El resto de la semana pasó con calma, no volvió a llover, pero por si acaso metí para el resto del curso un paraguas en la mochila.
— ¿Estás bien? — me preguntó Lucía de repente nada más entrar en el salón.
Yo tenía una posición cuanto menos cómica. Mi pantalón corto del pijama estaba manchado de café, la sudadera que llevaba era del hermano de Beca, un moño que se estaba cayendo por la fuerza de la gravedad por el lateral derecho y el móvil en mi mano estirada hacia arriba intentando volver a coger el Wifi porque se me había ido en este último minuto y no volvía.
Probablemente parecería de todo menos yo misma.
— ¿Sol? — dijo mi hermano en modo de pregunta, porque yo no había contestado a Lucía sino que simplemente me la había quedado mirando.
Deberían de estar pensando que estoy loca cuanto menos.
— Sí, sí, todo bien — contesté poniéndome roja como un tomate y bajando el brazo porque me sentía ridícula. Todo esto mientras que con la mano libre me intentaba tapar la mancha del pantalón.
No esperaba verles tan temprano. Acababa de terminar de comer y era viernes, la mayoría de los viernes se iban a comer fuera juntos.
— Necesito que te duches y te vistas corriendo — comentó Lucía mientras se quitaba el bolso con pesadez.
Enarqué una ceja a modo de pregunta y vi como mi hermano se acercaba a su sillón, para sentarse a ver algo en la tele.
— A ver cómo te lo digo — se tocó las sienes con las dos manos y siguió — la he cagado y se me olvidó avisarte ayer que teníamos que pasar una prueba del vestuario para este fin de semana.
— ¿Prueba de vestuario? — no entendía nada y se me debió de notar en la cara.
— No tienes tiempo de rechistar Sol, es para este fin de semana, el pub tiene temática, todos fuimos ayer, pero Erik no tiene tu número aún y a mí se me olvidó comentártelo.
— ¿Y?
— Y que tienes que ir hoy cuanto antes, para tu... — se quedó callada unos segundos pensando cual era la palabra correcta y creo que no muy satisfecha añadió — atuendo.
Me levanté como un resorte del sofá y me lavé el pelo porque lo tenía ya un poco mal. No tenía tiempo para rizármelo que era lo que tenía pensado para hoy. Pero tenía que servir con secarlo un poco por encima con el secador, para no ir chorreando al pub.
Me puse unos leggins y una camiseta de tirantes que era casi como un vestido añadiendo unas deportivas negras básicas y la primera chaqueta que encontré, que por suerte fue la de cuero. Salí sin una gota de maquillaje en la cara y con el móvil en la mano. El cual vibró en cuanto pisé la calle.
"Buenas tardes, ojos verdes" No hacía falta decir que era Rober.
"¿Qué quieres?" pregunté con paso acelerado.
Me leyó, pero no vi amago de escribir, así que me guardé el móvil en el bolsillo de la chaqueta y aceleré más. Apenas pasaron cinco minutos y ya estaba en la puerta. Abrí con mis llaves y me dirigí a su despacho.
Respiré hondo, para calmar un poco mi sofoco. Debía ponerme a hacer ejercicio, porque incluso andar cinco minutos a paso rápido ya casi me ahogaba no quería pensar si un día tenía que correr por mi vida o algo. Me quedaba con la muerte antes de salvarme si no me ponía de nuevo en forma. Beca y yo siempre hacíamos ejercicio al menos una vez a la semana, estábamos ambas apuntadas a un gimnasio cercano.
Erik abrió la puerta de golpe. Y yo me quedé en shock mirándole, no me esperaba que me pillase ahí mirando a la nada y con cara de tonta probablemente.
— ¿No sabes llamar? — me preguntó con su voz seria y firme.
Realmente parecía que me estaba perdonando la vida por algo que yo había hecho. Tenía esa forma de ser, entre arrogante y capullo. Si no necesitase el trabajo hace ya unas semanas que le habría mandado a la mierda.
— Acabo de llegar — repliqué cruzándome de brazos.
— Anda entra — de nuevo esa actitud suya tan condescendiente, que parecía que te estaba haciendo un favor.
Con la mejor cara sin expresión que fui capaz de poner entré a su despacho. Empezó a sacar bolsas y bolsas, como si cambiar de camiseta pudiese implicar tanto. Pero yo me quedé callada al lado de la puerta y expectante a ver cómo sería. Esperaba que un poco más larga.
— ¿Te ha contado Lucía cómo va lo de la noche temática?
— No, la verdad, es que me ha metido prisa para venir solo diciéndome que me tenía que probar la nueva camiseta.
Juro que creo que le vi sonreír y Erik solo podía sonreír con malicia. Algo se me estaba escapando y él lo había descubierto. Debe ser de esas personas que les encanta llevar la razón y estar un paso por delante del resto del mundo. Se le notaba por la forma que tenía de hacer las cosas, con sumo cuidado, con un control abrumador. Había estado algunas noches más y supe que estaba vigilando todo y a la vez sin llamar la atención. Como profesional era realmente, como persona era un asco.