- ¡Dijiste que me amabas!
- ¡Te amo!
- ¿Y por qué te vas entonces?
No había una respuesta, lo sabía, lo veía a través de las lágrimas que no dejaban de salir de mi rostro, era una situación humillante vista desde cualquier ángulo, él miraba a cualquier lugar, menos a mí.
- Mírame por favor – le rogué desde el suelo en el que me encontraba.
- Levántate – su voz era apenas audible, le dolía, pero no hacía algo para remediarlo.
- Mírame – le dije de nuevo, él solo terminó de darme la espalda y dio un paso más hacia la puerta – tú lo prometiste, ¿recuerdas?, protegerme, estar conmigo hasta que tu alma se desvanezca, ¿me mentiste? – da un paso más, alejándose de mí – Mírame, solo mírame y dime que no era verdad.
Teníamos mucho tiempo peleando, lo sé, pero siempre lo arreglábamos, al final, ambos buscábamos una solución, al final los dos nos disculpábamos, nunca hubo un solo culpable o una sola víctima, ambos avanzábamos juntos, ¿Qué había pasado entonces?
- ¿Hay alguien más?
- No hay nadie, ya te lo dije.
- No me has dado una razón, no me queda más que sacar mis propias conclusiones.
No podía entenderlo, porque de pronto la malvada era yo, ¿Por qué él era la víctima y yo la villana? Yo siempre estuve con él desde el primer momento, yo lo apoye, yo lo escuche, pero ahora se iba, me dejaba porque decía que yo había arrojado nuestra relación a la basura, yo, yo era la culpable al final.
- Levántate.
- No quiero – cuando me dijo la noticia, mis piernas dejaron de funcionar, todo mi cuerpo, como si se apagara, caí sobre la alfombra y me quede ahí, yo no hice por levantarme ni él por ayudarme.
- No lo hagas más difícil…
- ¡Tú no lo hagas más difícil! – exploto – dime, ¿Qué tanto te cuesta mirarme y decirme de frente que todo acabo? ¿Dónde están esos huevos de los que tanto presumen todos los hombres?, eh, ¡eh!
Con la mirada esquiva se sienta a mi lado, aunque sé que solo está alargando más lo inevitable.
- No lo entenderías.
- Explícame.
Acaricia mi cabeza unos segundos, después se levanta y sale por la puerta dejándome, veo por la puerta abierta un cielo nublado y a punto de llover, como si mi tristeza fuera percibida por él.
Teníamos problemas desde hace tiempo, pero toda pareja tiene problemas, ¿no era así? Él había cambiado bastante, pero eso no me importo, si él me necesitaba, yo estaba para él, quería que saliéramos adelante, soportaba mucho por ambos, sus cambios de humor, sus arrebatos en los que al final siempre uno de los dos terminaba llorando y siendo consolado por el otro.
Y de pronto se iba, a pesar de las promesas, a pesar del supuesto amor, se va, si mi estado actual no es lo suficientemente humillante, me levanto como puedo y salgo a la calle para intentar ir tras él, pisoteando el poco amor propio que me queda, siempre siendo yo la que corría tras él, recogiendo las partes rotas de ambos para unirlas una y otra vez, una y otra vez, renuente a entender cuando algo ya había dejado de funcionar.
- Vuelve – susurro mientras camino por las calles, siguiendo un rastro inexistente – por favor, solo vuelve.
Teníamos un año viviendo juntos, y él me lo dijo, estaba roto, no estaba bien, pero yo le dije que lo repararía, que no lo dejaría caer, que así como el me prometió cuidarme siempre, yo haría lo mismo, recogería cada pedazo suyo y lo armaría nuevamente, y eso fue justo lo que hice, pero componer algo no es sencillo, mucho menos a alguien, tuve que romperme también, tuve que rearmarlo con pedazos de mí.
¿Y para qué?, si al final, cuando estuvo arreglado, fue solo para marcharse.
Cuando lo lleve por primera vez a casa, mi hermana se emocionó mucho, como siempre, pero mis padres, ellos no lo miraron en ninguna ocasión, no le dirigieron la palabra y básicamente, hicieron como si él no existiera.
Me enfade tanto, aunque a él no le importo, me aseguro que, con que yo le quisiera sería más que suficiente para él, y no necesitaba la aprobación de mis padres para quererme, pero a mí me costaba creerlo, siempre habían insistido en que consiguiera pareja, en que les presentara un chico, cuando por fin lo hago, resulta que ni se dignan siquiera en verlo.
Seguí llevándolo y yo fui a su hogar, conocí a su madre y me sorprendió enormemente, solo eran ellos dos, su padre se había marchado hacia un tiempo, algo que le había afectado, aunque nunca quiso admitirlo; él y su madre vivían al día, pero se veían mucho más satisfechos que mis padres a quienes tenían lo que deseaban a manos llenas.
Aprendimos uno del otro, vivimos la vida real y descubrimos que no estábamos listos para tal cosa, que los adultos tienen razón cuando dicen que de amor no se vive, y menos si es un amor tan novato, yo cambie por ti y tú cambiaste por mí, jugamos a ser alguien más y eso nos destruyó, jamás debimos reemplazar nuestra esencia, no debimos rompernos así, no debimos amarnos como lo hacíamos, solo lográbamos dañarnos al final.
¿Es justo? ¿Eso es amor?
Amar.
Dañar.
Llorar.