Por ti siempre

22

JAKE

Llegué a casa después de pasar todo el día en las prácticas. Estaba deseando llegar a casa porque sabía que la vería después de varios días. Había intentado concentrarme y mantenerme distraído, pero todos mis pensamientos acababan en ella. No había parado de pensar en ese momento todo el rato. El momento de verla.

Salí de mi coche Audi A5 negro lo más rápido que pude después de haberlo aparcado en el aparcamiento privado del edificio revisando que no me olvidase nada. Me subí al ascensor y le di al botón de mi casa varias veces seguidas, como si eso hiciese que subiese más rápido; gracias a dios nadie interceptó al ascensor mientras subía, porque de las ganas que tenía de llegar, fácilmente le hubiese metido la cabeza en el suelo. Cuando por fin el ascensor llegó y se abrieron las puertas, me acerqué rápidamente hasta dónde se oían las voces procedentes de la cocina, allí mis padres estaban hablando, o más bien mi madre estaba hablando y mi padre escuchaba. Mi madre estaba empeñada en hacer reformas en su habitación y mi padre no estaba muy por la labor. Escuchar su conversación no era lo que más me importaba ahora, la verdad. Recorrí, toda la planta de abajo con la mirada y no la vi.

-¡¡Hola cariño!!-gritó mi madre en cuanto me vio, vino corriendo a abrazarme.

Le devolví el abrazo y acto seguido vi a mi padre a nuestro lado. Me tendió la mano, cuando se la di tiró de mí y me dio un abrazo.

- ¿Qué tal el viaje? - les pregunté. Me apetecía hablar con mis padres, pero me apetecía más ver a Hannah.

- Bien, tu madre lleva con el mismo tema desde que nos hemos sentado en el avión. - dijo mi padre, mientras mi madre le lanzaba una mirada venenosa al mismo tiempo que le replicaba.

Me reí, pero quería saber dónde estaba la chica que no me había podido quitar de la cabeza desde que volví.

- ¿Y Hannah? - pregunté.

Mi madre paro su monólogo para contestarme, lo que creo que mi padre agradeció por la mirada que me echó.

-Está arriba, ¿me haces el favor de ir a buscarla que a la cena le queda muy poco? - dijo mi madre. Ahí caí en que el horno estaba encendido y en el fuerte olor a pescado con limón.

Asentí, no me hacía falta más, solo quería verla. Subí las escaleras corriendo y me apresuré a cruzar el pasillo para llegar lo antes posible a su cuarto. Estaba deseando abrazarla, aunque no sé si me iba a dejar, pero me conformaba con verla. Después de la charla con Tom, la verdad es que me había cambiado la manera de pensar: es posible que haya estado centrado en lo que sentía por ella y no en lo que ella sentía, pensaba que podría hacer que estuviese mejor y conseguir que no pensase en lo que le había pasado, pero no lo conseguí, asique ahora me iba a centrar en cómo estaba ella y lo que necesitase para estar a gusto y poco a poco mejor dentro de lo que la situación nos deje. Voy a intentar que esté feliz y contenta la mayor parte del tiempo. Intentaré con todas mis fuerzas que esa sonrisa preciosa que tanto me gustaba estuviese presente en ella, y haría lo que estuviese en mi mano para conseguirlo.

Llamé a la puerta nervioso, más de lo que había estado en mucho tiempo. No escuché nada. Iba a volver a llamar cuando de repente la puerta se abrió y ahí estaba ella; su cara reflejaba sorpresa, está claro que no se lo esperaba. Sus mejillas estaban rojas, tenía el pelo mojado y enredado, imagino que acabaría de salir de la ducha, iba vestida con un pantalón de chándal azul marino y una sudadera blanca, en los pies tenía puestos unos calcetines de andar por casa negros. Hubo un momento en el que no reaccioné, la analicé de arriba a abajo, lo cual ella notó porque vi cómo agachaba la cabeza ante mi escrutinio. Intenté salir de mis pensamientos y centrarme en ella.

-Hola, ¿qué tal el viaje? - le dije, mientras intentaba que se me quitase de la cabeza el pensamiento de besarla que estaba teniendo en ese momento.

-Hola, bien, aunque me hubiese gustado enterarme de que habías desaparecido de la nada. - me dijo sin miramientos, segura y yo diría que hasta molesta de que no se hubiese enterado.

Me pilló desprevenido, no me esperaba esa replica por su parte, Hannah hasta ahora no me había hablado así en ningún momento, no supe cómo reaccionar.

- ¿Qué? - pregunté, alucinado, aunque no sé por qué no pude evitar que se me dibujase una sonrisa, pues con esa simple respuesta me dio la esperanza de que quería saber de mí, lo que me parecía impensable hace un par de semanas.

Ella se dio cuenta de mi sonrisa, se quedó mirándome unos instantes y se dio la vuelta mientras se dirigía al baño. No me lo pensé dos veces y la seguí, me apoyé en el umbral de la puerta, ella había cogido su cepillo rosa y empezó a desenredarse el pelo. No sé por qué, pero verla así vestida, sin maquillaje y con el pelo mojado, hizo que algo cambiara, me pareció que estaba más buena todavía. Dejé pasar esos pensamientos, no quería centrarme en ellos... si no era muy probable que la cosa terminase en un enfado por su parte y en mi cara una ostia bien merecida.

- ¿Me puedes explicar a qué viene esto ahora? - le dije, con una sonrisa un poco más visible que la anterior, a causa de mis pensamientos fugaces.

-Nada. - dijo. Seguía concentrada en su cometido, aunque de repente se dio la vuelta y me miró. -... Aunque me hubiese gustado saber que no te habían abducido unos ovnis, o matado un asesino en serie o que te hubiesen comido unos osos del bosque... - dijo apresuradamente al mismo tiempo que se cepillaba el pelo cada vez más rápido. Finalmente se dio la vuelta de nuevo hacia el espejo.

Sus ocurrencias me hicieron reír. Ella volvió a su semblante serio mientras se miraba en el espejo. No lo pude evitar y me acerqué a ella, me coloqué detrás y agaché la cabeza hasta su oreja.

-Pensaba que no querías saber nada de mí. - le susurré, aumentando la sonrisa al ver que un escalofrío le recorrió.

Ante esa reacción de su cuerpo, mis manos se posaron en sus caderas... con un dedo empecé a hacer círculos en su piel, una de mis manos subió acariciando con las yemas de mis dedos hasta sus costillas. Hannah se irguió y un suspiró salió de su boca. Sin pensar, asumiendo lo que viniese después, me hundí en su cuello y fui dejando besos desde su mandíbula hasta la clavícula, lamí desde la parte baja del cuello hasta el lóbulo de su oreja, miré el reflejo del espejo mientras lo hacía y vi cómo sus ojos se cerraban ante mi gesto.




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