Por ti siempre

25

HANNAH

Las dos semanas siguientes pasaron muy rápido.

Hacía prácticamente 2 meses desde que había llegado aquí. Entre unas cosas y otras el tiempo había pasado volando y aún me costaba asimilarlo.

Fue difícil porque a pesar de saber que Jake estaba bien y que podía llegar a verle fugazmente en los desayunos, seguía ignorándome, desde aquel día en el que fui una idiota con él. Me gustaría haber hablado con él, utilizando como pretexto la nota que me dejó en el estuche, sin embargo, me había resultado muy complicado acercarme a él por mucho que lo intenté: el desayuno era el único momento en el día en el que coincidíamos y en cuanto yo me sentaba, él se levantaba; además nunca estábamos solos.

Su nota me dio a entender que se arrepentía, o por lo menos que se sentía mal por haberme ignorado por mucho que me lo mereciese, pero su manera de actuar me daba a entender que no me quería cerca. Creo que simplemente necesitaba pedirme perdón por aquello que había hecho mal, pero dejándome claro con su comportamiento que eso no significaba que pudiese llegar a tener un acercamiento y ni mucho menos las puertas abiertas de nuevo para mí.

Lo entendía perfectamente, pero dolía bastante.

A partir de la noche en la que no tuve pesadillas, la calma se volvió a convertir en tormenta ya que no tardaron mucho en volver a aparecer. Llegaba a clase sin pegar ojo y derrotada, pero por lo menos el salir de casa y distraerme yendo a clase me servía para dejar a un lado el cansancio mental.

Cindy y yo, pasábamos todo el tiempo juntas. Me costó abrirme a ella, pero al final me fue imposible no hacerlo, sobre todo por la cantidad de preguntas que me hacía. Cogimos una rutina: estuvimos yendo a una cafetería ubicada al lado de Central Park todos los días después de clase, era super chiquitita y acogedora; todos sus muebles eran de madera y las luces eran cálidas; los dueños eran una pareja de canadienses que vivían aquí desde hace años y que siempre nos recibían con una sonrisa encantadora.

Nos pasábamos las tardes enteras con un chocolate caliente, haciendo los deberes juntas y hablando de todo. Era increíble la confianza que teníamos la una en la otra, como si nos conociésemos de toda la vida. Pasar estos ratos con Cindy me ayudaba mucho a no tener tan patente el dolor. Algunos días, al salir de la cafetería íbamos a dar una vuelta por el parque mientras nos dirigíamos a casa de John y Claire donde su hermana la recogía.

Me había contado muchas cosas. No había tenido una infancia fácil: sus padres discutían muy a menudo, hasta que las discusiones llegaron a ciertos límites horribles. Después de años, su madre denunció a su padre por maltrato y no han vuelto a saber nada de él desde el día del juicio en el que le otorgaron a su madre la custodia completa de Cindy y su hermana, cuando apareció de la mano con una chica que no debía superar los 25 años de edad.

Tras ello se mudaron de Virginia a Nueva York y su madre trabajaba prácticamente todo el día hasta que consiguió plaza fija en un hospital y después de tanto desorden, por fin podían vivir más tranquilas. Por eso mismo quiere ser jueza: quiere ayudar a que personas inocentes no sufran y tengan la tranquilidad de que alguien los escuchará y hará justicia.

También me preguntó cosas de mí, aunque me costase mucho tuve la necesidad de decírselo; ella me había contado todo lo que había pasado y no tenía porqué tener reparo, con ella no. Sin entrar en muchos detalles le conté el porqué estaba aquí. Sentí muchísimo su apoyo desde el primer momento, de hecho, al darse cuenta de cómo me dolía el tema se sentó a mi lado, me cogió las manos hasta que terminé y me abrazó. No me sentía nada juzgada con ella, era como un libro abierto y eso me daba mucha tranquilidad. No todo iba a ser malo... también hablamos de nuestros gustos y cotilleamos un poco sobre compañeros y profesores del instituto. El tener a Cindy a mi lado también me había ayudado a asentarme y familiarizarme con el instituto.

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Ese día, después de la cena, estaba en mi habitación estudiando para un examen que teníamos de historia, pero no me concentraba por mucho que lo intentase. No se me quitaba de la cabeza lo sucedido con Jake.

Tras mucho tiempo dándole vueltas a todo lo que sentía, tenía unas ganas inmensas de hablar con él y sentirle cerca. Llevábamos un mes sin cruzar una palabra y le echaba mucho de menos, me había dado cuenta de que el único momento en el que el dolor se apacigüaba era cuando estaba con él y me había equivocado terriblemente al intentar separarle de mi lado. No quería hacerle daño, y se lo hacía mucho más de esta manera. Había estado intentando alejarme de él, pero cuando le tenía cerca me era insoportable notarle lejos, sólo con él sentía algo más que dolor.

Esa noche decidí hablar con él.

Llegaba siempre muy tarde de las prácticas... mientras le esperaba recogí mis libros, preparé mi mochila y el uniforme para el día siguiente. Me duché, me puse el pijama, me sequé el pelo y bajé a la cocina. Me preparé un vaso de leche caliente y respiré hondo...

Pasado un rato escuché el ascensor y sus pasos acercándose... no sabía qué pasaría, pero tenía que hacerlo... ya.




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