Porque tú lo querías así

⟡ Capítulo 7 - Cartas, paseos y excusas ⟡

Después de hablar con Aku, camino a casa como de costumbre, agradezco que mi tía no haya venido por mi de sorpresa como suele hacerlo cuando está de regreso porque así, despúes de todo lo que pasó hoy, puedo tomar el camino más largo para llegar a casa y pensar las cosas de mejor manera, ignorando (o al menos intentando ignorar) a la voz en mi cabeza. Me planteo una y otra vez como debería disculparme con Halía pero la confusión me distrae tantas veces que pierdo la cuenta.

La perdiste, siempre pierdes, ¿Crees que ahora ella va a querer hablarte? Solo mírate.

Cuando llego a casa veo a la abuela sentada en el sofá, al parecer no se ha percatado de mi presencia ya que no se mueve ni un poco de su lugar cuando hago ruido, por lo que me acerco, en sus manos tiene una carta cerrada junto al sobre que había llegado el fin de semana, tiene su mano sobre su frente como cada vez que se siente cansada o frustrada con algo o alguien.

—Ya llegué, abuela —doy un pequeño toque en su hombro lo que la hace pegar un pequeño brinco sobre el asiento.

—¿Cuándo llegaste? No me di cuenta Lua, lo siento —se pone de pie y guarda la carta en su bolsillo. Su actitud me resulta extraña, ella siempre está pendiente a cualquier sonido que haya en la casa. —Te serviré el almuerzo.

—Hace poco ¿te encuentras bien? —sigo sus pasos hasta la cocina, ella solo asiente mientras saca dos platos de la alacena para servír la comida en cada uno.

—¿Cómo estuvo tu día querido? —habla colocando los platos en la mesa, se sienta en una de las sillas del comedor e imito su acción.

—Abuela, Halia ha conseguido novio —digo con un tono neutro, sabía fingir muy bien mi voz frente a ella, aunque lo que estaba diciendo dolía como mil agujas en el pecho.

—Eso es maravilloso —espero unos segundos a que agregase algo más a su frase como suele hacer cada vez que le contaba algo, pero no ocurre, el silencio es sólido y eso me preocupa, ella siempre habla mucho, pide detalles y más cosas, pero esta vez no lo hace, solo continúa comiendo con lo mirada fija en su plato, debería alegrarme porque no es un tema que ahora me agrade, pero al contrario, solo logra preocuparme.

—Abu...sucede algo —pregunto intentando averiguar el motivo de su estado de ánimo.

—No es nada Lua, vamos sigue comiendo, la comida fría te hará daño al estómago — regaña sin levantar la mirada.

—Pero es... —levanta su vista hacia mi obsequiándome una mirada fulminante que me indica que debo dejar de preguntar y así lo hago.

Mi abuela es una mujer amable, pero cuando está molesta es mejor callar o cualquier mínima cosa la haría explotar y desquitar su ira con alguien, no es grosera ni violenta, pero a veces prefería un golpe antes que sus castigos, aunque ella nunca me ha golpeado, o al menos no que yo recuerde.

El timbre suena, ella se pone alerta dirigiendo la vista hacia la puerta principal —Yo iré —se levanta rápidamente de la mesa, casi corriendo hacia la puerta. Escuché una voz familiar y maldije mentalmente cuando reconocí quien era. Halia había llegado. Alguien ya máteme.

Me ofresco como tributo para hacerlo.

Tu callate.

—Buenas tardes Señora Lucía ¿Cómo se encuentra?

—Bien pequeña, ¿vienes por Lua?

—Efectivamente, ¿cree que pueda pasar a verlo?

Es más que obvio que mi abuela iba a dejarla pasar por eso antes de que diera un paso dentro de la casa, pongo en marcha mi plan de huida, levantándome de la mesa, subiendo las escaleras de dos en dos hasta mi habitación, cerrando con seguro la puerta y poniéndome de espalda contra ella. Al cabo de unos segundos escucho una mano golpear la madera.

—¿Lua? —la voz de Halia tras la puerta —¿Estás aquí? ¿Puedo entrar?

—Lua, tu amiga ha venido a verte, no seas descortés —me grita desde el pasillo, pero la oigo dirigirse a Halia —¿Pasó algo entre los dos? —La abuela nunca se ha enterado de ninguna pelea entre nosotros, se lo oculto muy bien y Halia nunca se lo menciona, y por ahora prefiero que siga así. Giro sobre mi propio eje al escuchar su pregunta abriendo la puerta lo más rápido que puedo

—¡Nada! Solo estaba vistiéndome —sujeto por la muñeca a Halia y la jalo hacia adentro de mi habitación cerrando nuevamente. Le cerré la puerta en la cara a mi abuela, la que me espera. Respiro aliviado cuando escucho que baja nuevamente a la sala.

—¿Qué es lo que quieres? —cuestiono con voz desafiante.

—¿Qué demonios te sucede? —Ambos hablamos al mismo, ella casi gritando. Le cedo la palabra para que sea quien hable primero. Ella se sienta en la cama yo solo me quedo parado con la espalda pegada al armario que está junto a la cama, bajo la mirada viendo el suelo. por alguna razón eso siempre me premite prestar atención de mejor manera.

—Tu sabes cuánto me gusta Suvan, ¿Por qué no estás feliz por mí? —El arrepentimiento llega sintiendo que tiene razón, me he comportado de la peor forma posible.

—Lo siento Hali, no era mi intensión comportarme de esa forma —las palabras fluyen con son de culpabilidad, aunque no me arrepiento de lo que dije, me siento a su lado, me había comportando como un idiota al hablarle mal a su novio y eso la lastimaba, no puedo lastimar a quien tanto quiero.

—Entonces ¿Por qué lo hiciste Lua? —levanto la mirada y lo que veo me rompe el corazón, sus ojos llenos de lágrimas, su nariz roja y una expresión triste en su cara. La rodeo con mi brazo para abrazarla y siento como esconde su rostro en mi pecho mientras con cada sollozo mi pecho duele y me odio por lo que hice.

—En serio, perdoname Hali, no me sentía bien, lo lamento mucho —ella solo sigue llorando en silencio en mi pecho, acaricio tiernamente su cabeza intentando calmarla —Estoy feliz por ti, por ustedes, hacen una hermosa pareja, pequeña —decir una mentira que me quema por dentro solo porque mi mejor amiga debía sentirse mejor, es lo que hago siempre, ella es mi todo, lo único que importa.




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