Porque te amo

El bolígrafo

Él estaba ahí, sentado en la fuente de la universidad, como siempre, enfrascado en su cuaderno, dibujando.

Como siempre, yo me le quedaba mirando por encima de mi novela, preguntándome que sería eso que él dibujaba, a veces, mis amigas tenían que sacudirme para que les prestara atención, entonces era como despertar de un sueño, dejaba de verlo y me concentraba en las charlas huecas de mis amigas, cuando llegaba la hora de irnos, volteaba hacia la fuente, para descubrir con tristeza, que él se había ido.

Cada día al levantarme, me miraba en el espejo y me decía: “Hoy hablare con él”, pero, cuando llegaba a sentarme en el mismo lugar de siempre y lo veía a él en la fuente, los nervios y el miedo me impedían ir y dirigirle siquiera una mirada.

Hasta que un día, al llegar y sentarme en la banca de siempre, al mirar la fuente la note vacía, él no estaba ahí, mis amigas y yo nos quedamos una hora, esperando a que él llegara, pero no lo hizo.

Era absurdo, pero el dolor que note en ese entonces fue devastador, incluso mis amigas se apenaron al ver que aquel chico que tanto me obsesionaba no estaba. Pasaron dos días en los que él no apareció, incluso un día mi hermana y yo decidimos saltarnos una clase para poder pasar por cada salón y ver si en alguno de ellos estaba él, pero no lo encontramos por ningún lado.

Me sentía estúpida, no sabía nada de aquel muchacho, su vida me era totalmente ajena, lo único que sabía era que dibujaba. Su nombre, edad, si estudiaba en mi universidad o cualquier otro dato me eran desconocidos.

Así que me rendí, comencé mi vida como antes de notar a aquel muchacho, mis amigas y mi hermana trataron de hacerme ver que estaba mal, pero yo estaba muy herida como para escucharlas, cuando nos íbamos a sentar aquella banca, no volvía la mirada a la fuente, porque sabía perfectamente que él no estaría en ese lugar.

Durante un tiempo, fingí que lo había superado, que había olvidado a ese singular chico y que no me importaba, aunque la verdad era que todas las noches lloraba en mi habitación porque él se había ido, porque jamás lo volvería a ver y porque nunca había tenido el valor de hablarle, de preguntarle al menos su nombre.

Hasta que deje de hacerlo, y lo supere, estaba contenta y realmente segura de que ya lo había olvidado, mi vida volvía a ser igual que antes y ya no fingía ante los demás, ya no lloraba por alguien a quien ni siquiera conocía.

Un día llegaba tarde a la primera clase, ese día tenía que presentar un examen importante e iba corriendo como loca para llegar a tiempo, en mi desenfreno, choque con alguien, mi bolsa cayó y todos mis cuadernos y lápices se desperdigaron por todos lados.

Me agache y comencé a recoger mis cosas; la persona con la que había tropezado me ayudo, pero era tanto mi apurro que ni siquiera le miré, tan solo tomé lo que me tendía y seguí corriendo para llegar a tiempo a presentar mi prueba y ni siquiera fui capaz de escuchar que aquella persona me llamaba a gritos.

Logre entrar a clases y completar mi examen, incluso logre obtener el mayor puntaje de la clase, en ese momento me sentía tan feliz que incluso llegue a olvidar el suceso anterior.

Salí con mis amigas del salón, pensábamos ir a la cafetería y comprar panecillos para celebrar mi promedio, pero al salir de la estancia, observé con sorpresa que aquel chico de la fuente estaba ahí, esperando a alguien.

Me quede paralizada, algo cercano al miedo me impedía moverme hacia delante o atrás, cuando él me miro, sonrió y se acercó a mí, cuando me di cuenta de que en verdad venia hacia mí, entre en pánico y la respiración me abandono, incluso mis amigas soltaron gritos ahogados.

- Hola…

Él realmente estaba hablándome, yo no podía hacer nada, más que verlo ahí, él también parecía nervioso, su frente estaba brillante por el sudor y carraspeaba, intento sonreír y yo intente imitarlo, aunque ninguno de los dos pudo completar la acción.

- …Oye… – parecía no saber qué decir, se rascaba la cabeza y cambiaba el peso de su cuerpo de un pie a otro – perdón, pero… lo que pasa es que esta mañana… bueno… tú ibas muy aprisa… y yo tampoco iba viendo por donde iba… es que… ambos chocamos y… sólo quería devolverte este bolígrafo que cayó de tu bolsa… eso es todo… pero estabas en clase y… no quería interrumpir… por eso estaba esperando… ya sabes, que salieras a receso, eso es todo.

Me le quede viendo al bolígrafo negro con un adorno de unicornio que me tendía, había chocado con él esa mañana, y él se quedó fuera de mi aula tan solo para devolverme mi lapicera, con una mano muy temblorosa, tome el objeto y me di cuenta con gran asombro y deleite, que él también temblaba.




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