Capítulo tres: "El amor que más importa"
Estaba pensando en que momento debería declarar mi amor. Así que elegí un día soleado, le pedí vernos en el parque de siempre, el que se había vuelto nuestro favorito. Él llegó puntual, comenzamos a comer y hablar de cosas triviales. Hasta que, sentía que era momento, estaba tan cerca de él; no lo pensé dos veces y me aproximé a besarlo, él correspondió el beso al principio, sus labios se sentían bien, bastante suaves y cálidos. De pronto, sin previo aviso se apartó y en sus ojos vi mucho miedo.
—Kelly... ¿Qué haces?—preguntó con la voz entrecortada.
—Duman, te amo.
Él negó con la cabeza y murmuró algo que no entendí. Se levantó bruscamente.
—No, esto no puede ser. Es un error, Kelly.
Incluso si trataba de ocultarlo, en su mirar había incertidumbre. Trataba de comprender, que era lo que estaba pasando, y entonces lo vi alejarse hasta su moto. No miró atrás. Me había dejado ahí, con el corazón en la mano. Desbordaba amor por él, era incontrolable. Me levanté y comencé a arreglar todo para irme. El cielo comenzó a hacer ruido y a nublarse. Comenzó a llover, mientras yo seguía ahí. Mis lágrimas no tardaron en llegar, pero no eran notables gracias a las gotas de la tormenta que ahora se desataba sobre mí.
Caminaba hacia mi casa, pero mentalmente me sentía sin rumbo alguno. La lluvia me había empapado toda. Al llegar a casa, entré y me quité la ropa mojada. Rápidamente me puse un pijama calientito y luego eché la ropa a lavar.
Siempre había pensado que las historias de amor eran bonitas. Ahora me daba cuenta de que eso no era así. Supongo, que el sufrimiento también es parte fundamental de la vida. Trataba de animarme pero solo sentía pinchazos en el corazón y un cansancio innegable.
Pasaron algunos días, lo volví a ver; pero esta vez, iba acompañado de una chica castaña, se tomaban de la manos. Mi corazón se deshacía, podía escuchar como se hacía pedazos dentro de mí. El amor que sentía por él, se estaba esfumando o tal vez no. Solo era dolor lo que estaba experimentando. Había escuchado hablar de esas personas que llegaban a tu vida solo para darte grandes lecciones.
Él me había hecho sentir en las nubes, me hizo volar, pero cuando me tuvo en lo más alto, me dejo caer. Lo hizo. Porque eso era lo más fácil, no sabría decir si él en algún momento tuvo sentimientos por mí. Me había engañado, totalmente.
Ese mismo día, al llegar a mi casa, en mi computador abrí varios correos electrónicos, que no había leído. Hubo uno que llamo mi atención, provenía de mi Daila. Era una carta y tenía fotos. Al abrirlo y visualizar algunas fotos mi corazón se sintió estrujado.
Querida rabanito:
Espero esto no llegué tarde para ti, hace poco me enteré que Duman tiene una exnovia. Siempre se separan y vuelven, él está siempre tras ella, así que es una relación algo complicada. Aún así, cuándo él está separado de ella, se distrae con otras mujeres en un intento de olvidar a esa chica. Nunca lo logra, nadie sería esa chica, ni siquiera tú. A veces, lo he visto, la manera en la que te ve. Hay algo en sus ojos, pero también veo el miedo a lo desconocido. Le vienes grande, queridita. Sé que lo primero que te dije y lo primero que no cumpliste, pero así se aprende, ¿no?
Estoy orgullosa de ti, porque aquella vez me dejaste ver un poco de tu pensar. Sé que puedo ser una mala amiga cuando me voy a ligar, ese día me dio un poco de gusto ver como no te quedabas callada, supongo que algo que le agradezco a él, es lo fuerte que te ha enseñado a ser. Te he visto, ya no te dedicas a decir solo sí, ahora también, dices no cuando lo sientes. Ya no te molestas en ocultar lo que realmente te disgusta... Has dado pasos grandes sin darte cuenta, rabanito. Y me alegra darme cuenta de ello. Adjunto evidencia de las fotos de él con la tipa esa. No quiero que desconfíes de lo que estoy diciéndote.
En las fotos, me di cuenta de que era la misma chica con la que lo había visto, esa chica castaña con la que iba de la mano. Estaba llorando, mientras leía ese mensaje. Pero en mi cabeza solo resonó una cosa.
Le vienes grande, queridita.
Podría ser verdad. Era muy probable, que por eso él tenía tanto miedo en la mirada. Aún así, por dentro me sentía destruida. No pude evitar llorar con ganas en mi habitación, sentía que me iba a quedar sin lágrimas. Hubo un momento en que estuve tentada a llamar a Daila, pero me contuve. Ella había tenido razón y yo, incluso la había alejado de mi vida. Me sentía en un mar de emociones.
Estaba tumbada en mi cama, llorando sin remedio mientras en mis auriculares se reproducían canciones de lo más deprimentes. Sentía demasiadas cosas, pero entre ellas las que más destacaban eran las negativas. Me sentía arrepentida, había alejado a alguien importante de mi vida, todo por mi maldito egoísmo. Llamé a Daila, sin pensarlo mucho. El tono sonó dos veces, pero no hubo respuesta de su parte. Quizá, ella ya me había dejado fuera de su vida. Apreté la media luna del collar, mientras derramaba más lágrimas. Mi corazón dolía.
Solo había sido una tonta más, alguien con quién se había entretenido mientras su verdadera chica, la que realmente amaba, lo había dejado de lado. Yo solo fui su segunda opción, el plato de segunda mesa. Incluso, si lo había hecho reír o sentir algo nuevo. Sí, me había deshecho de amor por él, pero eso no importaba. Me había adaptado a él, me había moldeado para gustarle, estaba enamorada y eso es lo que hacen las personas enamoradas.
Pensaba en esos momentos que habíamos pasado juntos, las comidas compartidas, las veces que habíamos compartido secretos, las risas, los juegos, las bromas e incluso a veces los insultos. Mi corazón también recordaba la adrenalina de montarme en su moto e ir con él, mientras él se burlaba de mí porque aceleraba más de la cuenta y me asustaba. Recordaba su aroma, su calor, sus brazos. Mi mente comenzaba a navegar en el mar de miles de momentos que habíamos tenido juntos, como cuando comenzó a llover de imprevisto y nos cubrimos mal con un paraguas pequeño. La sudadera que me prestó, esa misma que se quedó en mi cajón, durante ese fin de semana me dediqué a aspirar su aroma mientras la llevaba puesta; al final el me la había regalado para que nunca me olvidará de él.