Por todas las canciones que No eran para mí

C A T O R C E

Mis vacaciones festivas estaban siendo una completa tortura desde lo sucedido aquella mañana en el comedor de la prepa.

Mi hermano no dejaba de insistir en hablar conmigo sobre el tema, y yo no paraba de mandarlo a la mierda.

Mi guerra ya estaba perdida, y había quedado tan agotada y destruida en el proceso que ya no daba para más. Ni siquiera para hablar.

Quizá sí, me estaba comportando como la niña rica, mimada y malcriada que usaban para describirme. Pero… ¿No se suponía que esa era yo?

¿No se suponía que, según el status quo, Elizabeth Taylor era el estereotipo perfecto para ser la líder del equipo de animadoras, la novia del Quarterback, la chica más popular…?

En fin, la abeja reina que los dirige a todos.

«Qué concepto más errado y absurdo.»

Porque ahí estaba yo, sintiéndome más sola que nunca, sin amigas, sin amor, sin una mierda.

Desde que llegué a esa jodida preparatoria había intentaba encajar. Intentaba encontrar mi lugar en un ambiente hostil donde me había ganado el desprecio de todos gracias a la coraza con la que había llegado después de la experiencia horrible que me tocó vivir en mi colegio anterior; irónicamente, para ellos la hostil era yo, siendo mis oídos los que tenían que escuchar a diario los susurros maliciosos que se producían a mis espaldas: estirada, peliteñida, niña mimada, insoportable, creída, bruja, y pare de contar.

¿Era tan difícil entender que ya no me podía mostrar débil ante nadie? ¿Qué me costaba demasiado confiar en las buenas intenciones de los demás?

¿Que la única persona que con la que fui capaz de abrirme fue con Ezra?

Solo con él.

Porque desde el mismo momento en el que sus ojos tan negros como el ébano se posaron en los míos, destilaron una dulzura e inocencia tan infinita, que ahí mismo supe que solo con él podría llegar a confiar de nuevo.

Que con él lo podía volver a intentar.  

Pero, ¿Para qué me habían servido unos ojazos verdes, unas curvas pronunciadas, unos labios carnosos y rosados, un cabello largo y dorado?

Para una mierda, solo para atraer monstruos como él. Nada más.

Y ahí estaba yo de nuevo, mojando mi almohada con las lágrimas de un corazón roto, uno que esta vez me habían dañado por omisión.

Porque tal vez para Ezra, yo no valía lo suficiente como para siquiera intentarlo, después de todo no me había escrito ni una sola vez después de lo sucedido.

Su indiferencia me dolía, me dolía mucho.

Porque eso solo me confirmaba que para él yo no era más de lo que estaba a la vista. Por mucho que me hubiera esforzado en llegar a convertirme en su inspiración…

Vi muy claro en ese momento cuán lejos estaba yo de ser su jodida musa.

Y también recordé, cuanto, pese a mi rabia y dolor, me moría por conseguir serlo al menos una vez.

Al menos en una sola canción.

Porque haber renunciado a él no significaba que ya no lo quería, significaba que entendía perfectamente que él no me quería a mí.

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Maratón 4/5




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