Mi móvil me sacó de mis pensamientos. Mi tono de llamada, que era mi canción favorita de Beyoncé, sonó en toda la habitación. Solo podía ser Beca de nuevo, era la única que tenía esa canción ella misma se la puso en honor a muchos momentos juntas.
— Estoy yendo a casa de mis abuelos y me aburro, ¿te pillo mal? — me preguntó al momento de descolgar.
— Estoy sin hacer nada en verdad — respondí sentándome de nuevo en la cama, para después tumbarme y mirar al techo — ¿Has visto a Enrique?
Mi amiga se quedó en silencio al otro lado de la línea. Sabía que me costaba preguntarle por él, pero siempre que me sentía con fuerzas lo hacía, él era una gran persona.
— Sí, le vi hace dos días o así, está bien...
— ¿Estaba con...? — no fui capaz de terminar la frase, pero sabía que ella la entendería aún así.
— Sí — suspiró pesadamente e intentó cambiar espontáneamente de tema — ¿Has conocido algún chico guapo?
Sonreí, aunque si alguien me viese desde fuera se daría cuenta como yo que me estaba forzando a hacerlo, para intentar seguirla el nuevo tema con total alegría. Conté hasta tres y mucho más calmada y serena seguí hablando con ella.
— Alguno — recordé a mi nuevo compañero de hoy y pensé que desde luego alguno había conocido, sin dejar atrás a Erik, el dueño de Moon, pero más que chico, él parecía todo un hombre con toda su vida hecha.
— Cuéntame — gritó emocionada y curiosa, porque normalmente yo hablaba poco sobre chicos y menos sobre chicos guapos.
— Pues hoy después de colgarte entré a la uni y chica parece que me senté al lado casi del chico más guapo de la facultad — oí como Beca reía por lo bajo ante mi comentario y la seguí explicando — Es demasiado prepotente para mi salud mental, pero tengo que preparar un trabajo para el final del curso con él.
— Ya te va a bajar la media — refunfuñó mi amiga que estaba más interesada que yo misma en que yo fuese la mejor en todo - No me gusta ese chico.
— La verdad es que no lo creo — comenté y mi amiga se calló de golpe para que me dejase explicar — Él mismo no quería bajar su propia media conmigo.
— Has encontrado a la horma de tu zapato — murmuró más para ella misma que para mí, pero la escuché perfectamente — Así que, ¿ese chico te interesa?
— Y luego hay otro, pero a este lo podemos llamar hombre, porque aunque tendrá algunos años más que nosotras es como que tiene su vida resuelta, es dueño de donde he empezado a trabajar — seguí hablando de chicos guapos, sin importar su pregunta anterior.
— Este para mí — sentenció ella alegremente — No le puedes tirar los tejos a tu jefe eh, Sol.
— No voy a tirar los tejos a nadie — respondí tajante.
En ese momento empezó a sonar una música a tope justo encima de mi cabeza. Fruncí el ceño hacia el techo y pensé por qué a estas horas del día sentía que se me iba a caer encima del ruido que había. Empecé a pensar quién en su sano juicio estaría dando por culo a estas horas de la tarde cuando me di cuenta de que mi amiga me seguía hablando.
— ... ya sabes que Samu no te va a estar esperando aquí toda la vida.
— No es por él — contesté escueta — Yo misma le dije que no íbamos a llegar a nada.
— ¿Pues entonces es por lo que te he dicho antes?
— Tengo que colgar, mi hermano me está llamando — mentí, pero no era necesario decirla que no la estaba escuchando y que ahora mismo solo tenía en mis oídos la canción de Linkin Park que estaba sonando en este momento.
— Mentirosa, anda haz lo que quieras, te quiero a pesar de todo — refunfuñó mi amiga y me colgó.
No había nadie más en casa, no sé si los demás vecinos lo estarían escuchando y estarían pensando que era un maleducado, pero desde luego yo lo pensaba. Estaba rompiendo mi paz mental y no iba a permitir eso ahora mismo. Cogí las llaves de la mesilla y salí sin pensarlo dos veces, porque sino no lo haría. Me quedaría en la cama encogida y pensando que en el fondo no estaba tan alta, cuando en al menos cinco minutos más ya me estaría doliendo la cabeza a este ritmo.
Subí decidida a cantarle las cuarenta, hasta que toqué el timbre y vi como toda la sangre de mi cara bajaba a los pies. Mierda, me acababa de dar cuenta de que era la casa del vecino amable que me abrió las puertas de su casa el primer día. Cómo me había podido olvidar de él y no mencinárselo a Beca en mi lista de chicos guapos, porque este chico era prototipo perfecto para la mayoría de las chicas.