JAKE
No podía dejar de pensar en ella...
¡¿Por qué al puto portero le sonríe y conmigo deja de sonreír?!...
No soporto que con los demás su sonrisa esté presente todo el rato pero conmigo sólo dure unos segundos. Lo había comprobado con mis padres y ahora con el anormal del portero... No le conozco de nada pero yo ya sé que es anormal. De todos modos, no enturbió el hecho de verla tan ilusionada en la biblioteca. ¡Cómo le brillaban los ojos, cómo se le iluminó la cara en cuanto entró! Por un momento no vi a la chica triste e insegura que había conocido, vi a una chica completamente diferente, con ilusión y alegría por algo.
El resto de la tarde la pasé metido en mi habitación mirando el móvil y pensando en mi trabajo, el mismo trabajo que todavía no había empezado. Así que, me tumbé con el portátil en mi cama. Después de horas buscando, logré encontrar un caso que me llamó la atención; creo que si hubiera seguido sin encontrar uno, el próximo caso de asesinato hubiera sido el mío porque hubiera acabado asesinado por Alexy.
El caso trataba del asesinato de una chica encontrada en uno de los edificios abandonados del Bronx; su cuerpo estaba intacto, ni un solo rasguño según lo que decían distintas páginas y las noticias. Lo único que destacaba en ese asesinato era la enorme cicatriz en forma de triángulo en su frente hecha con un arma blanca de punta fina.
Cuando me quise dar cuenta eran las diez de la noche y había conseguido avanzar bastante. Llevaba casi la mitad del trabajo hecho. Había conseguido mucha información, quizá demasiada y con la ayuda del planning que me hizo Alexy, el trabajo le sacaré con muy buena nota.
Antes de bajar a cenar, le pasé a Alexy por correo lo que llevaba hasta ese momento.
La cena transcurrió con mi padre hablando de su trabajo, mi madre mirándole y dándole de vez en cuando su opinión al respecto y riéndose de alguna cosa; la verdad es que no estaba muy pendiente de lo que hablaban porque yo estaba mirando a Hannah, viendo cómo sus labios se curvaban en una media sonrisa cuando algo le gustaba o cómo cuando algo le incomodaba o no le gustaba de lo que se hablaba fruncía ligeramente el ceño sin llegar a pronunciarlo tanto como para que se notase.
Antes de acabar de cenar, mi padre ya había contado absolutamente todo su día y cuando digo todo, es todo. Entonces comenzó a hablar mi madre:
- ¡Chicos!... Se acerca la Navidad. Hannah, nosotros todos los años celebramos la Navidad en el pueblo de la montaña en el que viven mis padres y mi hermana mayor con su familia, Bushkill. Está en las afueras de Pensilvania y en esta época del año, aquello está precioso.
Hannah observaba a mi madre completamente concentrada en todo lo que decía, parecía que le interesaba el tema.
- Mi hermana tiene una casa enorme. Es donde nos quedamos todos los años a dormir. La casa de mis padres está prácticamente al lado y es donde solemos cenar en Nochebuena.
Mi madre se lo estaba contando con una sonrisa de oreja a oreja, más ilusionada que una niña cuando abre los regalos.
La vista de Hannah se posó en mí unos segundos antes de volver la cabeza hacia mi madre, a la que no le había pasado desapercibido el gesto.
-No tenéis que dormir juntos ni nada por el estilo si es algo que te preocupa.
<<¡Joder!... gracias mamá.>>
Si no se le había pasado la idea por la cabeza, podía colar... pero nooo, ¡tiene que ser mi madre la mejor tutorizada del año que le ayude a no sentirse incómoda!
-Era para que lo supieras.- le dijo mi madre agarrándola de la mano- Mañana te ayudo si quieres a hacer las maletas.
-¿Cuándo nos vamos a ir? - preguntó Hannah con cierto tono de desaprobación.
-Nos vamos pasado mañana en avión. ¿Te parece bien, cielo? - dijo mi madre al notar cómo se tensó Hannah cuando dijo la fecha, porque lo noté hasta yo desde mi asiento y eso que no la estaba sujetando la mano.
-¡Claro! - dijo Hannah con una sonrisa. Aunque algo le preocupaba, se lo notaba claramente.
Por la mañana me fui un rato al gimnasio, necesitaba estar lejos de ella, aunque fuera durante un rato. Tenerla cerca era una tortura.
Cuando llegué a casa, algunas maletas ya estaban en la entrada. El vuelo salía a las seis y media de la mañana así que tendríamos que despertarnos a las cinco para llegar con tiempo al aeropuerto.
No me costó mucho hacer la maleta porque todos los años metía más o menos lo mismo: camisetas, pantalones de chándal, deportivas y poco más. La ropa que me suelo poner en Navidad está en casa de mis abuelos.
Me puse a ver una película en mi ordenador cuando me llamó Tom. Hacía varios días que no le veía y hoy no le he avisado para ir juntos al gimnasio. Cuando descolgué y puse el altavoz, la voz de mi mejor amigo resonó por toda la habitación.
-¡¿Dónde coño te metes, tío?!- está cabreado, lo noto por su tono de voz. No sé qué habrá pasado, supongo que alguna discusión con Sasha; llevan desde el instituto juntos y siempre chocan por algo. A pesar de la infinita paciencia que tiene Tom, le joden algunas cosas.
-He estado liado, ¿Qué te pasa? - le digo conteniendo la risa al oírle resoplar a través del móvil.
-Lo de todos los años- me dice volviendo a resoplar. Me le imagino completamente frustrado pasándose la mano por la mandíbula (gesto que hace desde el primer año de instituto). - Sasha quiere que este año vayamos a su casa del lago con toda su familia para pasar las Navidades.
- ¿Y qué tiene eso de malo? - le digo, imaginándome lo que va a decirme como todos los años que se lo ofrecen...
-¡Pues que su familia me odia!- me grita.
Pongo los ojos en blanco. La familia de Sasha no le odia en absoluto. Conozco a esa familia igual que a la de él y sé perfectamente que no le odian. Dice esto porque el exnovio de Sasha fue un año allí y acabaron dándose de ostias porque el otro gilipollas no paraba de pincharle. Se siente culpable por haber actuado así y piensa que ahora le ven como una persona violenta. Pero no es así, de hecho, cuando ocurrió, los padres de Sasha echaron al payaso del ex de su casa. Pero no puede evitar pensar que le ven como una mala influencia para ella.