HANNAH
Íbamos uno al lado del otro. No pensaba abrir la boca y mucho menos para hablar con él. Era un idiota y un borde y yo no estaba de humor para soportarle, por lo que me limité a mirar la ciudad: las calles estaban abarrotadas de gente y no serían más de las diez de la mañana. Sin duda, esto no tenía nada que ver con mi pueblo.
Un sentimiento de nostalgia me inundó...
Sentí que Jake me miraba pero no me giré para comprobarlo y, cuando me di cuenta, tenía ante mí un edificio enorme de piedra que ocupaba casi la mitad de esa calle a lo ancho y largo. Había adoptado un tono gris con el paso del tiempo. Unas escaleras te daban la bienvenida al imponente edificio y finalizaban en tres grandes arcos de piedra separados por grandes columnas corintias decoradas con todo lujo de detalles, situadas bajo un frontal que se parecía mucho al de los templos romanos. A ambos lados de las escaleras, dos leones también de piedra, vigilaban la entrada desde un podio. Jake empezó a subirlas sin decirme nada. Le seguí indecisa. Frente a mí se alzaron unas puertas dobles, de cristal y madera oscura.
Me giré hacia él...
- ¿Dónde estamos? ¿Qué es esto? - le dije sin saber absolutamente nada; ni qué hacíamos ahí ni por qué había querido que saliésemos de su casa para venir aquí.
Me sonrió y abrió las puertas sin contestarme... y ante mis ojos apareció una enorme biblioteca con ventanales de medio arco en todas las estancias, haciendo que la luz natural iluminará completamente la biblioteca. El techo era de madera esculpida con imágenes pintadas que hacían recordar los retablos que tienen las iglesias; de él colgaban encima de cada mesa unas lámparas de tres círculos dorados que hacían que la luz se multiplicara... Estanterías llenas de libros de diferentes tamaños y colores, estilos y géneros, se encontraban en los laterales acompañando a cada una de las mesas de madera maciza que se sostenía con unas patas también elaboradas como si fueran una obra de arte de otro siglo. A ambos lados de un pasillo unas escaleras te llevaban al segundo piso. Era una biblioteca preciosa, casi parecía más una obra de arte que una biblioteca. En ella se encontraban estudiantes y ciudadanos que pasaban esa mañana de invierno metidos en diferentes historias. Me quedé embobada mirando hacia todas partes, había ido a bibliotecas y librerías, pero nunca había estado en una así. ¡ Era increíble!... viviría allí sin dudarlo.
- ¡Madre mía! - dije emocionada e ilusionada – ¡Esto es increíble!
Jake se puso a mi lado. Su risa me hizo girarme hacia él y de lo contenta e impresionada que estaba, le abracé sin siquiera pararme a pensar en lo que hacía. Pero antes de poder darme cuenta y apartarme, sus brazos me habían rodeado por la cintura. Me debería haber apartado, pero me sentía tan sola y tan fuera de lugar, que el único momento en el que me sentí a salvo y noté como si todas las heridas de mi interior se curaran fue cuando sus brazos me rodearon protegiéndome.
Y ahí me di cuenta de que me había llevado allí porque sabía que me animaría.
Levanté la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Le sonreí pero él se apartó con suavidad.
-Vamos... haz lo que quieras- dijo con tono firme pero suave al mismo tiempo.
De lo feliz y alucinada que estaba pasé por alto su comentario borde y empecé a caminar para perderme en un laberinto impresionante de libros.
Estuvimos paseando por las diferentes secciones durante horas. Nos sentamos en unos sillones rodeados de libros y me di cuenta de que a él no le entusiasmaba la lectura como a mí, pero si que se defendía en el tema; tenía buenos gustos y diferentes opiniones tanto de obras antiguas y clásicas como de libros de novela actual, incluso de novela romántica aunque me dijo que las que más le gustaban eran las de misterio o policiacas.
Me lo pasé mejor de lo que esperaba. Sus respuestas seguían siendo un poco firmes pero poco a poco se fue relajando.
Cuando salimos era la hora de comer así que fuimos a un restaurante al lado de Central Park donde el aire calentito nos abrazó desde el mismo momento en que entramos.
Era un restaurante precioso y amplio: el suelo era de madera, la barra estaba totalmente equipada, de cristal negro... le daba un toque muy elegante. Las mesas eran negras y los asientos eran sofás de color marrón clarito. En cada mesa había un par de velas junto a una planta bastante cuidada de preciosos tonos verdes. A cada lado de la mesa había salvamanteles negros. Todo el ambiente era tenue, las lámparas colgaban encima de cada mesa y eran de cristal transparente. Los ventanales eran enormes y estaban completamente limpios ofreciendo una vista perfecta de Central Park.
Nos sentamos en una de las mesas al lado de las cristaleras.
Una camarera con el pelo teñido de negro y con mechas azules se acercó para tomarnos nota. Yo pedí una ensalada césar y él una hamburguesa con queso. La chica se quedó mirando más de la cuenta a Jake cuando terminamos de pedir.
Volví la cabeza hacia la ventana y me quedé ensimismada viendo cómo las hojas caían de los árboles y cómo éstas eran mecidas por el viento hasta caer unos metros más adelante; era extraño, me sentía como una de esas hojas: ahora mismo no tenía un rumbo fijo ni sabía qué pasaría con mi vida, simplemente me limitaba a seguir a quien me lo dijera porque después de tanto sufrimiento yo ya estaba marchita. Sin embargo, pasar la mañana en la biblioteca, con Jake, había actuado para mí como si me regaran y una de las raíces que me formaban empezará el proceso para volver a florecer.
-Bueno...- dijo de repente la voz grave de Jake sacándome de mis pensamientos- ¿Cuándo te convertiste en la loca de los libros?
Resoplé. Este chico era completamente disfuncional y le gustaba mucho, mucho, muchísimo pincharme pero le respondí igualmente.
-Pues... no lo sé, desde pequeña siempre me ha gustado- hice una pausa para tragar, cogí una de las servilletas y empecé a tirar de sus esquinas haciendo con ésta pequeños trozos. - Mis padres siempre me regalaban por mi cumpleaños al menos un libro.