Por todas las canciones que No eran para mí

D O C E

Me encontraba tocando las estrellas.

Metafóricamente hablando, claro.

Aunque esa noche en particular, acostada en el césped, mientras alzaba mi brazo hacia una noche por completo desprolija de nubes, casi podía sentir que en serio las estaba tocando.

Estaba feliz, una felicidad que se debía al chico de ojos negros y profundos que estaba a mi lado hablándome sobre el Cinturón de Orión, un tema que no estaba atendiendo en nada porque el movimiento de sus labios me distraía demasiado.

Nos encontrábamos tirados en el jardín trasero de mi casa, solos.

Adam le había insistido para que se quedara a tomar unas cervezas con él, pero cuando la pesada de su novia tocó a la puerta, no volvimos a verle ni un pelo.

Cosa que le agradecí internamente esta vez.

Ya había pasado un mes desde mi aparición con guitarra en mano en su puerta, y aunque tenerlo de vuelta como mi profesor particular era un punto favorable para mí, simplemente ya no me bastaba solo mirarlo. Yo lo quería sentir.

Me estaba muriendo, literalmente, por besarlo.

No pedía demasiado. Un beso, solo uno.

Uno que, por la insistencia con la muchas veces me miraba los labios, estaba segura no sería capaz de rechazar viniendo de mí.

Porque también me desea, ¿cierto? Lo deseaba averiguar esa misma noche.

Pero yo ya había puesto demasiado de mí en esta guerra:

Inscribirme en su clase.

Sobornar al alcohólico del profesor.

Fingir amor por la guitarra.

«Aunque después de todo me terminó gustando, claro»

Es que incluso haberle dado una jodida serenata de disculpas ya era sobrepasarme.

Y aunque él lo valía, de alguna forma, todos nuestros acercamientos los había buscado yo. Para ese punto, por más que las ganas de eliminar la distancia que había entre su boca y la mía me estuvieran matando, mi lado orgulloso me decía que esta vez debía ser él quien moviera las fichas.

Por eso, cuando dejó de mirar las estrellas para mirarme mí, fijándose primero en mis ojos, para luego, poco a poco pasar a mis labios, me llené de firmeza y volví mi mirada de nuevo hacia el firmamento, antes de aclararme la garganta y preguntarle por una constelación que no me importaba conocer en lo más mínimo.

Ezra no me respondió de inmediato, y mientras tanto sentía su mirada clavada en mi perfil. Era demasiado difícil no voltear y rendirme ante un sentimiento que no hacía más que crecer.

Entonces, cuando lo sentí acercarse a mi cuerpo, el jodido pulso se me aceleró.

«Va a besarme por fin.»

Creí con demasiado entusiasmo.

Y eso solo hizo que la decepción fuera más grande cuando él suspiró con fuerza, regresó a su sitio, y comenzó a hablarme de las estrellas otra vez.

«Not today, Lizzy. Not today.»

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Maratón 2/5




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