No hubo una propuesta pomposa con carteles, globos, peluches del tamaño de Godzilla o flores, tampoco una pregunta o una respuesta, no hubo nada, no fue necesario un teatro como tal, las cosas solo pasaron sin necesidad de palabras huecas y promesas fáciles de romper.
La esperaba fuera de su clase, en ese momento, el remordimiento había hecho su trabajo y mi mente me regañaba por la estupidez que había cometido.
Ni siquiera sabes su nombre y técnicamente le propusiste matrimonio. Genio.
¿Qué pensaría ella? Probablemente, que era un acosador, dejaría de sonreírme, de mirarme, ¡dios! Incluso podría demandarme por acoso.
Estaba por salir corriendo cuando vi al profesor despedir a los alumnos y salir, en cuanto me vio avanzo hacia mí para saludarme, había sido su alumno hacia un semestre.
-¿Qué tal los estudios? – me pregunto evitando que huyera – ¿sigues en la carrera?
- Por supuesto – conteste mientras estrechaba su mano – solo me quedan tres años para terminar.
Ella salió del salón y me vio, sostenía mi dibujo entre sus manos y su mirada mostraba algo que no podía identificar, ¿era eso malo o bueno? La vi caminar despacio hacia la cafetería, ignorándome por completo.
- Bien, espero que logres titularte con éxito – me dijo el profesor antes de irse.
Se fue y yo seguí el rastro de la joven, desde fuera de la cafetería vi como compraba un jugo de manzana y salía, si me vio me ignoro completamente, siguió su camino hasta el bloque de arte y yo fui tras ella, quería disculparme, quería que no pensara mal de mí, que siguiera mirándome como hacia siempre.
Entro en una habitación, casi entro tras ella, pero justo antes de llegar me di media vuelta y camine hasta una de las bancas, me deje caer pesadamente y escondí mi rostro entre mis manos suspirando ruidosamente.
¿Qué creía que hacia? La perseguía como un psicópata, ni siquiera estaba pensando en lo que hacía, algo me impulsaba a cometer todas estas tonterías y entendía bien lo que era.
Antes ya había tenido varias novias, y con ninguna había hecho algo como esto, no me había dado por dibujar a ninguna de ellas y menos, regalarles un dibujo, porque mis dibujos eran mi mayor tesoro y no me gustaba compartirlo con nadie.
Entonces ¿Por qué? ¿Por qué?
- ¿Qué haces aquí?
La repentina pregunta me hizo saltar y sacarme de mi ensimismamiento, volteé arriba y me encontré con unos ojos castaños que me miraban con una mezcla de curiosidad y de dolor, miré a la chica frente a mí, su cabello rubio caía sobre su espalda suavemente, sus pómulos alzados tenían mucho maquillaje encima y sus labios se abrían en una mueca de súplica para que le dijera las palabras que quería oír.
-¿Qué haces aquí? – repitió con un deje de desaire.
- Yo… – me sentía enfermo, no podía completar una frase.
Mi exnovia me miraba desde arriba, hasta hace un corto tiempo estábamos juntos e incluso llegue a creer que terminaríamos casados y formando una vida de pareja… pero entonces llegó ella, con su cabello corto, su rostro redondo y sus ojos verdes, llego ella y deje de pensar en cualquier otra persona, aquella vez, cuando chocamos y dejo el bolígrafo tirado, nuestra primera charla, (o un intento de ella), fue entonces cuando decidí que quería estar con ella para siempre, cuando arroje mis planes por la borda y termine mi relación.
No había vuelto a verla desde entonces, y hacerlo me trajo recuerdos de nuestro noviazgo, una relación insípida, que se había vuelto una aburrida rutina y el amor nunca había existido.
- ¿Estás bien? – me pregunto sentándose a mi lado y posando su mano en mi hombro – ¿quieres hablar?
Voltee al otro lado, al salón donde ella había entrado, donde debería estar yo, disculpándome por todo el daño que provoque.
- ¿Cómo pides perdón por una estupidez? – pregunte al vacío.
- Es simple – respondió la chica a mi lado – solo di que quieres intentarlo de nuevo.
La mire y vi sus intenciones, me levante abruptamente antes de que ella lograra besarme, su cara se desencajo por la confusión, me miraba con una mezcla de rencor y reproche, yo lo único que podía hacer era alejarme a pequeños pasos de ella.
- Pero si tú acabas de…
- Lo nuestro termino – dije firmemente – lo lamento mucho, pero aquella decisión sigue intacta, no te mereces que…