Capítulo uno: "Sabes todo"
El mundo siempre será un completo misterio, para una mente joven, ese pequeño cerebrito que apenas piensa; a veces la gente suele creer, que al ser adulto, te conoces todas las respuestas, lo sabes todo porque has vivido ya unos veinte años, pero no, no tienes ni idea de lo que es la vida realmente y de lo grande que te pueden venir los desafíos, y, esas pequeñas piedritas en el camino.
El amor o bien puede ser una piedra en el zapato que te lastima, o puede ser esa chimenea que te provee el calor y no solo hablo de manera literal, amar tambien puede hacerte muy feliz. Desafortunadamente, no siempre te encuentras con la persona adecuada, eso es un hecho.
Era un día de invierno, estaba siendo apretujada en el transporte público, olía a sudor y era algo asqueroso, pero lo que me tenía derramando pequeñas lágrimas y causando molestias; era que una señora me empujaba con su bolso hacia el tubo de metal que servía para sostenerme, no tenía espacio y sentía que me iba a provocar devolver todo el desayuno. Mientras miraba la ventana sucia y los edificios pasar rápidamente, no podía evitar sentir que mi vida iba igual de desordenada, apretujada en un rincón sin aire. Iba camino a la universidad, si, que gran día. El semestre había terminado, pero había que ir a tomar clases optativas.
Por procrastinadora.
En efecto, me hice tonta durante el semestre y no fui a ninguna; ahora el karma me lo estaba haciendo pagar y con creces. Miraba por la ventana, mientras me tenían sometida a esa falta de espacio. Vislumbre ese peculiar poste, que estaba cercano a donde debía bajarme, mire a la señora que tenía a mis espaldas y entonces me aclaré la garganta lista para hablar.
—¿Me da permiso, por favor?—pregunte.
La señora me vio con mala cara, pero aún así se hizo hacia atrás para darme el paso, por fin pude respirar. Había olvidado la sensación de no estar apretujada durante unos cuarenta minutos.
—Gracias—dije cuando pase por su lado, aunque ella no le dio mucha importancia.
Joder, la señora es un amor.
Supongo que hay gente de todo tipo, así que, no hay que tomarse esas cosas de forma personal. Pedí la parada justo en la esquina habitual. Cuando las puertas se abrieron, baje con cuidado y me subí a la acera, camine unos metros, y, ahí estaba, mi cárcel.
Mis mejillas estaban rosadas por el frío, llevaba una bufanda en mi cuello y un gorrito en mi cabeza, era una mañana bastante fría. De pronto, sentí como el aire frío me dio en toda la cara, gracias al tipo de la moto que paso a toda velocidad a mi lado y se estacionó enfrente de la universidad.
Me quede mirando unos segundos, como si fuera a ver mi cara de mal genio y se sintiera culpable, pero en su lugar lo vi sacarse el casco, mientras me daba la espalda, su cabellos negros eran rebeldes, él se pasó la mano por ellos, tratando de acomodarlos, su espalda era ancha, parecía que le gustaba hacer ejercicio. No sabía por qué me quedé mirándolo tanto tiempo; no era más que un chico cualquiera, ¿o eso quería creer?
Cuando volví de nuevo a la tierra, él ya se había adentrado a las instalaciones, comencé a caminar hacia la entrada, y ,así inhale aire, finalmente entre. El vigilante, me detuvo.
—Credencial señorita, por favor.
Rápidamente, saque mi credencial de mi cartera y se la mostré, él asintió, me permitió el paso. No cabe duda, aún estaba en las nubes. Caminé hacia el salón, donde todos los procastinadores como yo, iban a tomar clase, aunque, ahora los demás estaban de vacaciones.
Al entrar al salón de clases, no me sorprendió encontrar a mi amiga Daila, bailando sobre el escritorio; si me lo preguntan, ella no conoce la palabra vergüenza. Tenía puesta la canción Love you like a love song de Selena Gómez, me sorprendía que su pequeña bocina tuviera la capacidad de reproducir una canción a tan alto volumen.
—And i keep hitting repeat-peat-peat-peat-peat-peat—entonaba la canción y mientras repetía el peat, zapateaba en el escritorio. Después de eso, me señaló con el dedo ya sabía que significaba.
—I, i love you like a love song, baby—repetí tres veces, y, luego ella volvió a entonar su parte. Yo movía un poco la cabeza, al ritmo de la canción.
De pronto, se oyeron unos aplausos, desde la entrada. Dejé de bailar, me quede helada, poco a poco fui girando.
Estamos muertas.
Entonces, lo vi, de nuevo, el chico de la moto; estaba ahí de pie, justo en la entrada, aplaudiendo nuestro númerito. Daila ya se había bajado de la mesa. Supongo que también se había paniqueado, o quizá, solo se había aburrido. Porque enserio que a ella solo le importaba disfrutar su presente; admiraba su personalidad. La música dejó de reproducirse, el chico entró, sin decir más. Yo me acomode en mi asiento, y, a lado mío ya se encontraba Daila.
Oí al chico soltar una pequeña carcajada, desde que había entrado, se veía que se estaba aguantando la risa. Tal vez, pude haberme defendido, pero no lo hice, solo le puse mala cara de nuevo. Daila, se puso de pie.
—Oye, no somos tus payasos para que te rías así—declaró ella.
—Lo siento—respondió él, pero en su tono se notaba que seguía conteniendo las risas.
Daila, volvió a sentarse, nos quedamos en silencio; un rato más tarde, llegó la profesora, comenzó a darnos las clases, solo habíamos tres personas en esa aula, hasta que, llegó una chica rubia, era bastante bonita. Daila se quedó babeando, por ella.
La hemos perdido.
Y eso era un hecho, una vez que Daila, se embobaba con alguien, adiós Kelly. Así pasamos el resto de la clase, Daila no se tardó nada, en cuanto terminó la clase, se acercó a ella y comenzó a sacarle información. Ella salió del salón, detrás de la chica. Me quedé ahí, quieta. Después de unos segundos, se oyó como alguien carraspeaba, me giré hacia donde venía el ruido.