HANNAH
Al aterrizar, recoger el equipaje y subirnos a los coches, me empezaron a entrar nervios... le iba a ver otra vez después de varios días separados. Por un lado, tenía ganas y por otro lado no quería, porque no sabía si lo que me encontraría sería un Jake que me ignorase por completo e hiciese que no existía o el Jake al que tanto echaba de menos.
Cuando llegamos de nuevo al apartamento, todo estaba en calma y tranquilidad. La casa estaba exactamente como la dejamos al irnos... ¡hombre! Sería lo normal la verdad, pero no sé, a lo mejor me imaginaba a un Jake mucho más desastre y desordenado.
Llegamos sobre las cinco de la tarde, y al llamarle un par de veces y que no apareciese, dimos por hecho que estaría trabajando, aunque todavía no sabía en qué. No había querido preguntar mucho por miedo a que pensasen cualquier cosa.
Me fui directa a mi habitación, deshice la maleta y el neceser y coloqué los regalos. Coloqué los libros que me había llevado para las vacaciones; me quedaban 18 páginas para acabarme el libro que me dio Jake, la verdad es que acertó, estaba siendo muy interesante. Me tumbé en la cama, estaba muy cansada del viaje, y los nervios de no tener a alguien que me sujetase la mano durante el vuelo me dejaron mucho más cansada de tanta tensión acumulada. En ese momento eché de menos a Jake, porque cuando cogí mi primer vuelo él fue el que se dio cuenta de mis nervios y el que estuvo a mi lado. Tenerle cerca me tranquilizó y me ayudó mucho a afrontar esa primera vez en avión. Esta segunda vez, sin él a mi lado, no fue igual..., pero cerré los ojos y me imaginé que estaba a mi lado y que me estaba dando la mano, y me tranquilicé más de lo que pensaba.
Sin darme cuenta me quedé dormida.
-Hannah, las amistades son así a veces, es lo que pasa cuando te importa alguien de verdad, que hay discusiones, pero si realmente os queréis volveréis a estar juntas como siempre ya lo verás. - dijo mi padre, mientras íbamos por aquella carretera, en uno de los días más fríos del pueblo en los últimos años.
-Claro, por ejemplo, tu padre y yo hemos discutido muchas veces, pero no por eso no nos queremos y no vamos a estar bien de nuevo. Te aseguro que cuando hay algo especial con alguien lo notas y se arregla por muchos baches que haya. - continuó mi madre poniendo más caliente la calefacción.
En la parte de atrás del coche, se veía muy poco la carretera debido a la niebla, yo desde atrás veía difuminadas las rayas blancas de la carretera. Miré por la ventana, vi los árboles nevados y cubiertas sus ramas de hielo. Sólo podía pensar en la pelea con mis amigas, y en lo triste que estaba. De repente un estruendo se escuchó que me hizo dar un bote en el asiento.
-Tranquilas, tranquilas, ha sido la rama de aquel árbol, se ha debido caer por el peso de la nieve. - dijo mi padre, tranquilizándonos.
Fue en ese momento en el que mi canción favorita empezó a oírse en la radio. Y mientras cantaba el estribillo, un chirrido de una de las ruedas se escuchó, el coche resbaló, mi padre intentó mover el volante con todas sus fuerzas y lo más rápido posible, pero nada funcionó. El coche empezó a dar vueltas de campana bajando así hasta el fondo del terraplén antes de estamparse contra una gran roca. En ese momento no podía pensar en nada, pero a la vez estaba pensando en todo, era una sensación extraña, no la puedo describir con palabras, y aquello que estaba recordando se esfumó cuando empezaron los golpes contra la ventanilla... el asiento de mi padre, el techo del coche, las rozaduras del cinturón en el cuello o cuando mi pierna derecha se quedó debajo del asiento de mi padre completamente torcida sin poder moverla. Sentía los cristales de las ventanas clavándose en mi rostro, notaba cómo me rasgaban la piel tan rápido que apenas sentía el corte, sólo el escozor que dejaban después y la sangre extendiéndose por toda la cara. En el momento justo del impacto contra la roca me quedé inconsciente, y lo único que pensaba en ese momento aparte de en el dolor físico y en el gélido frío que entraba por todas las ventanas del coche, ya que todas se habían acabado rompiendo a medida que el coche bajaba, fue ¿papá?, ¿mamá?, ¿dónde estáis?, porfa, ¡ayudarme a salir!
Cuando me desperté e intenté moverme, un dolor horrible me hizo gritar. Mi pierna me dolía muchísimo y no podía sacarla. Intenté sacar el brazo izquierdo de debajo de mi cuerpo y tras mucho dolor, finalmente lo conseguí. Empecé a mirar por todas partes mientras no paraba de temblar, lo cual me estaba matando porque cada vez que temblaba inevitablemente a causa del frío, realizaba movimientos involuntarios y los dolores se incrementaban. Mi voz salía entrecortada a causa del frío, pero aun así intenté pedir ayuda.
-¡¡MAAAAAMÁ!!, ¡¡PAAAAPÁ!!, ¡¿HOLAA?!, ¡¡AYUDADME POR FAVOR!!
Sin respuesta. Nadie acudía en mi ayuda, y eso que estaba intentando gritar con todas mis fuerzas.
De repente unas figuras vestidas con abrigos naranjas se acercaron a mí, entre cinco de ellos me sacaron la pierna de debajo del asiento, y aunque estuviesen teniendo el máximo cuidado, me hicieron muchísimo daño. Fue un dolor tan fuerte que se me escaparon las lágrimas..., no quería gritar por si mis padres se preocupaban desde fuera, así que me hice la fuerte pensando que cuando me sacasen de ahí y me reencontrase con mis padres les diría que estaba bien para que no se preocupasen y se sentirían muy orgullosos de mí, de lo fuerte que era y de lo valiente que había sido.
Me subieron a una camilla. Intenté buscar a mis padres, pero mi cuerpo me lo impedía, y cuando me subieron a una ambulancia, unas figuras vestidas también de naranja subieron tras la camilla y se situaron a mi lado. Sin poder verlos bien y muy aturdida, supuse que eran mis padres, lo que me tranquilizó e hizo que no estuviese tan nerviosa.
En un momento dado, mi cuerpo cedió y sin querer, de repente me dormí.