Por un deseo

Epílogo.

Una tarde de los siguientes días, iba en mi bicicleta entre los callejones de mi ciudad, dirigiéndome al local de don Evelio con la intención de comprarme una torta de jamón. Esa mañana había empezado mi curso intensivo que me ayudaría a estar más preparada a la hora de aplicar mi examen el siguiente año.

Posterior a conversarlo con mi mamá, decidí que seguiría el consejo de Samuel e intentaría entrar en la carrera de periodismo de la UNAM. Sí que tenía miedo, porque sonaba demasiado intimidante el hecho de querer ser parte del grupo estudiantil de aquella universidad prestigiosa y que, su fama se valía por lo complicado de ser aceptado.

En la banqueta del local, dejé mi bicicleta tirada. Entré directo a la zona de la caja registradora donde el señor tenía las tortas apiladas en una charola con una bolsa encima que las cubría de las moscas. Debí poner atención y dejar de distraerme, y juré que trabajaría en ello, pero ese día me sirvió porque choqué de hombros con una señora que iba de salida.

―Lo siento ―le había dicho, preocupada.

La mujer, a quien reconocí al instante me sonrió. ― ¿Te gustó el libro?

No supe que responderle de inmediato. Dudé si ella sabía de lo que aquel libro secreto era capaz o si la magia producida los meses atrás fueron obra del poder de la fuente. Así que solo respondí: ―Me encantó.

―Te lo dije. Sé que mis libros son especiales. Deberías pasarte en la próxima edición a mi puesto, te daré otro aun más interesante. Lo sé porque yo misma los envuelvo y los marco, así sé con certeza cuál canasta ofrecerles a mis clientes.

― ¿Se pondrá en octubre?

―Quizás sí, pero te dejo. Hay muchas cosas que hacer por el momento. Nos veremos después, niña. Cuídate mucho ―finalizó y caminó a la puerta de salida.

― ¿Y tu cambio? ―le gritó Don Evelio desde su lugar.

― ¡Quédatelo! ―respondió ella entre risas antes de desaparecer.

Cuando estuve cerca del señor, le pedí una torta.

―Esa mujer me sacará las últimas canas que tengo.

― ¿La conoce?

―Ojalá no lo hiciera ―respondió el, cobrándome la torta―. Es diferente al resto. Demasiado intensa y, si me lo preguntas, creo que le hace falta un tornillo.

― ¿Cómo se llama?

―Mejor dicho, ¿cómo no se llama?, a todos les dice un nombre diferente, pero si quieres saber el último, ella dijo algo como: Kiki.

(...)

El mes de julio de 1989 llegó tan a prisa como un corredor de maratón queriendo alcanzar la meta antes que la competencia. Esa mañana fue diferente. Recuerdo sentirme tranquila y serena mientras esperé el periódico que Jorgito repartía. Cuando lo tuve en mis manos, revisé cada página hasta dar con la lista de aceptados y para mi fortuna, lo logré.

Así pasaron las semanas, los meses y los años. No es mentira cuando la gente mayor dice que la vida se va igual a un suspiro. Cuando egresé de la universidad como licenciada en Periodismo, otro problema surgió, ¿dónde iba a trabajar?, sin embargo, fueron las mismas ganas de seguir adelante que me ayudaron a abrirme paso entre las revistas más importantes de México hasta el grado de fundar la propia.

En lo que respecta a mi familia. Ellas vivieron una vida plena y feliz, no obstante, hoy mientras escribo estas palabras, por desgracia, ni mi mamá ni la tía Hermila o la señora Rosy continúan acompañándome en mi travesía, pero ahora te tengo a ti.

Por lo que se refiere a mi hermana, ella se mudó a Cuernavaca. Después de un tiempo, cansada de los malos tratos de su jefa, decidió ingresar de nuevo a la universidad, pero esta vez para estudiar leyes, una carrera lejana a la salud; sin embargo, lo consiguió.

Lucía por su parte, sigue siendo una de mis mejores amigas. El estreno de su opera prima fue un fracaso en taquilla y crítica, pero puedo decir con orgullo que tal hecho no la detuvo e hizo otra y otra y otra hasta ser reconocida como una de las mejores directoras de la nación, compartiendo su visión con empresas mundiales y dirigiendo películas bastante taquilleras y queridas. Felipe, el anti televisión, por fin venció su miedo a la cámara. Durante varios años, él siguió aferrado a la idea que su trabajo era detrás del telón hasta que un día, en el programa de noticias que él producía, el conductor no llegó debido a que se embriagó la noche anterior, así que él tuvo que ocupar su lugar y desde ahí, pude verlo cada día en las noticias nacionales.

Comencé a relatarte mi historia debido a nuestra pequeña, pero dolorosa discusión.

Me veo en ti. Yo era como tú.

Una lectora ávida, hambrienta de palabras para silenciar su mente aunque fuesen minutos; sin embargo, me di cuenta, que al leer demasiadas historias hechas por otros escritores, había dejado de escribir y vivir la mía. Y sé qué todos nos aferramos a algo: a una canción, a una persona, incluso a un gusto al que le dedicamos nuestra existencia entera, y en tu caso, a los libros.

Debemos leer porque amamos hacerlo y no para alejarnos de nuestra realidad. Los libros son buenos. Leer es bueno, pero no cuando se vuelve un vicio como el alcohol.

Eso es triste.

Solo quiero que entiendas que los libros no deberían ser una opción de escape, sino de disfrute y aprendizaje, y que está bien tenerle miedo a la realidad donde vives, pero no dejes que ese miedo sea el que te controle, porque más allá de leer más de doce horas al día, hay un mundo allá afuera ansioso por conocerte y ser testigo de todo lo que puedes ofrecer.

Con amor, tu mamá.

¡Gracias por terminar de leer esta historia!

De verdad, muchísimas gracias por llegar hasta aquí y leerte toda la historia de Meztli.

Ojalá que esta novela te haya gustado y por qué no, ayudado a creer más en ti.

Me encantan las historias donde los dos mundos se encuentran, tanto el ficticio y el real (ficticio), y desde el primer instante supe que Samuel debía representar todos esos libros que estuvieron para mí en mis mejores y peores momentos, dándome sus mejores consejos y apoyo.



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En el texto hay: mexico, romance, personajeliterario

Editado: 30.08.2024

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