Por ti siempre

30

JAKE

Habíamos estado con mis amigos. Todos habían flipado con Hannah. En la terraza, no paraban de decirme lo guapa que era. Pero dejé muy claro que no tenían ninguna oportunidad con ella. Más que nada, porque les partiría la cara si lo intentaban.

Estaba muy contento de que estuviera allí, de que se sintiera cómoda y de que mis amigos la acogieran tan bien. Al principio, me daba miedo invitarle a venir. Me preocupaba la diferencia de edad entre ella y mis amigos. Por más que a veces me costara creerlo, Hannah era cinco años menor que yo, y me preocupaba que no lograra encajar y sentirse a gusto. Pero al verla hablando con todos sin problema, esos miedos se esfumaron. Sasha y ella hicieron muy buenas migas, y eso... no sabía si me alegraba o me asustaba.

Conozco a Sasha y a Tom desde hace muchos años, incluso antes de que fueran pareja. Siempre nos hemos llevado muy bien, y más de una vez me tocó ser el mediador entre ellos en algunas de sus discusiones sin importancia. Los demás eran amigos del instituto o del gimnasio al que íbamos Tom y yo. Éramos un grupo muy variado, pero nunca hubo peleas ni enfados. Seguíamos unidos, pese a nuestras diferencias. No conocía otro grupo como el nuestro: cada uno con su carrera, su mundo, sus manías... y, aun así, ahí estábamos, juntos desde hacía años.

Durante la cena, no podía dejar de mirar a Hannah. Observaba cómo se expresaba, cómo hablaba con todos, sus modales, su delicadeza, su elegancia... Pero mi parte favorita fue cuando trajeron la comida. No pude pasármelo mejor viendo sus caras ante las nuevas texturas y sabores, sobre todo con el caviar, fue lo mejor de la noche. ¡¡Debería haberlo grabado!!

Me sorprendí a mí mismo sonriendo como un tonto mientras la miraba. Esa chica me encantaba en todos los sentidos. Cada momento que compartía con ella y cada experiencia vivida a su lado me hacía descubrir una nueva parte de ella que desconocía y que automáticamente iba a la lista de cosas que me encantaban de Hannah. Por más que lo intentaba y aunque me obligaba a hacerlo, no podía despegar mis ojos de ella.

Después de cenar, Tom y yo salimos con el resto a la terraza. Algunos fumaban. Yo también lo hice durante un tiempo, pero hacía ya unos años que lo había dejado.

Estábamos hablando cuando aparecieron Amy y Victoria. No sabía que iban a venir. Las conocimos hace unos años por uno de mis amigos en una discoteca, y entre copa y copa, Amy y yo terminamos juntos en varias ocasiones. Hacía tiempo que no la veía, aunque si había hablado con ella más a menudo... al menos, hasta que llegó Hannah. La última vez que supe de ella fue en Navidad. Todavía recuerdo la cara de Hannah al escuchar la voz de Amy por teléfono. Era algo de lo que me arrepentía, y preferiría olvidar.

A pesar de mis intentos por alejarme, Amy parecía perseguirme por toda la terraza. Me di cuenta enseguida del estado en el que estaba y preferí no tenérselo en cuenta. Sé bien que, si no hubiese bebido, no se comportaría así. Así que intenté ser imparcial y, por muy incómodo que me sintiese traté de que no se matase, por lo menos mientras estuviese pegada a mí. En un momento casi se cae, y cuando le rodeé la cintura para evitarlo, se colgó de mi cuello como si le fuera la vida en ello. Miré a Tom. Fruncía el ceño harto de la situación. Luego miré a través de la enorme cristalera hacia nuestra mesa. Situé en ella a Hannah y Sasha hablando de espaldas a nosotros. Sabía que cuando cogiesen confianza, iban a ser mi perdición… y la de Tom también.

Tras unos minutos, que se me hicieron eternos, especialmente con Amy y Victoria cerca y no muy lúcidas, volvimos a la mesa. El frío de la noche quedó atrás, pero lo que me esperaba dentro tampoco es que fuese de mi agrado. No me hizo gracia que mis amigos las invitaran a unirse a nosotros. Me lo estaba pasando muy bien con todos y, con ellas allí, no sería lo mismo.

Ignorando por completo esa decisión, me senté de nuevo en mi sitio, decidido a recuperar el tiempo perdido con Hannah. Pero su actitud me descolocó. Me rechazaba todo el rato, y no parecía querer estar cerca de mí. No entendía qué había pasado. Insistí en hablar, pero no decía nada. Mi cabeza empezó a buscar una explicación, incluso llegué a pensar que quizás le había gustado alguno de mis amigos y por eso quería marcar distancia conmigo.

Cuando por fin me dijo lo que pasaba, me sorprendió y me molestó a la vez. Porque no había sido mi intención, en absoluto. De hecho, no había dejado de hablar de ella en toda la noche. No entendía sus celos, creía que le había demostrado cuánto me importaba y que le había dado su lugar. Pero estaba claro que ella no lo había sentido así.

Aun así, incluso enfadada, fue capaz de explicarse con calma. Me habló sin elevar la voz, mirándome a los ojos. Y al ponerme en su lugar, la comprendí. Solo quería hacerle saber lo que sentía por ella. Y después de ese malentendido, esa fue mi única intención.

<<>>

Verla dormir se había convertido en mi nuevo hobbie favorito.
Estaba tan guapa… Los pequeños mechones que se habían escapado de su trenza, sus mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos dejando entrever apenas sus dientes, las manos cerradas en pequeños puños.

Me di cuenta de que le gustaba dormir con una pierna doblada, hasta me dio la sensación de que podría llegar a tocarse el pecho con ella, y que normalmente dormía boca abajo. Era preciosa. Su rostro reflejaba una paz y tranquilidad inmensas...
Últimamente la había visto mucho mejor; desde que empezó el instituto y conoció a su amiga Cindy, volvía a comportarse como cualquier chica de su edad. Lo que me alegraba muchísimo. Se merecía estar bien, al fin.

Hannah abrió los ojos y se estiró lentamente. Al notar mi presencia, me sonrió y se acercó para depositar un suave beso en mis labios.

-Buenos días. - murmuró con esa voz ronca de recién levantada, cargada de dulzura.




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