Estaba claramente embobada mirándole cuando las risas de tres chicas me sacaron de mis pensamientos de nuevo y decidí aclararme la garganta y coger el toro por los cuernos.
— ¿Qué quieres?
Él enarcó una ceja divertido claramente por la reacción que me había causado. Se le veía demasiado cómodo en esta situación, supongo que estará realmente acostumbrado. Miré de reojo a Lucía que no paraba de atender clientes y ni se fijó que yo estaba parada por puro vicio.
— A ti — dijo con una voz suave, pero a la vez ronca y varonil.
Yo fruncí el ceño. Me podía haber quedado mirándole así, durante mucho tiempo, pero ni de lejos yo era algo que él o cualquiera de la sala pudiese pedir. Al mirarle así, cambió su gesto por uno un poco incómodo, pero enseguida se recompuso y apoyó los codos sobre la barra para estar más cerca.
Su camiseta blanca ahora se ajustaba de más y si mirabas descaradamente su pecho, como estaba haciendo yo en esos momentos podías vislumbrar que su tatuaje del brazo seguía en uno de sus pectorales. Ahora mismo tenía un poco de calor y no sabía controlar muy bien esta situación. Recordé sus palabras y pensé lo peor, que estaba refiriéndose a mí como una más un objeto para consumir y desechar como cualquier otra bebida.
— Lárguese ahora mismo del local — respondí con una confianza que ni yo misma tenía.
Estaba segura de que a Lucía le habrían llegado más de un proposición indecente en un sitio como este y más con lo bien que le quedaba el uniforme, pero yo no estaba acostumbrada y fue la primera idea que se me pasó por la cabeza. Luego me di cuenta de que era algo sumamente exagerado, pero si quería que no se riese en mi cara, tenía que mantenerme firme en la postura.
— No somos algo consumible y desechable, si tiene alguna queja ponga una hoja de reclamaciones — esperé que no lo hiciera, ya que ni siquiera trabajaba aún aquí, pero quería sonar seria — pero sino, ya puede irse, porque creo que nada de aquí — hice un gesto con la mano señalando toda la estancia y más concretamente lo que había tras la barra, Lucía y yo — es para usted.
El chico, o más bien el hombre estaba a punto de responder claramente tenso con la situación, ya que todos sus músculos se habían convertido en hierro de lo apretados que los tenía. Pero la voz de Lucía claramente cerca le interrumpió.
— Erik — la vista de él fue hacía ella y se suavizó — ¿qué haces aquí?
Supongo que será un amigo de Lucía y por eso tanto descaro, como si el rey del mundo.
— Comprobando cómo es la nueva — dijo el tal Erik y me volvió a mirar - no tengo claro que sea el perfil de lo que estoy buscando.
Pero será arrogante el tío este.
— Ni tú eres el mío, tranquilo — respondí seria, porque podía ser muy guapo y tener algo en él que llamaba la atención en todo el local, pero claramente no era lo que yo estaba buscando, si es que buscaba algo.
Lucía, me pisó el pie con su tacón y aguanté un grito. La fulminé con la mirada, me daba igual que fuese su amigo, no me tenía que hablar así. Como si yo fuese cualquier cosa.
— Trabajará bien cuando aprenda, es solo que no le he explicado nada todavía, es normal que vaya lenta y obvia su respuesta, le encantaría trabajar aquí.
Abrí los ojos como platos. Trabajar aquí. Él era nuestro jefe. Me di una bofetada mental por mis palabras fuera de lugar. Hacía menos de dos minutos, había echado a nuestro jefe del local. Maravilloso, así me iban a contratar seguro.
Suspiré y me toqué la frente con la mano derecha, como intentando calmar los pensamientos de mi cabeza. La había fastidiado en mi primer día de trabajo, solo yo podía hacer eso, solo yo podía fastidiar todo sin siquiera tener la oportunidad de rectificarme e intentar solucionar las cosas. Desde hacía ya un año mi vida se había convertido en eso en meteduras de pata que hacían que perdiese oportunidades, personas, cualquier cosa.
Antes de que me pudiese echar él mismo salí por la puerta por donde había entrado y me dirigí al baño, donde había dejado mi ropa. Me cambié lo más rápido que pude, solo quería salir de allí. Esta nueva cagada, me recordaba muchas otras que intentaba dejar en el pasado.
Doblé la camiseta del uniforme, que yo seguía pensando que era muy pequeña para mí y salí con ella en la mano. Me encontré a Erik parado al lado de la puerta donde estaba antes según Lucía el dueño del local.
Me acerqué a él sin ninguna gana de hablar y le tendí la camiseta. Al ver que no me la cogía se la estampé en el estómago e instantáneamente movió las manos a ese lugar. Perfecto, la sujetó sin ser consciente y yo me fui de allí sin mirar atrás. Porque si mirase atrás seguro que le pediría una segunda oportunidad. Necesitaba trabajar, pero no veía factible hacerlo allí ahora mismo.