Un abismo se había abierto bajo los pies de Esther Phillips, conducía su auto sin detenerse y cada uno de aquellos recuerdo de momentos felices se marchitaron en una sola escena en el momento en que entró a la oficina donde se opacó su alegría y sus grandes ilusiones.
Su rumbo no era fijo en medio de su tormentoso recuerdo y nada detenía su llanto en aquella solitaria carretera encontrándose en medio de la noche.
Ella se detuvo en medio de una encrucijada, descargó su interminable rabia hasta sentir un profundo dolor en sus manos al golpear repetidamente el volante, colocó su frente en él mientras su llanto sacaba su espasmo de dolor de su agitado pecho.
Minutos después levantó su cabeza y miró a su alrededor llenándose de temor, pero una imagen le atrajo el pensamiento de haber pasado con Damián por ese lugar.
Arrancó nuevamente su auto sintiendo ganas de seguir escapando silenciando en ella el motivo que la llevó hasta la oficina de su esposo, aunque era innegable ocultar en su ofuscado pensamiento que una vida latía dentro de ella.
Condujo por mucho rato más hasta que entró a su auto el olor fresco de la naturaleza cuando bajó los vidrios y miró en completa paz el sombreado de la noche que dejaban los árboles.
Al visualizar una casa antigua, pero con su diseño renovado conservando su autenticidad, ella respiró profundo al reconocer que del todo no estaba perdida.
—¿Señorita qué desea? — preguntó un campesino pegado a aquel portón que parecía estar aguardando con celos su privacidad.
—Busco a Martina, soy Esther Phillips ¿puede decirle que estoy acá? —el hombre la miró cuando ella prendió las luces internas del auto, éste recordó a una jovial chica que reía encantada con Damián Sotomayor mientras éste se desvivia en complacerla para hacerla feliz.
—Pase —dijo el hombre y abrió aquel pesado portón que rodaba muy de espacio sobre los rieles.
El hombre caminó apresurado por delante del auto en aquella larga carretera hasta adentrarse a la casa.
—¿Qué sucede Jacinto? —pregunto la mujer que ya casi contaba los sesenta años de edad.
—Una visita señora, la joven Esther Phillips está aquí —la mujer se apresuró sorprendida para darle la bienvenida, pero la vió entrar, su rostro decaído, su mirada triste, sus parpados muy hinchado, pero su cuerpo erguido tras una imagen señorial.
—¡Perdón por haber venido así sin avisar —dijo tomándose de las manos con la mujer — ¡Martina, vine huyendo de la vida, ésta fue mi mejor elección para escapar.
—¿Cómo? ¿Qué sucede Esther? ¿Acaso ...?
—Nadie sabe que estoy aquí, ni quiero que lo sepan...
—Siéntate Esther —dijo la mujer con una agitada preocupación como si no pudiera entender— no quisiera preguntarte nada porque siento que ahora es muy mala idea, pero...hija...
— Damián me traicionó, tuvo el mal gusto de permitir que yo lo mirase con su prostituta en plena acción —Martina se quedó boquiabierta escuchando cada palabra que salía de la boca de la herida mujer.
—¡No puedo creerlo, su madre lo crió para ser un caballero... Samantha se va a infartar con ésto... Esther, tú eres la luz de sus ojos, tanto como lo es él...ella te ama...gracias a Dios que ella sigue de viaje. Es increíble lo que me cuentas ¿Damián teaicionandote? Pero si eres un sol, una mujer muy bella...
—Lo hizo, y yo nunca perdonaré su humillación, me lastimó su burla y su asquerosa forma de ver la vida.
—Debes hablar con él, igual es un asunto muy delicado...quizás fue una debilidad del momento.
—No es debilidad, es un acto de inmoralidad...de deslealtad a quien lo entregó todo por amor —dijo dejando salir un ahogado llanto y la mujer la abrazó— Martina, yo he dejado de viajar por mis negocios para que él sienta seguridad en mí, no me gustaba verlo celoso porque he querido conservar intacto nuestro amor, he dejado mis sueños a un lado por estar con él, hacerlo feliz, he permitido que Damián entre en mi mundo, en mis amistades, y ahora me doy cuenta que yo no conozco el hombre con el cual me casé y he vivido siete años de engaños, de mentiras.
—Habla con él, puede que estés juzgandolo más de lo que es...—Esther interrumpió con una seca y hostil carcajada.
—Hoy debió haber sido el día más feliz de mi vida ¿sabes?, pero todo se consumió al verlo allí, en medio de su lujuria siendome infiel...
—¡¿Qué fecha es hoy que debía conmemorar tu felicidad...? — preguntó con incógnita Martina.
—Hoy celebré que estoy embarazada y fuí hasta allá porque mi alegría no cabía ya en mi corazón y no podía esperar...para decírselo.
—Esther, hija —Matina se emocionó llevando su mano a su pecho— no sé que decirte...es algo hermoso...a pesar de la circunstancia debes...
—Lo era, antes de descubrir la traición de mi esposo...ya no estoy feliz...no puedo serlo cuando me di cuenta que no debí creer en que esto era importante cuando no lo es, solo para hacerlo feliz a él. Según moría por ser padre y yo me olvide de lo que yo quería realmente y empecé a sentir una necesidad de ser madre que ahora no sé si quiero... perdón... Martina, me siento muy confundida...
—Es tu hijo... él vino a cambiarlo todo, te necesita Esther, y ésto que te está pasando no le hace bien...
Editado: 17.01.2024