Esther, lastimada en lo más profundo de su corazón, dejaba aflorar aquel último recuerdo de su ingenua creencia en el amor de Damián.
Su llanto quebrantable la hacía reestructurar sus vivencias al lado de su esposo.
No podía creer tanta falsedad de quién amó con locura y le mostró su más sublime confianza, pensando que era merecedor de todo lo que implica la lealtad para ella.
Se sumergió en el recuerdo de ese día.
—¡Cariño...toda tú eres mía! —grito Damián debajo de las sábanas atrapando en un coqueteo a su esposa— ¡No escaparas de mi Esther Phillips...y te aseguro que lo que más deseas es precisamente eso, ven aquí!
—¡No me beses allí Damián! — gritaba frenética — ¡Me haces cosquillas! —el paró y se quedó observándola fijo con su maliciosa sonrisa de picardía— ¡Sabes bien que mis piernas son muy sensibles ¿lo haces adredes, verdad?! — volvió a tomarla— ¡Noooo Damián!
—¡Me encantan tus piernas! —las ásperas carcajadas de Esther terminaron en largos gritos — ¡Eres muy exagerada...
—¡No vuelvas a morder mis piernas o no duermo contigo por lo menos en un par de días...!
—Ni lo sueñes, eres mi reina —la jaló entre sus brazos hasta besar su boca— el amor de mi vida, sin ti no duermo jamás y lo sabes...
Ella se soltó saltando de la emoción y su cabellera alborotada la hacía ver angelical, cosa que a Damián le fascinaba.
—Ponme a pruebas y verás que sí —dijo corriendo por el alrededor de la cama— atrapame si puedes...
—¡Ven aquí! —ella lo miró y su seductora mirada la hizo obedecerle necesitando ser parte de su alocadas atenciones— Eres mía, no puedes estar alejada de tu hombre.
La besó quedándose disfrutando de su amor en un momento sin igual siendo uno como esposos.
—Te amo Damián, te aprovechas de este amor que siento por ti — susurró inamovible — Hoy te extrañaré mucho porque tendré muchas cosas que hacer...
— Quedemonos hoy un rato más...prometo llevarte y te compensaré en la cena...
—Tengo muchos pendiente...
—Le diré a Simón que te lleve al trabajo, bien sabes que no me gusta que manejes...
—Cariño, gracias por preocuparte por mí.
Ella pareció estar dormida disfrutando de sus caricias y su calor mientras Damián le habló su chofer dándole una orden.
Salió de sus más cercanos recuerdos, todo se sacudió en su cabeza para dar paso a lo innegable, ella lloraba sin poder detenerse en aquel auto en el que no parecía tener fijo su rumbo.
***
Damián Sotomayor no estaba quieto, Esther era su lado frágil, su talón de Aquiles, jamás la abandonaría después de sus airadas palabra.
Se presentó en la casa del mejor amigo de Esther, sabía que eso era una de sus opciones al huir de su lado
—¡Oh mira qué sorpresa —dijo Mike y llevó sus manos a su boca abierta— ¡El caballero más cotizado por mi cherry vino a verme a mi! — gritó con sarcasmo mientras abría paso— ¡Claro porque es a mi ¿verdad?!
—¡¿En dónde está mi mujer?! — preguntó Damián dejando su angustiada mirada fija en él— ¡Dime que mi esposa vino contigo, Mike...
—¡¿Qué dices?! —Mike no pudo continuar con su sarcasmo y una preocupación se apoderó de el— ¡Ella avisó que no venía hoy y me encargó sus pendientes?! ¡¿por qué crees que vino para acá?!
—¡No te hagas el idiota! ¡Eres su amiguita ¿no es así?!
—¡Hasta que por fin reconoces en mi a una verdadera dama, ésto ya es un milagros! —dijo retomando sus elocuencias sarcásticas en una carcajada muy bien disimulada—¿sabes Damián? No se cuales son tus motivos que te mantienen ese terror en tu cara ¿qué le hicistes a la mujer más crédula de tu amor?
—Un mal entendido pero...
—¡¿Mal entendido y mi cherry huyó de ti? Extraño, ella no huye de los malos entendidos! ¡¿Qué le hicistes, animal?!
—¡No voy a darte explicaciones, voy por ella...si llega acá me llamas!
—¡Mira nada más, pero...si sabías adónde buscarla ¿por qué te has molestado en venir hasta acá?! ¡Ojalá venga, pero no te llamaré!
Damián hizo caso omiso dejando al mejor amigo de Esther pensativo.
— Éste se trae un gran problema, creo que he tenido razón cuando pienso que no todo lo que se ve es, y éste ya se dejó ver....— llevó su mano a su mejilla y no dejó de preguntarse— ¿Qué le hicistes a mi cherry, canalla? —marcó repetidas veces su teléfono encontrándose fuera de servicio— ¡Seguro la lastimaste! ¡Tan bella mi cherry!
***
El hombre se subió al auto y lo condujeron nuevamente hasta su oficina, y respirando profundo espetó con extremada molestia.
—¡¿En dónde demonios estás Esther?! ¡Bien sabes que no saber de ti me hace hervir la sangre...!
La secretaria pidió permiso y entró para entregarle unos documentos, este no sostuvo su amargura.
Editado: 17.01.2024