Por ti siempre

5

JAKE

Me quedé mirando las escaleras por las que había desaparecido Hannah, no había podido dejar de mirarla desde que había llegado a mi casa. El día que llegó estaba en el gimnasio, de hecho, ni siquiera me acordaba de que iba a venir y sinceramente me daba bastante igual, por eso cuando estaba saliendo de las duchas con Tom para ir a tomar algo con los chicos y me llamó mi padre para decirme que dónde narices estaba, no caí en que era porque la niña fea venía ese día. Le puse ese apodo con Tom porque por lo que sabía tenía 17 años y por las fotos que me había enseñado mi madre era una niña y no era muy guapa, por lo menos hace dos años. Por eso le apodé así.

Cuando llegué a casa me llegó un mensaje de Alexy, mi tutora de la universidad durante los años de carrera; no había hablado con ella desde el lunes y sé que me iba a echar la bronca... llevaba mucho tiempo diciéndole que le mandaría el trabajo que me había pedido pero ni siquiera había empezado... no sabía sobre qué hacerlo.

Me senté en la mesa mirando el móvil y cuando mi padre dijo mi nombre, subí la cabeza para ver que me miraba con mala cara. Me hizo un gesto con la cabeza y desvié la mirada hacia la derecha para ver qué tenía que requerir mi atención antes de que hubiera tocado la comida.

Y entonces, deparé en su presencia en la mesa por primera vez desde que me había sentado, me quedé mirándola. Esa chica era el claro ejemplo de que en la adolescencia no se para de cambiar, ya no era la niña fea de hace dos años. Ahora la niña que esperaba que me mirara era una mujer: su pelo era liso, castaño y lo tenía teñido con mechas rubias, sus cejas estaban perfectamente depiladas y sus ojos color avellana enmarcados con unas pestañas largas que no parecían reales me observaban con timidez, su nariz era delgada y sus labios carnosos lo que me provocó unas ganas locas de morderlos... su piel estaba ligeramente bronceada a pesar de que estábamos en invierno.

Bajó la cabeza ante mi escrutinio y no fue la única que se dio cuenta ya que mi padre carraspeó a continuación. Le miré con el ceño fruncido y volví a mirar a la chica que tenía en frente, quien me volvía a observar.

<<Dios que labios...>>

Necesitaba dejar de mirarla cuanto antes así que le dediqué un asentimiento de cabeza y volví a mirar mi plato. La comida trascurrió con los intentos de mi madre de que ella no estuviera incómoda, mientras yo no podía dejar de echarle vistazos.

Esa misma noche, fue la primera vez que hablé con ella. No podía dormirme. Tenía que empezar el trabajo cuanto antes para Alexy si quería que dejaran de acumularse sus llamadas perdidas en mi móvil. Este trabajo es uno de los peores que me han mandado hacer, no se me ocurre de qué hacerlo y vale la mitad de la nota del curso.

Desde pequeño he sido de cambiar mucho de ideas y no tenía decidido del todo lo que quería estudiar. Sin embargo, cuando me puse a buscar, lo único que me llamó la atención fueron los cuerpos de seguridad y acabé decantándome por la policía. Así, decidí apostar por el doble grado de criminología y derecho. La nota no era baja precisamente, pero llegué de sobra.

Para este trabajo tenía que escoger un caso en concreto y hacer su análisis entero, ya fuese un asesinato o un secuestro, pero por más que buscaba ninguno llamó mi atención.

Estaba quedándome dormido encima del escritorio cuando escuché pasos en el pasillo...comencé a andar tras ellos y cuando la encontré en la biblioteca y empezó a balbucear disculpándose y dirigiéndose corriendo a la estantería casi cayéndose de boca, no pude evitar soltar una carcajada. Mientras ella ponía el libro en su sitio me fijé en su cuerpo: era bajita, no mediría más de 1,60 cm, era de complexión media, estaba vestida con un pijama de color gris de algodón y llevaba unos calcetines rosa de andar por casa, su pelo estaba recogido en una trenza que caía en su espalda, su cuerpo era perfecto y era tan pequeña en comparación a mí... que ese hecho hacía que me gustara mucho más. 

¡Y mira que he estado con chicas... ! Pero su forma de actuar y su manera de esconderse era lo que más me llamaba la atención de ella.

Sin darme cuenta había avanzado hasta ella y ahora me miraba intimidada. 

Cuando le pregunté si le gustaba leer y le di el libro, me quedé mirando el pequeño mechón que había escapado de la trenza. Ella se echó hacia atrás y se dio un golpe con la estantería; puso una mueca de dolor que hizo que bajara el brazo. Yo se lo cogí con una delicadeza que desconocía que tenía. Su piel era tan suave... y ella me parecía tan delicada, que me daba miedo hacer algún movimiento brusco y hacerle daño.

Tras curarle el brazo y preguntarle que cuánto se iba a quedar, su cara se transformó en una cara llena de tristeza, me contestó cortante y subió las escaleras lo más rápido que pudo.

Al día siguiente cuando bajé no me percaté de su presencia hasta que mis ojos, como por acto reflejo, se desviaron solos hasta mi nueva inquilina. Iba guapísima, ¿en serio?, ¿es que todo le quedaba bien?

Después, durante la película, había intentado pincharle para ver cómo reaccionaba... si despertaba algo en ella aunque fuera un atisbo de enfado... quería que se fijara en mí de alguna manera. Al acabar y acompañarle hasta la puerta de su habitación mantuvo los modales y el respeto a pesar de mi actitud y cuando se metió en el baño puse el libro que le había llamado la atención en la biblioteca encima de su cama.

Esta mañana al verla reír había sentido algo que no reconocí. Su risa era dulce y contagiosa. Escucharle reír fue lo mejor que me iba a pasar ese día. 

Lo que despertaba esa chica en mí no era sólo curiosidad sino también algo diferente que no podía explicar. Por eso, cuando subió a su habitación la seguí y cuando estaba a punto de llamar a la puerta escuché cómo lloraba. En ese momento me dolió el pecho como si su dolor también fuera el mío. Llamé a la puerta con dos toques suaves y escuché cómo el llanto cesaba y cómo sus pasos se acercaban a la puerta...




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