Nunca fui una alumna destacable, por lo general cuando aprobaba una materia lo máximo a lo que podía aspirar era a un ocho, y eso solo ocurría si les rogaba lo suficiente a los profesores; era extraño porque en realidad, a mí siempre me gustó el estudio, pasarme horas leyendo y resolviendo problemas matemáticos, sin embargo, a la hora de enfrentarme a una pizarra o a un examen, mi mente se bloqueaba y todos mis conocimientos se esfumaban.
Un profesor me aseguraba que era normal, es más, incluso llego a asegurarme a mí, a mis padres y los demás maestros que yo era una genio y por tanto, era normal tener notas bajas, lamentablemente, eso no convencía a nadie, ni siquiera a mí.
Mi hermana, por lo contrario, siempre fue brillante, tenía un lugar asegurado en la mejor universidad del país desde que cumplió los trece años y aunque trataba de no hacerlo, siempre acababa envidiándola.
Era la más inteligente, también era la más bella, la que podía hacer amigos con facilidad y tener a mil y un almas a sus pies dispuestas a hacer lo que ella ordenara, aun si lo que pidiera fuera la cabeza de una persona.
En cambio yo, con mi timidez que solo me dejo hacer un par de amigas en toda mi vida, mi altura demasiado alta que siempre acababa por intimidar a los chicos y para variar, mi falta de control, nunca fueron una buena combinación, siempre termine siendo la sombra de mi hermanita menor.
Pero, a pesar de todo, ella siempre fue mi mejor amiga, mi confidente y cómplice, la única que se alegró por mí el día en el que él apareció en mi vida.
Yo nunca supe maquillarme, aunque tampoco fue como que me gustara hacerlo, aun así, después de que supe que él me dibujaba, que yo le gustaba, o al menos eso esperaba, entonces nació el interés en las brochas raras y polvos con uso desconocido, en vestirme con ropa más favorecedora e incluso, llegar a peinar mi corta cabellera.
Aun así y a pesar de eso, cuando lo veía, inmediatamente mi cara se volvía del color de un tomate y no podía más que ofrecerle una tonta sonrisa y salir corriendo lo más rápido posible de allí.
Un día mientras volvía de un receso, me lo tope de cerca, para ser más exacta, choque con él mientras corría hacia el salón, estuve a punto de caer de bruces de no ser porque él me detuvo, era la primera vez que me tocaba, un escalofrió me recorrió y algo golpeo mi corazón como si fuera un gong, los colores se me subieron a la cara y no pude levantar la mirada para verlo.
- Deberíamos dejar de vernos así – dijo cohibido.
Yo solo reí y asentí, aun sin levantar la vista, vi mis manos que se aferraban a sus brazos fuertes y que él se aferraba a mi cintura, algo como lo que mi hermanita llamaría “un tierno torpe abrazo”, por fin, me atreví a levantar la mirada, él me miraba detenidamente, como si me estuviera dibujando en su mente.
- Te ves bonita así – me dijo acercándome disimuladamente – pero a decir verdad, cuando no te peinas ni te maquillas te ves mejor, eres más tú.
Me acerque un poco más y él lo notó, no dejo de mirar mis ojos y yo hice lo mismo, tenía unos ojos oscuros y unas pestañas largas y rizadas, mientras lo veía solo podía pensar en una sola tontería.
“Nunca eh dado un beso”.
Pareció que escuchara mis pensamientos, de pronto se acercó un poco más, se inclinó un poco hasta que nuestras cabezas estuvieran al mismo nivel, se siguió acercando y entonces…
Lentamente se separó de mí, sin apartar sus mirada, sonrió se despidió y yo me quede un rato sin recordar cómo debía moverme, estuvo a milímetros de besarme, pero no lo hizo, decepcionada y aliviada la vez me dirigí al salón, para mi suerte, el profesor aun no llegaba, me fui a mi asiento y lo vi.
Nunca me había enamorado, ni siquiera me había gustado un chico antes, era una experiencia nueva para mí y eso que tenía 18 años, y a esa edad mis dos amigas ya habían tenido más de veinte relaciones y según ellas y sus alardes: “vivieron el amor en varias ocasiones con más de un chico”.
Al ver aquel dibujo en mi pupitre deje de respirar por lo que pareció una eternidad, no podía hacer nada más que verlo, era yo, vestida con un vestido largo hermoso y junto a mí, estaba él, tomando mi mano para bailar a su lado.
Me enamore de aquel chico, de su sonrisa, de sus dedos de artista, de la manera en la que me miraba, una vez supe lo que pasaba conmigo lo entendí…
El amor, enamorarse es una enfermedad, una grave e incurable y yo me encontraba en estado terminal, pero a decir verdad, no me interesaba curarme o encontrar un tratamiento, escuche las canciones que oía mi hermana, todas con letras que hablaban de personas y de amor y cada canción me parecía hueca, sentía que ninguna describía realmente aquel sentimiento.