Por tu sonrisa

Cuarta sonrisa

El fin de semana siguiente fui a trabajar, estaba mucho más lleno que el anterior si es que eso era posible. Las vacaciones acababan y todos los universitarios querían disfrutar sus últimas horas de libertad. Fue duro, estar de pie tanto tiempo, aprenderme algunas combinaciones de las que ni siquiera había oído hablar, aguantar borrachos y notar miradas en zonas de mi cuerpo que yo consideraba demasiado expuestas. 

Lucía se portó como una anfitriona, me salvaba en numerosas situaciones tanto en el pub como con mi hermano y por duro que parezca la llegue a preguntar que por qué seguía con él. Cuando esas palabras salieron de mi boca me quise abofetear yo misma. No es que pensase que mi hermano no podía estar con ella, sino que era una persona tan distinta cuando estaba fuera a cuando estaba en casa con él. Pero era algo en lo que yo no quería meterme por mucho que lo pensase de vez en cuando. Lucía ni siquiera respondió y ese día estuvo mucho más alejada de mí, supongo que le sentó mal mi comentario, pero a quién no.

En casa no era todo mucho más fácil, esta semana mi hermano tercio creo que cinco frases contadas conmigo y fueron para preguntarme si el lunes tenía clase y cosas así. Nada trascendental, pero no iba a ser yo quien llevase alguna conversación a otro nivel. 

A las ocho en punto me sonó la alarma. Con un cansancio fuera de lo habitual me metí a la ducha y me eché espuma, para que se me quedasen unas bonitas ondas en el pelo. Me hice la raya para remarcar el verde de mis ojos y me eché un suave brillo en los labios antes de ponerme unos vaqueros largos y una blusa con lunares. Cogí la bandolera que había preparado la noche anterior y salí con media hora de mi tiempo para llegar a clase.

De repente mi móvil empezó a vibrar como loco en mi mano y vi que la pantalla se iluminaba con un nombre.

— ¿Ya te has olvidado de mí? — preguntó una voz chillona al otro lado de la línea.

— Cómo me voy a olvidar de mi mejor amiga — respondí alegre mientras caminaba a la parada del autobús — ¿Qué tal todo, Beca?

— Aburrida, yendo a la universidad sola ahora que no estás tú — refunfuñó ella en un tono adorable entre niña pequeña y enfado total — Fuiste muy puta dejándome a mí aquí tirada.

Me reí a carcajada limpia y dos señores mayores me miraron con atención. Rebeca, o Beca para mí, tenía la boca muy sucia y siempre estaba soltando lo primero que se le pasaba por la cabeza sin siquiera intentar que sonase bien.

— Ojalá estuvieses aquí — murmuré mientras veía como el bus que me iba a dejar en la puerta de mi facultad llegaba un poco lleno. 

— En cuanto acabe el curso me voy allí y alquilamos algo juntas y así dejas de ser una mala amiga que me abandona en momentos difíciles.

— Está bien, solo quedan unos meses para acabar el curso y graduarnos y hacer lo que queramos por fin — lo dije más para mí que para ella y al momento me acordé que no le había contado nada — Tengo trabajo.

— ¿Qué? — gritó mi amiga eufórica, estaba segura de que la gente de su al rededor ahora la estaría mirando alarmada por si había ocurrido algo — ¿De qué? — volvió a gritar como si no se lo creyese aún.

— De camarera, los fines de semana y eso - miré por la ventanilla y vi que ya habíamos pasado las primeras facultades, no debía de faltar mucho — Prometo llamarte luego, pero ahora tengo que buscar la entrada, la secretaría y mi clase — suspiré pesadamente — Ya me estoy agobiando, Beca.

— Respira hondo, no estoy yo allí, pero seguro que la gente no es tan amargada como los de aquí, venga ánimo Sol, brilla como solo tú sabes hacer — y rió de su chiste malo — Te quiero fea, luego hablamos. 

— Y yo — contesté mientras me separaba el móvil de la oreja y la colgaba. 

Vi la facultad de Derecho en el lateral izquierdo y pulsé el botón para que el autobús parase. Cuando bajé vi que aún quedaban diez minutos para las nueve, normalmente sería buena hora, pero hoy que tenía que pasar por secretaría antes no lo era. 

Aligeré el paso y cuando entré miré algunos carteles que indicaban algunas aulas así como la cafetería o la secretaría. Di la hoja lo más rápido que pude y cuando quedaba un minuto para las nueve en punto llegué a mi clase.

Estaba bastante llena, pasé sin mirar directamente a nadie y vi tres sitios libres al fondo de la clase. No estaban tan mal posicionados, probablemente vería bastante bien la pizarra. Me encaminé hacia ellos y me fijé que en uno de ellos había una mochila en el suelo. Me puse en el más alejado a ese, que estaría ocupado y saqué mis cosas.

A los pocos segundos una profesora bastante pequeña y algo gordita entró al aula. Enseguida el asiento aparentemente ocupado, se ocupó de verdad. Era un chico, pero no me fijé en él. Estaba nerviosa por ser mi primer día en una universidad totalmente distinta a la que estaba yo ya familiarizada. 




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