HANNAH
Habían pasado cinco días.
Cinco días sin mensajes, sin miradas, sin un “te echo de menos” o siquiera un “¿estás bien?”.
Lo peor no fue que se marchara aquel día sin mirarme, como si fuese invisible o parte del mobiliario.
Lo peor fue lo que vino después: la nada.
La ausencia. La voz de mi cabeza repitiéndome una y otra vez: “No te quiere cerca”, cada vez que intentaba dormir.
Si apareciera ahora mismo, ni siquiera le reconocería. No estaba en casa nunca y, cuando estaba, parecía esforzarse para que yo no estuviese. O no me enterase.
Era desesperante estar pendiente de cualquier sonido o voz, esperando que fuese la suya. La decepción y la culpa había crecido.
Aquel mensaje que pensaba que respondería de inmediato seguía sin leer. Cada vez que miraba la pantalla de mi móvil y no vea nada nuevo, la tristeza me sacudía. Me pasaba horas metida en su chat, esperando ver que me estaba escribiendo... en algún momento. Pero no.
Le preguntaba a Claire, y a regañadientes me contaba algo sobre él. Por lo visto, pasaba todo el día en el bufete con un nuevo caso. Aunque me aseguraba que el trabajo le mantenía muy ocupado, yo sabía que no se trataba solo de eso, sino de nosotros.
Esa noche no pensaba quedarme en la cama sin poder dormir. Bajé al salón con la esperanza de poder verle después de tantos días.
No encendí la luz. Me quedé sentada en el sofá, abrazando mis rodillas. Lo único que se escuchaba en la oscuridad era el lejano murmuro del tráfico.
Tras abrirse las puertas del ascensor, oí sus pasos. Escuché el leve crujido del parqué. Sentí como el corazón me golpeaba el pecho con fuerza, como si quisiese salir. Sin pensar en nada más, le llamé:
-Jake...
El silencio fue casi inmediato, como si mis palabras le hubiesen paralizado. Pude notar cómo contenía la respiración.
- ¿Tienes un minuto? - pregunté con la voz temblorosa.
Tardó en responder. Pero finalmente apareció frente a mí, delante del sofá. Tenía el pelo revuelto y el rostro apagado. No dijo nada. Solo me miró, expectante.
-Estoy cansada de esto. - confesé. Quería sonar serena, fuerte... sin embargo, me estaba rompiendo por dentro. - Estoy cansada de esta distancia, de que estemos así. Es una tontería.
Jake bajó la mirada, apretó la mandíbula y luego negó con la cabeza.
-No tengo nada que decir, Hannah.
Su voz no sonó rota ni cruel. Solo vacía...
- ¿Ni siquiera lo vas a intentar? - pregunté con los ojos húmedos, sin poder levantarme del sofá. Estar en el mismo espacio ya era lo suficientemente difícil como para acercarme a él.
-No es eso. - murmuró, como si tuviera que convencerme de una verdad que ni él tenía clara. - Necesito aclararme. Y eso no lo consigo quedándome aquí... contigo.
No dijo nada que no supiera en el fondo. Pero dolió igual.
Se fue a la habitación sin decir más. Y yo me quedé ahí, en la oscuridad. Confusa, intentando asimilar sus palabras.