las ocho de la mañana, no quería que pensasen que era una maleducada si me quedaba dormida hasta tarde, así que me levanté y me fui al baño para darme una ducha. Era una ducha enorme, casi parecía un escenario más que una ducha. Disfruté del agua caliente en mi cuerpo, el champú era de melocotón y el gel de rosas. ¡ Hasta el gel era elegante en esta casa!
Cuando salí de la ducha me envolví con una toalla beige el cuerpo y con otra gris el pelo, y me dirigí al vestidor. Esto se me hacía muy raro... pero bueno; miré la ropa nueva, la verdad es que era ropa preciosa. Al final, me decanté por unos vaqueros azules claros de tiro alto, con un jersey blanco de manga larga metido por dentro y unas converse de plataforma negras. Después me senté en el tocador, me puse corrector en las ojeras y en un par de granitos que me habían salido, rímel en las pestañas y cacao en los labios; me desenredé y me sequé el pelo con el secador, me eché colonia y me puse desodorante y cuando terminé, coloqué todo lo que había sacado en su sitio e hice la cama.
Para cuando salí de la habitación eran las nueve y media, bajé y entré en la cocina donde me encontré a Claire desayunando en la barra y en cuanto me vio me dedicó una sonrisa encantadora mientras se levantaba para cogerme una taza. No sabía dónde estaba nada, así que lo agradecí la verdad.
-He hecho chocolate caliente ¿te gusta?
El chocolate caliente me encanta, además con el frío del invierno viene genial, es mi bebida favorita... Si pudiera beber algo toda la vida, elegiría el chocolate caliente, bueno y el capuccino con leche espumosa también.
-Si, me encanta- le dije sonriéndola mientras cogía la taza que me tendía.
-Bueno dime ¿ qué tal tu primera noche aquí?- me preguntó mientras se sentaba de nuevo en su sitio.
-Bueno, anoche...
-¡ Mamá, me voy !- la voz de Jake nos interrumpió.
Cuando le miré iba vestido con una sudadera negra con capucha, unos pantalones de chándal negros y unas zapatillas Nike.
-¿No desayunas?- le preguntó su madre.
-No, Tom me está esperando abajo.
-Vale, ten cuidado y salúdale de mi parte.
Su hijo asintió mientras se metía el móvil en el bolsillo. Antes de darse la vuelta, su mirada recayó en mí. Me miró de arriba abajo y después a los ojos hasta que se giró y se fue.
-Bueno... ¿Qué me decías de anoche?- me dijo Claire, haciéndome desviar la mirada del lugar por donde había desaparecido su hijo.
Le quería decir que anoche estuve en su biblioteca, porque no podía soportar haber andado por su casa sin más.
- Pues es que no me podía dormir y anoche fui a la biblioteca, lo siento mucho.- le conté y solté un suspiro.
Ella me cogió la mano y me miró con sus ojos azules, que eran muy parecidos a los de su hijo.
- No lo sientas cariño, ésta es tu casa.-
Le sonreí y ella me observó hasta que dijo: - ¿Sabes?, me recuerdas mucho a tu madre...
Debió verme la cara de confusión... Creía que mi padre era el que los conocía y por la cara que puse, se dio cuenta de que yo no sabía la historia completa.
Me sonrió y comenzó diciendo:
-Trabajábamos juntas. Éramos muy amigas. Conocimos a tu padre y a John en una discoteca cuando salíamos una noche.
No sabía que se conocieran tanto... y tampoco sabía cómo se conocieron mis padres.
- No lo sabía- dije y no pude evitar que me saliera una risita.
Ella me miró sorprendida; la verdad es que yo también me sorprendí de mi misma, no llevaba aquí ni un día y ya había dicho algo más que monosílabos y me había reído. Sonriéndome me dio un ligero apretón en la mano. Claire era una mujer encantadora.
- ¿Quieres que te siga contando o prefieres no hablar de ellos?- me preguntó con toda la dulzura del mundo.
- Me encantaría saber más.- le respondí, aunque mi tono no parecía muy convincente ya que la pena hizo su aparición en mi...
- Yo la llamaba Mady porque siempre se quejaba de que Madison le hacía parecer mayor. Éramos como hermanas, las mejores amigas del mundo. Pasábamos mucho tiempo juntas, todos los días, nos prestábamos la ropa, nos maquillábamos juntas, nos hacíamos peinados, íbamos de compras, nos lo contábamos todo. El día que conocimos a tu padre y a John no nos habíamos arreglado; estábamos en el piso que compartíamos Mady y yo en Nueva York preparando los exámenes finales y decidimos tomarnos un descanso, así que nos fuimos un rato a tomar algo y despejarnos, con unos vaqueros y una camiseta. Ninguna de las dos nos habíamos dado cuenta de que un grupo de chicos que estaban al lado, en la barra, nos estaban mirando... De repente, se acercaron dos de ellos, se presentaron y nos preguntaron si nos apetecía tomar algo. Nosotras les dijimos que sólo un refresco porque teníamos que irnos pronto para seguir estudiando y así, fue como conocimos a los que se convertirían en nuestros maridos...
- Muchas gracias por contármelo. ¡Ojalá hubiera tenido yo una amiga así, con la que compartirlo todo e irme de compras...!
- ¿¿¿Quéeee???, ¿¡Y yo quién soy!? Pues... casualmente, iba al centro comercial ¿vienes conmigo? Voy a necesitar tu ayuda.-me dijo mientras recogía las tazas de la encimera.
-Claro- le dije contenta.
Por que la verdad es que lo estaba, recordar a mis padres en otro contexto que no estuviera asociado al dolor y al sufrimiento, fue un gran paso.