Interior de una cantina pintada de café oscuro. Piso de madera. Mesas y sillas vacías. Barra con botellas visibles. Alguien toca la puerta.
Cantinero: (bostezando) ¡Ya voy! (Abre la puerta)
Hernán: (entra) No son horas de estar durmiendo. ¿Por qué sigues en pijama?
Cantinero: ¿Qué hora es?
Hernán: Casi las siete. Podrías peinarte o lavarte la cara, por lo menos.
Cantinero: ¡No puede ser! (Va a la habitación contigua)
Hernán: (a gritos) ¿Ya sabes lo que pasó con Casimiro?
Cantinero: (a gritos) ¡No! ¿De qué hablas?
Hernán: (se sirve un trago) Unos policías entraron a su casa.
Cantinero: ¿Cuándo?
Hernán: Esta mañana.
Cantinero: (entra abotonando su camisa) ¿Le hicieron algo?
Hernán: A él no, a su hijo. Parece que encontraron armas y dinero ilícito en su negocio y lo arrestaron frente a sus hijos.
Cantinero: ¿Tenían una orden para hacerlo?
Hernán: No conozco los detalles.
Cantinero: ¿Cómo te enteraste?
Hernán: Doroteo me contó, me lo encontré en una tienda hace media hora. Vine a contarte.
Cantinero: Pobre Casimiro, debe estar que echa chispas.
Hernán: (se sienta) Esa es la mejor parte. Está pegando brincos de felicidad.
Cantinero: (sirve un trago) ¿No está enojado?
Hernán: Según esto, Casimiro llevaba ya tiempo queriendo que algo así pasara, y ahora ya no tendrá que cargar con culpa sobre sus hombros.
Cantinero: ¡Ah, sí! Había mencionado que su hijo le debía dinero.
Hernán: (Enciende un cigarro)
Cantinero: ¿Quieres esperar a ver si hoy viene?
Hernán: No pienso perdérmelo por nada.
Cantinero: Aunque podríamos ir a visitarlo.
Hernán: No creo que sea conveniente.
Cantinero: ¿Por qué no? Somos viejos amigos.
Hernán: Casimiro no es amigo de nadie, y si nos aparecemos pensará que solo es por andar de chismosos.
Cantinero: Con lo que pasó la última vez, creí que él estaba cambiando.
Hernán: Loro viejo no aprende a hablar.
Cantinero: Pero se veía contento, y jamás pensé que podría compartir un detalle tan íntimo de su vida con todos nosotros. Y que se mostrara de acuerdo con Fausto fue lo que menos esperaba.
Hernán: (fuma)
Cantinero: (se sienta) Por cierto, ¿te animaste?
Hernán: No sé de qué me estás hablando.
Cantinero: Hazte que la virgen te habla.
Hernán: (se ríe) Hasta que dices uno que sí conozco.
Cantinero: (le quita el cigarro. Lo apaga) Puedo hablar como todos los demás, cuando es preciso.
Hernán: ¿Qué hay de Fausto? ¿No has averiguado si fue él quien apuñaló a Emilia?
Cantinero: (se levanta) No tengo por qué indagar en asuntos que no me incumben.
Hernán: Pero se trata de Emilia. ¿No te gustaría darle su merecido al responsable?
Cantinero: No soy Dios para decidir qué se debe hacer.
Hernán: Pero puedes colaborar.
Cantinero: No me cambies el tema. Dime cuándo vas a llamarla.
Hernán: No tengo dinero para hacer una llamada.
Cantinero: Aquí hay un teléfono. Dime el número.
Hernán: (se levanta) Mejor me voy.
Cantinero: (sirve un trago. Bebe) ¿Recuerdas el día que mamá murió?
Hernán: (guarda silencio)
Cantinero: Yo sí. (Con voz quebrada) Lo recuerdo todos los días.
Hernán: ¿Por qué la mencionas ahora?
Cantinero: Sé lo que te ocurre.
Hernán: Mejor cierra la boca, hermano.
Cantinero: ¿Sabes cuáles fueron sus últimas palabras?
Hernán: (a gritos) ¡No quiero pensar en ella!
Cantinero: Cuida a tu hermano.
Hernán: (lo empuja) ¿Y ahora vienes a decirlo?
Cantinero: En aquel tiempo, eras mi hermano.
Pero hoy, eres mi hijo.
Hernán: Lo sé. Pero no sigas con esto. Sé lo que quieres decir.
Cantinero: No, no tienes idea. (Se sienta) Mamá te amaba.
Hernán: Pues no parecía.
Cantinero: Sé que estaría orgullosa de ti, si pudiera ver el hombre en el que te has convertido.
Hernán: Tengo mis dudas. Ella nunca me quiso tanto como a ti.
Cantinero: Cuando ella partió, guardé todos sus álbumes de fotos. Y en cada una de ellas, tienes una sonrisa enorme.
Hernán: Deja de alardear, siempre fuiste su favorito.
Cantinero: Cuando recuerdo aquellos años, echo de menos lo feliz que eras. A cada momento hacías bromas, y te reías de cualquier cosa. Antes desbordabas alegría y parecías un torbellino, yendo de un lado a otro con entusiasmo.
Hernán: (va hacia la puerta)
Cantinero: Sé que no he sido el mejor padre, pero sigo estando aquí para ti.
Hernán: No tienes que recordármelo.