El calor del sol se filtra a través de la ventana, solo permanezco unos segundos en la cama antes de levantarme, me dirijo directo a la ducha, me doy un baño rápido y salgo en dirección a la cocina, en la mesa está el recetario que me regalo mi madre cuando supo la decisión que había tomado, fue su forma de apoyarme.
En unos minutos tengo la comida preparada; al ver el desayuno, no puedo evitar reprocharme por no lograr hacer más que hotcakes con harina preparada y café instantáneo, estoy por llevar la comida cuando cambio de opinión, dejo el café caliente a un lado y me inclino sobre el jugo de naranja que compre ayer.
Cuidadosamente, llevo la charola con el desayuno y subo las escaleras, al llegar a la puerta tengo que maniobrar rápidamente para no tirar ningún alimento mientras abro la puerta y entro en la habitación.
Ella esta acostada en la cama, dándome la espalda, con una sábana cubriéndole el cuerpo hasta el cuello; con su respiración uniforme y tranquila cualquier persona creería que estaría dormida, pero yo se que no es así, ella dejo de dormir hace tiempo, cuando supo que las pesadillas no desaparecerían.
- Buen día, el desayuno está listo.
No espero una respuesta, ella dejo de hablar desde lo que paso, aun así, no dejo de hablarle, de preguntarle cosas, con la esperanza de que algún día ella me responda y pueda escuchar de nuevo su hermosa voz.
Ella no se mueve, pero sé que esta despierta, dejo la charola en la mesita de noche y me siento al borde de la cama, con mucha delicadeza, retiro la sabana fría y me quedo un rato viendo su piel palida y pegada a los huesos antes de tomarla por las axilas y sentarla en la cama.
Ella se deja manipular como una muñeca de trapo, su mirada está fija en un punto que nadie excepto ella puede ver, ni siquiera parece ser consciente de que estoy aquí, de que estoy hablándole.
Su cabello suelto cae por toda su cara, yo la peino con los dedos y recojo su cabello en un moño como los que tanto le gustaba usar, ella no reacciona ante ninguno de mis movimientos, aunque ya no es una sorpresa tampoco. Tomo el plato con los hotcakes y parto un pedazo bastante pequeño.
- ¡Aquí viene el avión! – le digo con una voz graciosa intentando hacerla sonreír.
Apenas y nota algo de lo que le digo, come mecánicamente, como si ni siquiera fuera consciente de que lo está haciendo; fue hasta hace unas cuantas semanas cuando conseguí que probara bocado, aunque, a decir verdad, solo come pequeñas porciones de comida, ha bajado tanto de peso y es algo que me preocupa.
- Creo que me han quedado un poco crudos en el centro – le digo mientras la veo comer – supongo que debo comenzar a hojear el recetario que me dio mamá, sabes que la cocina nuna fue lo mio.
Ningun gesto, ninguna mirada de su parte; de pronto ella deja de masticar, sé que eso significa que ya no comerá mas, intento que tome un poco de jugo, ella da un pequeño sorbo y después se queda completamente quieta.
Acaricio su cabello lentamente, enredando sus mechones entre mis dedos y recordando aquellos tiempos en que nos conocimos, cuando todo era diversión, cuando nuestra preocupación más grande era entregar los trabajos a tiempo en la universidad.
- Lo siento – susurro mientras las lágrimas salen de mí sin que pueda evitarlo – yo debí haber estado contigo, yo debí haberte acompañado a casa como todos los días, si lo hubiera hecho, tal vez…
No puedo terminar la frase, permanezco mirando su cabello enredado en mis dedos para no verla a ella, para evitar ver sus ojos, que se habrán llenado de lágrimas por mi culpa; como un cobarde, salgo rápidamente de la habitación, dejándola ahí, sola y llorando, sin que pueda hacer nada para consolarla. Me odio por ser tan débil, cuando tengo que ser fuerte por ella y por mí.
Hace dos meses paso la desgracia que la dejo en ese estado, yo estaba en otro lugar, lejos de ella cuando recibí la llamada de su padre, informándome que ella estaba en el hospital, en coma, nadie sabía lo que le había pasado, tan solo la habían encontrado en ese callejón de aquella forma.
Cuando despertó, la policía trato de hablar con ella, todos queríamos respuestas, pero ella no hablo, no se movió, cayó en ese trance, ningún doctor o terapeuta pudo sacarla de aquel ensimismamiento, fue como si de pronto, alguien le hubiera arrancado la vida, pero no hubiese hecho bien.
Sus padres intentaron de todo, pero al final, se rindieron, igual que se rindieron los doctores y especialistas, quienes solo se limitaron a darle medicamentos que la hicieran dormir todo el día, provocándole pesadillas.
Yo fui el único que no se rindió, permanecí a su lado en el hospital, mientras ella luchaba contra la muerte y cuando estuvo en su casa, no me separe un instante de ella. Cuando despertaba a causa de una pesadilla, yo estaba ahí, dándole ánimos, aunque ella ni siquiera me notara ahí.