Por una Navidad Feliz

CAPÍTULO 1: ATRAPADA.

“Piense en dar; no como un deber, sino como un privilegio”. 

-John D. Rockefeller Jr.

 

 

Megan Taylor sabía que estaba cometiendo un gran error cuando salió de su casa en dirección a ese edificio que tanto había espiado los días anteriores.

Sintió cierta reticencia por lo que iba a hacer; su mente le advertía una y otra vez que estaba arriesgándose demasiado... Pero, al final, lo confirmó en el momento en que cruzó el umbral de la puerta del almacén y sintió cómo los vellos de su nuca se erizaban... Incluso el sudor frío que perló su frente se lo confirmó.

Era una muy mala idea... Pero no se le ocurría otra manera.

De ninguna forma iba a conseguir juguetes como esos sin pagar sumas altas por ellos.

No había otro modo.

Ella no era ninguna estúpida; sabía en lo que se estaba metiendo pues, había sobrevivido a tantas cosas desde la infancia, que eso afinó su instinto de una manera impresionante.

Sin embargo, ahí estaba ella.

No había instinto de supervivencia, sabiduría o prudencia que pudiera detenerla... No en una situación como esa, de vida o muerte.

Resuelta a hacerlo, entró al lugar siendo muy cuidadosa con sus pasos.

Desde algún lado, la música sonó muy alto, el bajo amenazaba con hacer estallar los vidrios de las ventanas y ella sentía que su masa cerebral palpitaba al ritmo de la música.

Luchó por concentrarse y siguió caminando hacia el interior.

Había cientos y cientos de cajas de juguetes.

Ante sus ojos se alzaban columnas interminables de cajas de juguetes que hicieron que sus ojos se humedecieran rápidamente.

Ella ni siquiera acostumbraba a jugar nada, no creció con tiempo como para hacer otra cosa que no fuera trabajar para mantenerse, pero estaba segura de que ése sería el lugar de ensueño de muchos niños.

El lugar de ensueño de los niños huérfanos o en condición de calle.

Pensar en eso hizo que su corazón se encogiera como una pasa.

¿Cuánto darían los niños del orfanato por disfrutar de juguetes como esos?, se preguntó al tiempo que apresuraba sus pasos entre las murallas de juguetes.

Cinco minutos después, ella había visto desde miles de barbies con distintas profesiones, hasta pequeños camiones transformables y pistolas de slime... Pero en ningún lado veía lo que estaba buscando.

No sabía si era algo muy díficil de conseguir, o si simplemente no lo había en ese almacén.

Se sentía frustrada.

Ni siquiera así lograba hacer algo bueno en su vida.

Suspiró con indignación y, justo en ese momento, recordó los ojitos azules de la pequeña Maggie.

Esa imagen fue el incentivo que necesitó.

Reanudó su búsqueda y al fin dio con el bendito juguete.

Justo cuando identificó la caja, que estaba debajo de otras tres más grandes, el lugar se sumió en un silencio sepulcral.

Megan tragó grueso.

¿Quién había apagado la música?

¿Había alguien más allí?

La ausencia del bajo que antes le taladraba los oídos, le hizo sentirse aturdida. Razón por la que no escuchó cuando un hombre se acercó sigilosamente a ella por detrás.

Con esfuerzo, ella forcejeó con las cajas que estaban encima de su objetivo.

Luchó con ellas hasta que logró sacar la que ella buscaba, sin dejar caer las demás.

Contenta de haberlo logrado, se abrazó a la caja con emoción.

La pequeña Mags va a estar... Comenzó a celebrar mentalmente.

—¿Qué cree que está haciendo? —preguntó una voz ronca detrás de ella.

Sonó más como un gruñido furioso que interrumpió sus pensamientos y la hizo saltar del susto.

Su salto hizo que chocara con la torre de cajas que estaban detrás y el desastre se desató.

Las montañas de cajas cayeron una a una, cual efecto dominó.

 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.