Interior de una cantina pintada de café oscuro. Piso de madera. Mesas y sillas vacías. Barra con botellas visibles. La puerta se abre.
Hernán: (entra) ¿Tienes algo de comer?
Cantinero: (entra) No. Aquí nunca hay alimentos, solo bebidas.
Hernán: Voy a comprar algo al puesto de Doña Miche.
Cantinero: Acabo de recordar que mandó decir que quería verme. Aprovecho y voy de una vez.
Hernán: (se sienta) ¿Y yo qué voy a hacer aquí?
Cantinero: Beber solo. (Ríe) Estaba bromeando, sabes que tienes prohibido el alcohol.
Hernán: ¿Hasta cuándo me vas a quitar el castigo? Ya han pasado años.
Cantinero: No es un castigo, así tendrá que ser hasta que yo me muera.
Hernán: No te tardes.
Cantinero: ¿En morir?
Hernán: (ríe) En traer comida, baboso.
Cantinero: (Lo abraza) No hagas tonterías. Tengo las botellas contadas. (Sale)
Hernán: (enciende un cigarro. Sale)
Pausa breve. Alguien toca la puerta.
Hernán: (entra) ¿Qué se te olvidó? (Abre) ¡Ah! Disculpa, todavía no está abierto.
Fausto: (entra) ¿Y tú quién eres? ¿Dónde está el cantinero?
Hernán: (se sienta) ¿Cuál pregunta debo responder?
Fausto: Ambas.
Hernán: Soy Hernán. Y mi hermano salió, pero no tarda en regresar. ¿Qué haces aquí tan temprano?
Fausto: (se sienta) Te imaginé más bajo.
Hernán: ¿Disculpa?
Fausto: Tu hermano me habló de ti hace semanas. Imaginé que eras un niño.
Hernán: Él piensa que lo soy. Tal vez sea por eso.
Fausto: ¿Qué haces aquí? ¿Estás de visita?
Hernán: Hoy no tenía nada pendiente. Además he estado pensando en lo que pasó aquella noche.
Fausto: ¿Te enteraste?
Hernán: Todo el pueblo se enteró. Hacía años que no sucedía algo así, menos en estas fechas.
Fausto: Supongo que el día del niño no tendrá tanto impacto como otras veces.
Hernán: Los padres no confían en las calles. Suspendieron las clases en casi todas las escuelas.
Fausto: ¿Qué hay de la policía? ¿Aún no han resuelto nada?
Hernán: Aquí jamás se resuelve nada. La policía está de adorno, nada más.
Fausto: ¿Por qué lo dices?
Hernán: Alguna vez estuve por ir a la cárcel.
Fausto: Creo que tu hermano me contó algo sobre eso.
Hernán: Y de haber sido encerrado, me lo merecía. Pero no pasó, tuve suerte.
Fausto: ¿Qué fue lo que hiciste?
Hernán: Participé en un robo.
Fausto: ¿Cómo se enteró tu hermano?
Hernán: Nunca lo supe. Un día simplemente apareció y me hizo darle mi salario de todo un mes para reparar los daños.
Fausto: ¿Qué fue lo que robaste?
Hernán: Una panadería.
Fausto: Me refería a lo que llevaste contigo.
Hernán: A decir verdad, yo no me quedé con nada.
Fausto: ¿Entonces quién lo hizo?
Hernán: Del mostrador tomaron un objeto ilegal.
Fausto: Creí que se trataba de dinero.
Hernán: Ese era el objetivo al principio.
Fausto: ¿Al principio?
Hernán: Querían el dinero, pero al abrir la caja, estaba vacía.
Fausto: ¿Tú abriste la caja?
Hernán: Sí. Pero salí de la tienda al sentir que había fracasado.
Fausto: ¿Y después?
Hernán: Uno de ellos se frustró, y comenzó a registrar todos los muebles.
Fausto: ¿No había nadie que lo detuviera?
Hernán: Solo había una chica, y ella huyó en cuanto irrumpimos.
Fausto: ¿Le hicieron daño?
Hernán: Imposible. Era muy amable.
Fausto: ¿Qué le dijeron?
Hernán: Esa es otra historia, chico.
Fausto: (enciende un cigarro) Continúa.
Hernán: Pudieron revisar todo el espacio, y encontraron una pistola envuelta en un trapo bajo el mostrador.
Fausto: ¿Quién la tomó?
Hernán: No sé su nombre. Le decían el tamal.
Fausto: ¿Sabes qué hizo con la pistola?
Hernán: Después de ese día no lo volví a ver, hasta años después.
Fausto: ¿No eran amigos?
Hernán: No. Nos conocimos por un amigo mío en una pelea callejera.
Fausto: ¿Qué tipo de pelea?
Hernán: Me golpearon por besar a la novia de alguien.
Fausto: ¡Vaya! Sí que tienes mucho para contar.
Hernán: (ríe) Solo cuando alguien me hace preguntas sin parar.
Fausto: (fuma) ¿Tu hermano sabe todo esto?
Hernán: Una parte.
Fausto: Lo lamento.
Hernán: Igual yo. (Enciende un cigarro)
Fausto: ¿Vas contándole tu vida a cualquiera que te pregunta?
Hernán: No. Solamente a los que conozco.
Fausto: Pero no sabes quién soy.
Hernán: Claro que lo sé. Eres Fausto.