JAKE
Estar lejos de ella me estaba afectando muchísimo, tanto que no conseguía concentrarme en nada, me pasaba horas frente al ordenador borrando y escribiendo el mismo párrafo sin sentido, y eso era algo que no me podía permitir pues debía terminar el informe del caso que estábamos llevando en el bufete.
Hoy había decidido estar todo el día allí sólo por no estar en casa, porque estar cerca de ella significaba levantarme continuamente, coger el pomo de la puerta de mi habitación, autoconvencerme de no salir a buscarla y volver a sentarme para repetir el mismo procedimiento una y otra vez, igual que me pasaba con el párrafo...
Como pasaba desde hace unas semanas, todo mi cuerpo y mis instintos pedían ir junto a ella, pero yo mismo no me lo permitía. Lo que me dijo aquella noche no me gustó nada y esa frase seguía repitiéndose en mi cabeza una y otra vez como si alguien la hubiese grabado en bucle.
Aunque ya habían pasado semanas desde aquello, seguía estando presente en mí. Pero por encima de todo quería que estuviese bien, y por mucho que se esforzase en camuflarlo y en intentar ocultarlo, los signos de noches sin dormir se reflejaban en su cara; para mi eran evidentes, puede ser también porque me sé de memoria su cara, cada parte de su rostro... por eso, a pesar del maquillaje, los bostezos camuflados con su mano y su manera de tensar los músculos para disimularlos, me daba cuenta de que algo le pasaba.
Esa noche no cene en casa, pedimos la cena desde la oficina: comida china; nos quedamos trabajando para terminar lo que teníamos pendiente del caso y aun así, no lo conseguimos. Cuando regresé a casa, todo estaba a oscuras y en silencio. En penumbras y con cuidado para no caerme por la ya patente falta de coordinación que tenía a esas horas, llegué al piso de arriba, dejé las cosas en mi habitación, me quité el traje y lo colgué en una percha como pude.
Cuando terminé, iba a meterme en la cama pero necesitaba verla, aunque fuese un segundo y dormida... sin embargo, me sorprendió que por la ranura de la puerta de su habitación salían rayos de una luz cálida. Abrí la puerta lentamente y la encontré en su cama, tumbada de costado con un libro abierto en la cama. Comprobé cómo se le cerraban los párpados y cómo los abría de nuevo de golpe, intentando mantenerse despierta, para después volver a cerrarlos.
No entendía el porqué, pero no tenía sentido que Hannah estuviese así... Iba a intentar que descansase.
Entré en la habitación y cerré la puerta con cuidado. Me aproximé a ella, quité el libro de la cama y lo puse bien cerrado en la mesilla de noche. Me quité los zapatos y me eché a su lado en el hueco que quedaba en la cama bajo el edredón y la abracé mientras la atraía junto a mí.
Volver a tocarla después de tanto tiempo surtió un efecto increíble en mí, es como si un tsunami de emociones que había estado intentando contener en un pequeño tarro de cristal, saliese disparado. Me recordó a aquellos días durmiendo con ella en casa de mis tíos durante las vacaciones de Navidad.
... Cuando regresé a casa después, y volví a dormir sin ella, estuve dos días sin poder pegar ojo, faltaba ella a mi lado...
Empecé a acariciarle el pelo y el brazo. Ante ello se estremeció en sueños y se acercó más a mí. Disfruté de ese momento, de cómo su olor me embriagaba de tal manera que mi cuerpo cada vez se relajaba más y más. Antes de quedarme dormido le di un beso en la cabeza y le susurré buenas noches. Sólo quería que se le diese lo mejor posible en su primer día de clase, más que nada porque yo no iba a poder evitar que le pasase nada allí y eso me inquietaba. Esa noche dormí mejor de lo que había dormido en mucho tiempo. Me despertó un ruido de un camión pasando por la calle, miré la hora en el despertador de la mesilla, eran las cinco de la mañana, no quería despertarle... me levanté con mucho cuidado, le arropé y le di un beso en la frente, pero antes de salir, cogí un pequeño trozo de papel y con un bolígrafo de su estuche, le escribí una pequeña nota. Esperaba al menos sacarle una sonrisa...
Me duché, me preparé y recogí la habitación. Creo que no me había dado tanto tiempo a hacer todo nunca. Iba a tener que despertarme a esa hora todos los días y si era de la manera en la que lo había hecho ese día mejor. Había bajado con la intención de no encontrármela porque después de esa noche iba a querer abrazarle y hablar con ella pero no creía que en su primer día de instituto me agradeciese esa conversación nada más despertarse; probablemente estaría nerviosa. Pero el destino y las pocas ganas de hablar que tiene mi madre siempre, me lo impidieron. En cuanto me vio apoyado en la encimera de la cocina, empezó a hablarme del peor tema que podría escoger: me comentó que me veía muy preocupado últimamente (obviamente no es tonta), se había percatado de que entre Hannah y yo pasaba algo. No me apetecía hablar de eso, y menos con ella... con quién quería hablar no se había despertado todavía y podría pasar por un pitufo si se pintaba de azul.
Con toda la sutileza que me caracteriza, estaba intentando pasar de lo que me decía mi madre completamente... cuando de repente gritó emocionada. Me giré y ahí estaba ella. Vestida con el uniforme del instituto (creía recordar que no era así hace unos años...), le miré de arriba a abajo y un millón de pensamientos intrusivos empezaron a atormentarme, como que me moría de ganas de quitárselo y besarle todo lo que había debajo hasta que ella empezase a suspirar y gemir pidiéndome más, o como le levantaría esa falda y bajaría sus...
En ese momento ni el vaso de agua más frío de todo el mundo me despejaría y haría que mi temperatura bajase, sobre todo debajo de mi pantalón. Me giré para terminar de tomarme el café, mientras mi vaquero palpitaba. En cuanto me lo terminé, salí despavorido de allí.
Cuando llegué a la oficina ya me había calmado pero la imagen de Hannah así vestida no se me quitaría de la cabeza en lo que me quedaba de vida.