Por ti siempre

12

JAKE

Por la mañana me desperté antes que Hannah, se había quedado dormida en el porche y le había subido a la cama en brazos. Su cuerpo era tan pequeño que me daba la sensación de ser lo más frágil que había tenido entre mis manos.

Anoche, por fin, había pasado lo que llevaba queriendo que pasase desde la primera vez que la vi. No podía dejar de pensar en sus suaves labios pegados a los míos, en su forma de moverlos, en su aroma, en la manera en que me agarró del cuello y cómo sus dedos me acariciaban la nuca.

Cuando la había visto con el gilipollas ese en la cocina, solo pensé en ella, en cómo a ella le podía gustar cualquier otro chico y en que en mí ni se fijaría. Sin embargo, yo solo podía estar pendiente de ella. En su forma de sonreír, en su forma de reír, en su forma de jugar y hablar con Mary, en cómo a la pequeña parecía gustarle Hannah tanto como a mí.

En otro momento hubiese dicho que es imposible que en tan solo dos semanas me gustase tanto una chica, pero Hannah me rompió por completo todos los esquemas. Desde que había llegado, algo de ella me atrajo… cuando la tengo cerca me pongo nervioso… cuando me mira, un cosquilleo que no logro reconocer se instala en mí y eso, solo ella lo ha conseguido hasta ahora.

Por eso al despertarme ese día, girar la cabeza y ver sus preciosos ojos color avellana cerrados y sus interminables pestañas perfectamente rizadas reposando en sus pómulos, rosados por el frío, esa sensación se intensificó solo por verla.

Me quedé mirándola y solo podía pensar en lo imbécil que había sido por no querer que viniese cuando me lo dijeron.

La miré y sin pensarlo me acerqué a ella y empecé a darle besos en la mejilla esperando que se despertase. En el momento que vi una sonrisa formarse en su cara, la mía apareció instantáneamente. Abrió los ojos y me miró de una manera que hizo que mi corazón empezase a latir de una manera frenética.

-Buenos días. - me dijo, con un tono de voz risueño y dulce.

-Buenos días, preciosa. - me acerqué, y la besé. - Nueve horas.

- ¿Qué? -me dijo extrañada.

- Nueve horas desde que no te beso. - le dije esperando a ver cómo reaccionaba.

Se rio y reaccionó como no me esperaba que lo hiciese. Me agarró de la nuca, me acercó a ella con fuerza y me besó. En el momento en el que sus labios me tocaron, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, el estómago me dio un vuelco, y mi corazón empezó a latir como un loco.

Nuestro beso empezó siendo suave y comedido, hasta que ella se subió encima de mí a horcajadas; mis manos se dirigieron automáticamente a su cintura y la atraje hacia mí, ese roce me encendió por completo y cuando ella me agarró del pelo y me atrajo más hacia ella, quise tenerla para mí. Mis besos se desviaron a su cuello y cuando deslicé la lengua desde el hueco de su clavícula hasta el lóbulo de su oreja soltó un jadeo que hizo que no pudiese parar, la agarré del cuello y mientras, pase mi dedo pulgar por sus labios. Cuando la escuché volver a suspirar me aparté y la besé como no había besado a nadie nunca.

Al final ella se apartó suavemente de mí y se quedó mirándome a los ojos, lo que hizo que me pusiese muy nervioso hasta tal punto que tuve que desviar la mirada, porque no podía aguantar la suya… me era completamente imposible. Cuando sentí su mano en mi pelo hacerme caricias, volví a mirarla y con una voz suave me dijo:

- Me encantan tus ojos. - y me sonrió de una manera que hizo que mi corazón se derritiese por completo.

-A mí me encantas tú- le dije para ver como reaccionaba.

Se sonrojó, desvió la mirada y le salió una sonrisa que era la primera que veía… completamente verdadera, sin una pizca de incomodidad.

La cogí del cuello y la acerqué a mi para volver a besarla de nuevo, necesitaba volver a probarla, tenerla para mí.

Sus labios eran tan suaves que me tiraría la vida entera besándolos. El ritmo con el que ella seguía el beso me encantó, simplemente me dejé llevar por ella. Introduje mi lengua en su boca, para ver su reacción, me esperaba que se apartará o que se quedara un poco desconcertada y no supiera seguir, pero lejos de achantarse o reaccionar como yo pensaba que lo haría, enroscó su lengua con la mía.

En ese momento empecé a pasarlo muy mal y que ella estuviese encima de mí no me ayudaba para nada. Sus brazos se enroscaron en mi cuello y mis manos directamente se fueron a su culo, ella soltó un suspiro que me excitó más de lo que estaba.

En ese momento, llamaron a la puerta y me puse a maldecir a cualquiera que estuviese detrás, molestándonos. Justo en ese momento, ¿quién es tan inoportuno?

-Chicos, vamos que es tarde y necesito que me ayudéis ¡bajar en cuanto podáis! - la voz de mi madre se escuchó detrás de la puerta.

Joder mamá, siempre en el mejor momento. Esta mujer tiene el don de la oportunidad, te lo juro.

Hannah se puso nerviosa al escuchar a mi madre y se apoyó en mis hombros para levantarse de encima de mí pero yo no quería que se moviese así que la agarré de la cintura y la dejé en el mismo sitio en el que estaba.

-¡Vale, enseguida bajamos mamá!- grité, y cuando mi madre me dijo que vale y la escuché alejarse…

Besé de nuevo a Hannah, y cuando le mordí el labio, ella me sonrió y se apartó.

-Tenemos que prepararnos que tu madre nos ha dicho que bajásemos.

Así que pillándome desprevenido se levantó de encima de mí, cogió la ropa del armario y se metió en el baño. Al cabo de unos minutos escuché el agua de la ducha, y aunque me hubiese encantado estar ahí con ella, me levanté, hice la cama y cogí la ropa del armario.

Al cabo de 15 minutos salió Hannah vestida y peinada, se había puesto un jersey de lana negro de cuello vuelto, unos vaqueros negros también, una chaqueta de cuadros blancos y azules, y unas botas negras que eran de falso cuero. El pelo se lo había recogido en una coleta alta y cuando pasó por mi lado su colonia de coco me inundó todos los sentidos.




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