Por ti siempre

10

JAKE

Cuando me desperté, lo primero que noté fue el olor a rosas del pelo de Hannah.

Al abrir los ojos, la vi. Estaba girada hacia mí y me rodeaba el torso con su brazo. Sus preciosos ojos color avellana que me volvían loco, estaban cerrados y sus grandes pestañas descansaban en sus pómulos. Sus labios estaban ligeramente entreabiertos.

¡Dios, me moría de ganas de besarla!
Nunca me había sentido así con una chica, mucho menos más pequeñas que yo. Normalmente pasaba de todas porque no quería nada serio con nadie.

Pero con Hannah era diferente, desde que la vi por primera vez, me dejó ensimismado, no podía dejar de pensar en ella, me volvía loco. Su forma de hablar, sus expresiones, sus ojos, su pelo, su forma de ser, tan educada y tímida, su forma de no dejar que nadie se le acercase más de lo que ella permitiera. Eso era lo que no me gustaba, porque quería conocerla mejor que nadie. Era la chica perfecta y la tenía en mi casa viviendo, y ahora mismo a mi lado en la cama.

Me levanté con cuidado de no despertarla, me puse unas bermudas negras, una camiseta de tirantes gris y unas playeras negras. Bajé al sótano de mis tíos donde estaba el gimnasio. Estuve durante una hora y cuando terminé subí a la habitación a ducharme.

Hannah todavía estaba dormida, así que, con cuidado de no hacer mucho ruido, me duché.

Cuando acabé, salí a coger la ropa del armario y Hannah ya se había despertado. Sus ojos se posaron en mi cuerpo y vi cómo se sonrojaba. Me encantaba tener ese efecto en ella, me acerqué y noté cómo se ponía tensa.

-Buenos días, preciosa. - le dije, mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de su oreja.

Ella se estremeció de pies a cabeza, y respiro hondo.

-Buenos días Jake, ¿has dormido bien? - me dijo con un hilo de voz y clavando sus enormes ojos en los míos.

- ¿Yo? ¡Mejor que nunca! - me di cuenta de cómo agachaba la cabeza mientras sonreía - ¿Y tú cómo has dormido?

- Bien, espero no haberte molestado. - me dijo más tímida que nunca.

Sin poder evitarlo, cogí con las manos sus mejillas y acerqué su cara a la mía.

-Entérate de una vez, tú no me molestas nunca. - le dije, y mis ojos se posaron en sus labios. - Y aunque lo hicieses, no me importaría.

Ella también me miró los labios y justo cuando iba a besarla, te juro por mi vida que iba a hacerlo, se apartó ligeramente de mí.

Le dejé apartarse, no quería que se alejase de mí y que se sintiese incómoda y, aunque me muriese de ganas, tenía que esperarla... la esperaría hasta que ella me dijese.

Ella entró al baño a cambiarse y yo mientras tanto, me puse unos vaqueros azules y una sudadera blanca junto con unas zapatillas también blancas.

Cuando salió iba vestida con unos vaqueros azules, un jersey blanco con las mangas anchas de punto con un poco de cuello y unos botines marrones; en su cuello, el collar que llevaba siempre del infinito y en su muñeca izquierda una pulsera discreta. Llevaba puesto un poco de rímel, pero no llevaba nada más de maquillaje y se había recogido el pelo en una trenza que le caía encima del hombro derecho.

Ambos hicimos la cama y cuando acabamos, bajamos a desayunar. Ya estaban sentados en la mesa mis padres, mis tíos y Mary, que en cuanto me vio estiró los brazos hacia mí. La cogí con cuidado y me senté a la mesa con la peque en mi regazo mientras todos desayunábamos.

- ¿Qué tal habéis dormido chicos? - preguntó mi madre cuando empezamos a desayunar.

Mis ojos se dirigieron hacia Hannah que me estaba mirando un poco sonrojada. Sonreí al verla así.

-Hemos dormido muy bien, ¿verdad Hannah? - le dije, lo que hizo que ella levantase la cabeza y dejase de mirar al plato.

-Eh... sí - dijo balbuceando un poco – Hemos dormido bien.

Yo me reí sin que nadie me viera mientras le daba a mi prima un poco de mi desayuno: huevos revueltos.

-Chicos, hoy llegan nuestros amigos del colegio y nosotras tenemos que colocar la casa y prepararles las habitaciones. - dijo mi tía- John y Robert van a ir a quitar la nieve del patio. ¿Os importa cuidar de Mary mientras nosotros estamos liados, por favor?

-Claro, no te preocupes. - dijo Hannah de inmediato, cosa que me sorprendió.

-Muchas gracias. - dijo mi tía levantándose para empezar a recoger la mesa.

Recogimos el desayuno y estuvimos jugando con Mary durante todo el día. Tomamos el té; me hizo jugar a ser su caballito para rescatar a Hannah del monstruo de fuego que la había atrapado en una mansión encantada; quiso que Hannah la maquillase como a una niña mayor y que le hiciese unas trenzas. Mientras Hannah peinaba a Mary, yo las observaba con una gran sonrisa.

Cuando casi nos íbamos a acostar, se oyó el timbre y fuimos todos al salón para presentarnos a los amigos de mi madre y de mi tía. Mi prima ya no se despegaba de Hannah, iba agarrada de su mano desde que le habíamos dado la cena hacia un rato.

La puerta se abrió y entró una familia bastante elegante: el hombre transmitía seguridad y su complexión me recordaba a la de un nadador de élite; a su lado, una pelirroja con pecas en la cara y ojos celestes: era su mujer y detrás de ellos, quien supuse que serían sus hijos: dos chicos jóvenes, más mayores que Hannah, rondando mi edad. El más alto era rubio con ojos marrones y la verdad es que estaba bien entrenado al igual que el otro, aunque no era tan alto como él; tenía los ojos verdes y el pelo castaño.

Saludaron primero a los padres y luego se acercaron a nosotros. La mujer nos saludó con entusiasmo tanto a Hannah como a mí. Me recordaba en eso un poco a mi madre y a mi tía. El hombre simplemente nos saludó cordial. El más pequeño de los hermanos me saludó con un apretón de manos. Parecía bastante majo. Cuando giré la cabeza para ver a Hannah, ella estaba saludando al que supuse que era el mayor de los hermanos que había ido directamente hacia ella.




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