Porqué eres mía

Capítulo 28:

NARRA ARENEA. UNA SEMANA DESPUÉS.

 

 

- ¡Adiós! – Me despedí de Josías y Diego una vez ya fuera del auto.

- ¡Adiós! –Dijeron ambos al mismo tiempo.

- ¡Qué te valla bien, Arenea! – Habló ahora Josías. – Y no olvides llamarnos para saber cómo estas – Me recordó.

-Claro que sí. – Asegure.

-Cuídate, espero y te valla bien. – Me sonrió al igual que Josías.

-Sí, Nos vemos. – Me despedí una última vez para luego entrar al aeropuerto con mi maleta en mis manos.

Una vez lejos, di la vuelta y moví mi mano de un lado a otro en forma de despedida, la verdad, no quería irme lejos de ellos, pero lo necesitaba, alejarme de todos.

Entre al aeropuerto e hice todo el proceso necesario para luego poder ingresar al avión. Mis cosas dejé en el maletero que se estaba arriba de mi asiento y me senté a esperar que el avión despegará.

Tome mi celular y mis auriculares que estaban en el bolsillo de mi chaqueta y me dispuse a escuchar música el resto del viaje, sería algo largo, así que trataré de dormir lo más que pueda.

 

 

(…)

 

 

-Señorita… Señorita, despierte… - Lentamente abrí mis ojos. – Señorita, ya llegamos. – Abrí totalmente mis ojos para encontrarme con un joven. – Por fin despierta, estuve diez minutos tratando de despertarla. – Soltó una pequeña risa. – Bajemos. – Se reincorporó en su lugar.

-Oh, sí, claro. – Me levante rápidamente y guarde mi celular y auricular en el bolsillo de mi chaqueta, me di la vuelta para bajar mi maleta estirando mis brazos.

-Yo la ayudo. – El joven estiró sus brazos alcanzándolos al instante y bajando mi maleta para luego entregármela.

-Gracias. – Le sonreí amablemente.

-No hay de qué. – Me sonrió igual y comenzó a caminar mientras yo lo seguía.

Bajamos del avión en un silencio para nada incómodo.

El joven seguía caminando delante de mí, pero no le preste atención y solo saque mi celular para llamar a Julián, pero antes de hacerlo, choqué con una espalda ancha asiendo que levante la mirada casi al instante.

-Lo siento. – Me disculpé con el joven, pero al parecer no me escucho ya que estaba mirando fijamente a algo o a alguien. Dirigí mi vista al frente y vi a Julián buscando a alguien, supongo que me está buscando a mí, así que, me acerqué rápidamente a él. - ¡Julián! – Grite para que me pudiera ver, al hacerlo corrió hacía a mí y hundirme en un abrazo suyo.

- ¡Arenea! Tanto tiempo sin verte, te extrañe. – Habló en medio del abrazo.

-Y yo a ti. – Hablé emocionada.

- ¡Vámonos! Ya tengo reservado el mejor hotel de esta ciudad – Habló entusiasmado separándose del abrazo.

-Bien, ¡Vamos! – Asentí y nos fuimos casi corriendo del lugar.

Así es, no fui a casa de mis padres, necesitaba alejarme de todos por unos días, pero tampoco quería quedarme sola en un lugar que no conozco, así que, no se me ocurrió mejor persona que Julián, mi mejor amigo.

Subimos a un taxi ya que ninguno de los dos tenía un auto propio, y nos dirigimos al hotel del que haló Julián hace unos minutos.

-Nos la pasaremos muy bien estos días que olvidaras todos tus problemas y miedos. – Habló Julián al lado mío.

-De eso estoy segura, bien, ¿Qué aremos primero? – Pregunte mientras sonreía.

-No lo sé, tú dime, no conozco este lugar. – Comenzó a reír.

-Yo tampoco. – Reí junto a ella.

-Disculpe. – Habló Julián al chofer cuando dejamos de reír.

- ¿Sí? – Respondió aquel hombre.

-Usted es taxista, ¿Nos recomendaría algún lugar para disfrutar o algo así? – Pregunto amablemente, el chofer lo pensó un momento.

-Hay muchos buenos lugares para disfrutar o pasar el rato, sin embargo, nunca he ingresado a uno de esos lugares, así que, no sé cuál sea el mejor lugar para estar, lo siento. – Se disculpó aquel hombre.

-No se preocupe, pero estoy segura de que algún día estará en esos lugares que dices. – Le sonreí al chofer.

-Si usted lo dice. – Me sonrió igual. – Bueno, ya llegamos. – El chofer bajo del auto al igual que nosotras y saco nuestras maletas de la parte trasera del auto para entregárnoslo. – Qué la pasen bien. – Se despidió.

-También usted, tenga un buen día. – Le entregué dinero mientras tomaba mi maleta.

-Muchas gracias. – Sonrió alegre agarrando el dinero.

-Gracias a usted. – Agradecí.

- ¡Adiós! – Nos despedimos de aquel hombre mientras caminábamos dentro del hotel.

Vimos como el hombre alzaba su mano y lo sacudía en modo de saludo, le sonreímos por última vez y entramos al hotel.

Estos días la pasaremos muy bien, ¡Estoy segura!

 

 




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