Por un mezcal

Tercer acto

Interior de una cantina pintada de café oscuro. Piso de madera. Mesas y sillas vacías. Barra con botellas visibles. Alguien toca la puerta.

Cantinero: (bostezando) ¡Ya voy! (Abre la puerta)

Hernán: (entra) No son horas de estar durmiendo. ¿Por qué sigues en pijama?

Cantinero: ¿Qué hora es?

Hernán: Casi las siete. Podrías peinarte o lavarte la cara, por lo menos.

Cantinero: ¡No puede ser! (Va a la habitación contigua)

Hernán: (a gritos) ¿Ya sabes lo que pasó con Casimiro?

Cantinero: (a gritos) ¡No! ¿De qué hablas?

Hernán: (se sirve un trago) Unos policías entraron a su casa.

Cantinero: ¿Cuándo?

Hernán: Esta mañana.

Cantinero: (entra abotonando su camisa) ¿Le hicieron algo?

Hernán: A él no, a su hijo. Parece que encontraron armas y dinero ilícito en su negocio y lo arrestaron frente a sus hijos.

Cantinero: ¿Tenían una orden para hacerlo?

Hernán: No conozco los detalles.

Cantinero: ¿Cómo te enteraste?

Hernán: Doroteo me contó, me lo encontré en una tienda hace media hora. Vine a contarte.

Cantinero: Pobre Casimiro, debe estar que echa chispas.

Hernán: (se sienta) Esa es la mejor parte. Está pegando brincos de felicidad.

Cantinero: (sirve un trago) ¿No está enojado?

Hernán: Según esto, Casimiro llevaba ya tiempo queriendo que algo así pasara, y ahora ya no tendrá que cargar con culpa sobre sus hombros.

Cantinero: ¡Ah, sí! Había mencionado que su hijo le debía dinero.

Hernán: (Enciende un cigarro)

Cantinero: ¿Quieres esperar a ver si hoy viene?

Hernán: No pienso perdérmelo por nada.

Cantinero: Aunque podríamos ir a visitarlo.

Hernán: No creo que sea conveniente.

Cantinero: ¿Por qué no? Somos viejos amigos.

Hernán: Casimiro no es amigo de nadie, y si nos aparecemos pensará que solo es por andar de chismosos.

Cantinero: Con lo que pasó la última vez, creí que él estaba cambiando.

Hernán: Loro viejo no aprende a hablar.

Cantinero: Pero se veía contento, y jamás pensé que podría compartir un detalle tan íntimo de su vida con todos nosotros. Y que se mostrara de acuerdo con Fausto fue lo que menos esperaba.

Hernán: (fuma)

Cantinero: (se sienta) Por cierto, ¿te animaste?

Hernán: No sé de qué me estás hablando.

Cantinero: Hazte que la virgen te habla.

Hernán: (se ríe) Hasta que dices uno que sí conozco.

Cantinero: (le quita el cigarro. Lo apaga) Puedo hablar como todos los demás, cuando es preciso.

Hernán: ¿Qué hay de Fausto? ¿No has averiguado si fue él quien apuñaló a Emilia?

Cantinero: (se levanta) No tengo por qué indagar en asuntos que no me incumben.

Hernán: Pero se trata de Emilia. ¿No te gustaría darle su merecido al responsable?

Cantinero: No soy Dios para decidir qué se debe hacer.

Hernán: Pero puedes colaborar.

Cantinero: No me cambies el tema. Dime cuándo vas a llamarla.

Hernán: No tengo dinero para hacer una llamada.

Cantinero: Aquí hay un teléfono. Dime el número.

Hernán: (se levanta) Mejor me voy.

Cantinero: (sirve un trago. Bebe) ¿Recuerdas el día que mamá murió?

Hernán: (guarda silencio)

Cantinero: Yo sí. (Con voz quebrada) Lo recuerdo todos los días.

Hernán: ¿Por qué la mencionas ahora?

Cantinero: Sé lo que te ocurre.

Hernán: Mejor cierra la boca, hermano.

Cantinero: ¿Sabes cuáles fueron sus últimas palabras?

Hernán: (a gritos) ¡No quiero pensar en ella!

Cantinero: Cuida a tu hermano.

Hernán: (lo empuja) ¿Y ahora vienes a decirlo?

Cantinero: En aquel tiempo, eras mi hermano.

Pero hoy, eres mi hijo.

Hernán: Lo sé. Pero no sigas con esto. Sé lo que quieres decir.

Cantinero: No, no tienes idea. (Se sienta) Mamá te amaba.

Hernán: Pues no parecía.

Cantinero: Sé que estaría orgullosa de ti, si pudiera ver el hombre en el que te has convertido.

Hernán: Tengo mis dudas. Ella nunca me quiso tanto como a ti.

Cantinero: Cuando ella partió, guardé todos sus álbumes de fotos. Y en cada una de ellas, tienes una sonrisa enorme.

Hernán: Deja de alardear, siempre fuiste su favorito.

Cantinero: Cuando recuerdo aquellos años, echo de menos lo feliz que eras. A cada momento hacías bromas, y te reías de cualquier cosa. Antes desbordabas alegría y parecías un torbellino, yendo de un lado a otro con entusiasmo.

Hernán: (va hacia la puerta)

Cantinero: Sé que no he sido el mejor padre, pero sigo estando aquí para ti.

Hernán: No tienes que recordármelo.



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En el texto hay: drama, obra de teatro

Editado: 09.04.2025

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