Por tus huellas

Prólogo

El bosque no esconde secretos, los respira, susurrando a quienes se atreven a escuchar.

***

Para Maddie, el invierno siempre parecía un tiempo de renacimiento. El aire fresco que entraba en mis pulmones con el aire frío me hizo olvidar el peso del mundo. Los senderos del bosque cubiertos de nieve esponjosa eran su refugio. Allí, entre el silencio y la luz cristalina, podía escapar de todo: de los recuerdos que nunca la abandonaban del todo, y de una voz que a veces parecía demasiado real.

Esta mañana no fue la excepción. El aire frío del invierno envolvía su rostro, penetrando en sus pulmones con una frescura que despertaba su cuerpo y su mente. Su aliento se escapaba en nubes de vapor suspendidas en el aire helado. El estrecho sendero bajo sus pies le resultaba familiar hasta el más mínimo detalle: cada curva, cada colina o bache que podía sentir incluso con los ojos cerrados.

La nieve bajo sus zapatillas crujía con un ritmo familiar, creando la melodía de su carrera. Cada paso era claro, casi meditativo, distrayéndola de todas las ansiedades que antes se habían cernido sobre ella como una nube. Escuchó el silencio del bosque, solo interrumpido por el crujido esporádico de los árboles bajo el peso de la nieve y el suave soplo del viento rompiendo los troncos, como si buscara algo perdido.

A Maddie le pareció que esa mañana había traído una promesa de paz. Pero al mismo tiempo, en el fondo de su alma, se agitaba una carga invisible que no podía explicar. Había silencio en el bosque, pero esta calma le parecía demasiado pesada, como si la naturaleza se congelara, escuchando algo invisible.

—Es solo mi imaginación salvaje... —la chica se calmó, sin dejar de correr. Pero la voz en su cabeza seguía parloteando que tenía que parar. No podía entender qué era lo que le molestaba.....

Pero entonces algo cambió. Oler. Apenas se notaba, pero hacía que su corazón se acelerara. Maddie se detuvo, contemplando el prístino paisaje blanco, cuando de repente lo vio: un camino rojo que se extendía a través de la lona blanca como la nieve.

Su corazón se hundió.

Conocía muy bien este tono... El color del dolor, de la desesperación... muerte. El sendero conducía a un viejo roble, el mismo donde terminaba su carrera todos los días. Pero esta vez, algo más la estaba esperando allí..... Le temblaban las manos al acercarse, sintiendo que el silencio del bosque se convertía en un vacío opresivo.

Y entonces la vio: el cuerpo de una mujer joven, mutilado y congelado, abandonado en un altar helado en medio de ...

- No.....

Esta mañana lo cambió todo. Maddie sabía que no era una coincidencia. Regresó. Está aquí, entre estas nieves. Y este juego no ha hecho más que empezar.




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