Primero de julio…
Me encuentro sentado en una mesa de metal, en medio de un cuarto de interrogatorios sin nada más, una de las paredes tiene un gran espejo doble, no sé si alguien más se va a presentar aquí frente a mí, pero cuando llegué a la estación hace un rato, me comunicaron que todos iban a ser notificados de mi llegada ya que estaba solo.
—Hola Lua, ¿Cómo estás? —escucho una voz femenina entrar. Una mujer que viste ropa casual; camisa de color blanco con las mangas remangadas, pantalón de tela negro; trae consigo en una mano, dos vasos de cartón en una canasta de los cuales pone uno frente a mí, en la otra tiene un par de papeles dentro de una carpeta que deja sobre la mesa.
—Estoy de maravilla —sonrío de forma sarcástica, ¿Qué respuesta se supone que debo darle? Estoy en la misma mierda, mi madre que no se hizo nunca responsable de mi ahora quiere llevarme a vivir quien sabe dónde solo porque es una perra caprichosa y la señora viene con ¿cómo estás? ¿Qué tan tonto debes estar para preguntar algo tan obvio?
—Fantástico, y dime ¿has hablado con tu madre? —cuestiona.
—¿No deberían ustedes saberlo? —bostezo con desgano, casi ni he dormido la noche anterior—. Siempre lleva a dos oficiales a su lado. solo vaya al punto ¿sí?
—Bien, quieres ir al punto —Se endereza en su silla fijando su mirada en los papeles que ha traído —Entonces eso haré, te comento, mi nombre es Casandra Miller y soy la mediadora en tu caso de custodia. te haré preguntas y las debes responder con franqueza ¿entendido?
Esto será muy interesante.
—Bien, entonces empecemos, señorita oficial —digo con nulo entusiasmo.
—Lua Cramoisi, 16 años, escapaste de casa por un capricho hacia tu abuela, tía y madre. ¿Es correcto? —cuestiona y con una leve sonrisa de molestia respondo.
—Si, es correcto, escape por un capricho hacia mi amada tía y abuela que me mintieron por 16 años junto a mi madre que me abandonó por irse de caza fortunas. —Doy un sorbo al café y el sabor amargo me relaja.
—Catalina Mahato, 32 años de edad, tiene dos hijos y tú eres uno de ellos junto a Yui Mahato de 5 años. ¿Conocías sobre la existencia de tu hermana?
—Si, como conocía que mi madre estaba muerta y revivió mágicamente hace menos de un mes —mencionó con sarcasmo
—¿Conoces a tu hermana? —ella al fin me mira.
—No he tenido ese enorme placer —mira hacia el espejo y asiente. La puerta se abre por detrás de la oficial Miller, y veo ingresar a una niña de 5 o 6 años, es pequeña, pero es muy bonita; tiene muchos rasgos similares a los de mi madre según las fotos que había visto de cuando Catalina era niña, lleva puesto un vestido blanco de flecos y se aferra a un peluche al que no logro encontrarle forma pues lo tiene junto a su abrigo gris.
—Yui, él es tu hermano —la pequeña se esconde tras la silla de Miller y me mira, sus ojos color café son iguales a los míos, los heredamos de la misma persona después de todo.
—Medio hermano —corrijo —Me llamo Lua, es un placer conocerte pequeña gatita rompe hogares —sonrió simulando amabilidad—, aunque ese sería tu padre, pero tu llevas su sangre después de todo, ¿no?
—Señor Lua, le voy a pedir que se comporte de mejor manera, ella es solo una niña, no tiene la culpa de nada —habla un segundo oficial que acompaña a la niña.
—¿Y yo sí? —Me pongo de pie elevando mi tono de voz—. Acaso, ¡¿Yo tengo la culpa de que me haya abandonado?!
El otro oficial saca a la niña y entra Catalina, mi madre, acompañada de dos oficiales, uno de ellos le entrega un papel a la oficial Miller quien lo lee detenidamente. Se detiene casi al final, en donde asumo está la respuesta que estaba buscando. Me dirige la mirada lo que provoca que frunza el ceño. Esto no está bien.
Te dije que esto sería divertido.
— La demanda sobre la custodia del señor Lua Cramoisi es concedida —hace una pausa y tenso mi cuerpo. Ya ha terminado el juicio. Un estúpido papel marcara el destino de mi vida y no he podido hacer nada para cambiarlo. Si hubiera hecho caso a Salome quizá estaría mejor. Si no me hubiera ido de casa. No debí comportarme como un niño pequeño. Tuve que haber obedecido. Pero el "quizá" el "hubiera" o el "debí" no sirven de nada ahora, lo hecho, hecho está y no hay marcha atrás. Lo que termina de decir Miller hace que me desplome de nuevo—. en su totalidad, a la señora Catalina Mahato.
Se han preguntado alguna vez ¿Por qué la simple idea de una despedida duele tanto? Quizá la idea de alejarse viene de la mano con el miedo de todo ser humano a ser olvidado o a perder todos los recuerdos vividos, los momento que más admiras y atesoras, quizá en lo más profundo del corazón te aferras a momentos y personas que como el tiempo, seguirán su recorrido con o sin ti, porque la tristeza pasará, el sentimiento disminuirá hasta que se desvanezca por completo, y te convertirás en un simple recuerdo, una parte más del montón de memorias que almacenan las personas día con día.
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Cuando cumplí 5 años, la abuela dijo que debía empezar la escuela. La idea me emocionó cuando me contaron como sería, tendría muchos amigos, aprendería cosas nuevas y pasaría mis días con un uniforme muy elegante. Todo sonaba asombroso. Aún recuerdo a mi tía Salome llegando con muchas bolsas unos días antes del inicio de clases.
—Lua, baja, tengo muchas sorpresas para ti —gritó desde la parte baja de la casa. Bajé corriendo las escaleras. Las sorpresas no eran algo que me guste, pero si venían de mi tía, seguramente significaban regalos, y esos sí que no me causaban ningún disgusto.
Cuando llegué a la sala pude observar todas las bolsas que había en el suelo, corrí emocionado hacia ellas casi tropezándome, ella levantó una gran bolsa y me la entregó para que la abriera primero. Le eché un vistazo al instante, podía observar algo hecho con tela que no distinguía muy bien. Con la ayuda de Lucía logré sacar de la funda una hermosa mochila de color azul, mi color favorito.
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Editado: 29.05.2024